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La película hace parte de la programación del Festival de Cine Frances que se lleva a cabo en Bogotá, Medellín, Barranquilla, Cali y Bucaramanga.

CINE

Mi amor

Este drama francés sigue una relación de pareja opresiva y repetitiva entre una abogada responsable y un empresario caótico y carismático. ***

Manuel Kalmanovitz G.
3 de octubre de 2016

Título original: Mon roi

País: Francia

Año: 2015

Director: Maïwenn

Guion: Etienne Comar y Maïwenn

Actores: Emmanuelle Bercot y Vincent Cassel

Duración: 124 min

Ella lo adora, él la adora. Y sin embargo se pelean, se cansan, vuelven una y otra vez a estar juntos para pelearse, separarse y volver a regresar.

Es inevitable recordar los testimonios que salieron en las noticias la semana pasada de mujeres en relaciones asfixiantes, “mujeres berracas” que nadie –ni siquiera ellas– entendía cómo seguían con tipos que las maltrataban.

En esta película el maltrato no llega a los golpes. Se manifiesta en descuidos emocionales, traiciones constantes, inseguridades exacerbadas y promesas incumplidas. Lo interesante es ver su carácter cíclico, esa forma que tienen de renacer como si el pasado no existiera, como si los personajes estuvieran en un bucle de tiempo, condenados a la repetición.

Mi amor, el cuarto largometraje dirigido por la actriz Maïwenn, hace un retrato intenso de esta relación tomentosa sin hacer juicios morales. Intenta acercarnos sutilmente al misterio de la longitud de estas parejas tóxicas, dejándonos ver que una mirada cariñosa en el momento indicado puede ser la semilla que renueva el ciclo.

La película comienza con un accidente de esquí que sufre Tony (la excelente Emmanuelle Bercot, premiada en Cannes 2015). Mientras hace una terapia para su rodilla en un centro especializado, la película repasa su historia con Giorgio (otra actuación excelente, de Vincent Cassel), empresario de restaurantes, rebuscador dinámico, hombre encantador.

Las etapas de la relación pasan cronológicamente: el encuentro inicial, el encantamiento, la diversión… a Tony le brillan los ojos mirando a su galán que la critica por haber salido con idiotas antes de conocerlo a él.

“¿Y tú no eres un idiota?”, le pregunta. “Yo no soy un idiota… soy el rey de los idiotas”, responde en una referencia al título en francés de la película (Mi rey). Pero el tipo exagera, no es tan grandioso. Es un idiota llamativo, pero promedio y no tan monstruoso. También su historia de amor tiene algo promedio y eso le da un toque aterrador: le podría pasar a cualquiera.

La normalidad se extiende a la llegada de un hijo, que no cambia la dinámica interna. Las repeticiones continúan ¿acaso no se dan cuenta? Ahí está el profundo pesimismo de Mi rey: sí se dan cuenta solo que algo –una mirada luminosa, una sonrisa cómplice, un gesto cariñoso– les permite pensar que la próxima vez tendrá otro final.

Pero la película muestra tantas veces la misma dinámica de saciedad, gritos, exigencias e incumplimientos, que resulta difícil compartir esa fe.

Intercalando los sucesos de la relación con el tratamiento de rodilla, la película contrasta un presente soleado, doloroso y solitario, con un pasado oscuro, también doloroso (aunque emocionalmente) y en compañía.

Es posible entender las razones por las que vuelven –a ella le gusta la frescura y espontaneidad de él, él busca la firmeza y seguridad de ella–, pero la terquedad de los dos y sus necesidades opuestas los hacen estar siempre insatisfechos, obligándolos a conformarse con la emoción de sentirse jugando al borde de un abismo. 

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