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Krystztof Charamsa nació en Polonia hace 44 años. | Foto: Archivo particular

RELIGIÓN

El sacerdote que se rebeló contra la Iglesia católica

Krystztof Charamsa, quien conmocionó al mundo cuando confesó su homosexualidad a pesar de tener un alto cargo en el Vaticano, cuenta su historia en un libro que ya se consigue en Colombia.

27 de febrero de 2017

La llegada del diario ‘Il Corriere della Sera’ causó alarma en el Vaticano el sábado 3 de octubre de 2015. Una larga entrevista de un periodista de ese diario con Krystztof Charamsa, el sacerdote que hasta ese momento ejercía como oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe (uno de los cargos más importantes de esa institución), estaba en boca de todo el mundo. El sacerdote no solo había aceptado su homosexualidad, sino que había invitado a la iglesia a acoger plenamente a los fieles homosexuales, un tema vedado y condenado por esa institución.

El momento no había podido ser más inoportuno. El encargado de defender la doctrina de la Iglesia Católica había salido del closet públicamente tan solo dos días antes de que el Papa Francisco inaugurara el Sínodo de la Familia, en el que obispos de todo el mundo se reunirían a debatir sobre el trato que la iglesia debía dar, entre otros, a los divorciados, a quienes viven en unión libre y a los homosexuales. Era un baldado de agua fría.

Pero ahí no terminó todo. Unas horas después de que el Vaticano anunciara su expulsión, Charamsa apareció en una rueda de prensa junto a su compañero sentimental en donde ratificó su condición. “Quiero que la iglesia y mi comunidad sepan quién soy: un sacerdote homosexual, feliz y orgulloso de su identidad. Estoy dispuesto a pagar las consecuencias, pero es hora de que la Iglesia abra sus ojos a los creyentes homosexuales y entienda que la solución que les ofrece la abstinencia total de la vida del amor, es inhumana”, dijo en ese momento.  

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Un año y medio después de ese escándalo, que apareció en los noticieros de todo el mundo, Charamsa presenta La primera piedra, un libro en el que cuenta su historia, habla de su relación de pareja, critica la “hipocresía” de la Iglesia Católica y habla de frente acerca de los seminarios, el celibato, los últimos dos Papas, el sexo y los otros (muchos, según él) sacerdotes homosexuales. El libro, que en Colombia publica Ediciones B, ya se puede conseguir en cualquier librería del país.

Charamsa, quien nació en Polonia en 1972 y fue ordenado sacerdote a los 35 años, habló con SEMANA sobre su decisión, el libro y su fe religiosa.

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Semana.com: Usted decidió aceptar públicamente su homosexualidad luego de reprimirla por muchos años, ¿cómo se siente ahora? ¿Se arrepiente de haberlo hecho?

Krystztof Charamsa: ¿Usted puede imaginarse a alguien que después de haber salido de la prisión, en la cual ha pasado varios años de su vida, se arrepienta de recuperar la libertad? Yo he salido de una prisión mental en la que estaba sometido a un maltrato psicológico por parte de la Iglesia en la cual confiaba. Me siento liberado del miedo, del odio y del desprecio hacia mí mismo. Acepto mi naturaleza, vivo y trabajo en paz.

Semana.com: ¿Qué tanto tuvo que ver su pareja con la decisión de renunciar a la iglesia y contarlo todo?

K.C.: Durante mucho tiempo he estudiado la homosexualidad y he ido descubriendo los errores de mi iglesia. Me siento en el deber de denunciarlos públicamente. Pero, efectivamente, el encuentro de mi compañero fue la carga de fuerza espiritual decisiva para empezar mi protesta. Aunque hago una aclaración: yo no he renunciado, yo no me he retirado de la Iglesia ni del ministerio; es la Iglesia del papa Francisco, que no quería escucharme, la que me ha puesto rápidamente fuera.

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Semana.com: ¿Por qué decidió escribir el libro?

K.C.: Nace del proceso de liberación personal. Es un testimonio y una confesión de la discriminación sufrida y de la dignidad reconquistada. Comunicar mi experiencia es para mí también un deber moral. Nadie debe permanecer en silencio si experimenta la opresión. Permanecer en silencio ante la persecución implica ponerse de parte del opresor.

Semana.com: ¿Ha recibido amenazas o algún tipo de retaliaciones?

K.C.: Llegan muchas amenazas, pero prefiero concentrarme en las buenas reacciones y en los mensajes de la gente que sufre porque es herida por la Iglesia. El clero se defiende despreciando y enfangando, en lugar de reflexionar sobre nuestra realidad.

Semana.com: Usted vivió en Roma durante casi dos décadas y durante los últimos 12 años trabajó en la Congregación para la Doctrina de la Fe, ¿por qué hasta ahora propone cerrar esa oficina?

K.C.: En realidad, la idea de cerrarla no es mía. Tras el Concilio Vaticano II se pensó cerrar esta oficina, heredera de la oscura historia de la Inquisición, que se dedica a perseguir a todos aquellos que se permiten reflexionar sobre la fe en confrontación con el saber humano actual. Yo confirmo esta necesidad de cierre tras la experiencia vivida en esta moderna Inquisición. La fe se debe cultivar de manera diferente, no a través de servicios secretos que no tienen ningún respeto hacia las personas, los derechos humanos y el desarrollo de la ciencia.

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Semana.com: En su libro dice que el clero católico está compuesto sobre todo por sacerdotes homosexuales que reprimen sus sentimientos, ¿cree que eso tiene que ver con los constantes casos de pedofilia y abuso de menores?

K.C.: Toda represión de la sana y natural sexualidad puede llevar a constituir un terreno fértil para el desarrollo de la violencia de personas que no están felices con su propia sexualidad. No estoy pensando solo en el crimen del abuso de menores, sino también en el abuso de las mujeres. Es una realidad que la Iglesia jamás ha tratado el tema seriamente y que, de momento, tampoco ha empezado a combatir realmente las raíces de los abusos. Se limita a perseguir jurídicamente solo los casos que se han hecho públicos, pero así no se combate la pedofilia.

Semana.com: ¿Qué piensa del Papa Francisco y de su posición con relación a los derechos de los homosexuales?

K.C.: Pienso que el papa es un personaje complejo, que actualmente está sometido al poder del sistema eclesial del Vaticano, que es un poder misógino y homofóbico, contra el cual él ha dejado de luchar. En el tema de la homosexualidad él ha vuelto a la demagogia del pontificado anterior, lo que muchas personas consideran una manipulación y un engaño respecto a sus declaraciones.

Semana.com: De hecho fue el Papa Benedicto XVI quien prohibió explícitamente que las personas homosexuales sean sacerdotes, ¿por qué cree que no lo habían hecho antes?

K.C.: Es la ley homofóbica que además el papa Francisco desgraciadamente ha confirmado en diciembre 2016. Su introducción es el resultado de la creciente paranoia anti-gay. Es el resultado de un miedo ciego, y del rechazo de los gais y del actual conocimiento científico sobre la homosexualidad. La actitud de ambos papas es imperdonable, considerando que en su demagogia no han permitido confrontarse con el saber humano actual.

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Semana.com: En su país (Polonia) la Iglesia Católica fue clave para resistir al régimen comunista, pero en su libro usted dice que hoy esa misma iglesia tiene actitudes muy parecidas a las de ese régimen, ¿a qué se refiere?

K.C.: Me refiero al dominio fundamentalista de la mentalidad de la gente y a sus intromisiones injustificables e inadmisibles en el gobierno del país. En Polonia se está formando un régimen confesional católico encubierto. La Iglesia católica no es la comunidad de fe y de espiritualidad que debería ser, sino un peligroso agente político y financiero. Estos abusos, que son inadmisibles en un Estado democrático de derecho, son la realidad de mi país. Es un antitestimonio del Evangelio.

Semana.com: Aunque su fe lo llevó a esconder y reprimir su homosexualidad, usted afirma que aún mantiene esa misma fe…

K.C.: No aceptaba la homosexualidad que sentía porque mi fe me obligaba a odiarla. Hoy mi fe es mucho más fuerte y libre porque acepta mi naturaleza. Es la fe que no renuncia a la razón. La auguro también a las jerarquías de la Iglesia: una fe que piensa.

Semana.com: Usted sigue defendiendo la existencia de la Iglesia Católica, pero con una renovación, ¿qué cambios introduciría si estuviera en sus manos?

K.C.: Yo creo en Dios y por eso confío en la conversión de la Iglesia. No tengo dudas de que hoy la Iglesia debe empezar a cambiar su actitud paranoica y llena de complejos ante la sexualidad humana. Por ello mi libro termina con diez pasos para la conversión de mi Iglesia en relación a las minorías sexuales, las cuales sufren por su actitud o la abandonan justamente a causa de la violencia psicológica y espiritual recibida.

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Semana.com: ¿Cuál cree que debe ser el papel de los sacerdotes en la sociedad actual?

K.C.: Acompañar a las personas y no imponerles sus ideas ni dominarlas. Deben escuchar y comprender, como hacia Jesús. Deben liberarse de las fobias contra las mujeres, contra los gais, contra la sexualidad en general. Y deben terminar de levantar muros entre la religión y la realidad de las personas.

Semana.com: ¿cree que los sacerdotes deberían poder casarse y vivir plenamente su sexualidad? ¿Eso no afectaría su labor con la comunidad?

K.C.: La imposición del celibato obligatorio al clero latino es inhumana y no puede ser aceptada si consideramos el desarrollo moderno de las ciencias sobre sexualidad y su dimensión psicológica, afectiva, etcétera. El celibato puede ser solamente opcional, como lo es en la Iglesia católica de rito oriental. Y poder casarse sí “afectará” la labor de sacerdotes: la hará más humana, más sensible a la humanidad, más capaz de entender la realidad humana. Hará mejor la misión de los curas.