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Borg vs. McEnroe

A partir del encuentro entre los dos tenistas icónicos en el Wimbledon de 1980, esta película examina las exigencias por las que deben pasar los deportistas de elite.

23 de septiembre de 2017

País: Suecia/Dinamarca/Finlandia

Director: Janus Metz

Guion: Ronnie Sandahl

Actores: Shia LaBeouf, Sverrir Gudnason

Duración: 100 min.

El tenis es un deporte minimalista, elemental; solo necesita una malla en el centro, un rectángulo en el piso, una persona en cada extremo con una raqueta y, entre ellas, una pelota que es como un mensaje que se mandan.

Pero, como cualquier deporte o actividad humana, es posible encontrar ahí momentos reveladores: los extremos de resistencia y aguante a los que la gente puede llegar; el temple de la concentración; lo admirable de quienes se han dedicado durante años a ser los mejores en un oficio de dudosa utilidad práctica.

Algunas de estas cosas están presentes en esta Borg vs. McEnroe y es un placer recordarlas.

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La película reconstruye la primera final de Wimbledon que jugaron el estadounidense John McEnroe y el sueco Björn Borg en 1980, y da a entender que se trata también del primer enfrentamiento de ambos hombres.

Pero eso no es cierto. En la realidad ya habían jugado siete veces sin que entre los dos hubiera una supremacía clara (Borg había ganado cuatro partidos y McEnroe tres), y es extraño que el filme desaproveche esta historia previa porque esos encuentros subrayarían la sensación de que estos deportistas de elite se mueven en un ambiente cerrado, que es, justamente, lo más interesante acá.

En ese entonces los medios calificaron la rivalidad de estos dos tenistas como el encuentro del hielo con el fuego porque Borg (de 24 años en 1980) era tranquilo e impasible en las canchas, mientras que McEnroe (de 21) se la pasaba de berrinche en berrinche, tirando raquetas contra el piso, gritándoles a los árbitros o insultando al público que pagaba por verlo.

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Y la película, despistadoramente, comienza ofreciendo comentarios periodísticos que subrayan el contraste entre los dos: uno es un martillo y el otro una puntilla, uno es un caballero y el otro un malcriado, uno un témpano y el otro un volcán… Y es despistador porque poco a poco la cinta indaga en la vida anterior de los jugadores hasta dejar ver que ninguno de los dos se correspondía del todo a esos adjetivos mediáticos.

En una decisión que podría ser efectista, el director danés Janus Metz le dio el papel de McEnroe a Shia LaBeouf, un actor que, como el tenista, se ha ganado fama de ser un tipo inestable que se autosabotea profesionalmente. Pero LaBeouf ofrece una actuación relativamente sobria, sin grandes pirotecnias, y la decisión, mas allá de alimentar las especulaciones sobre las coincidencias entre actor y personaje, es otro amague en esta película que insiste en que detrás de esos retratos simplificados de los medios existen otras realidades.

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Pero ese escarbar por complejidades ocultas no siempre tiene éxito. Aunque hay momentos de agudeza (la observación, por ejemplo, de que estos dos ‘enemigos’ tienen muchas cosas en común, empezando por su apetito por el triunfo y terminando en su resistencia mental), también los hay de psicologismos elementales que no dicen gran cosa, como cuando un flashback da a entender que la estructura de una personalidad puede dar un vuelco tras una simple conversación. 

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