Cultura

Mientras el mundo celebra a Celia Cruz, en Cuba apenas se susurra su nombre

El centenario de Celia es una oportunidad. El oficialismo no va a rendirse ante su figura, pero los cubanos necesitan un nuevo relato emocional y Celia dejó uno: la alegría como recurso subversivo, escribe Yoani Sánchez.

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20 de noviembre de 2025, 5:12 p. m.
Celia Cruz. Su grito de "¡Azúcar!" era un acto de insumisión estética: celebrar la vida sin culpa, recuerda Yoani Sánchez.
Su grito de "¡Azúcar!" era un acto de insumisión estética: celebrar la vida sin culpa, recuerda Yoani Sánchez. | Foto: Kevork Djansezian/AP Photo/picture alliance

Celia Cruz hubiera cumplido cien años este 2025 y, como si el planeta entero estuviera esperando la fecha, su centenario ha desatado una oleada de conciertos, exposiciones, restauraciones de discos, especiales televisivos y retrospectivas que recorren desde Miami hasta Nueva York, pasando por Puerto Rico, Ciudad de México, Madrid y Buenos Aires. En todas partes —menos en la Isla que la vio nacer— se celebra a la mujer que convirtió la alegría en una herramienta de resistencia, a la artista que llevó la música cubana a un nivel de universalidad que ningún burócrata podría siquiera soñar.

Dentro de Cuba, el panorama es otro, más gris y contenido, como si el centenario incomodara. No sorprende: Celia Cruz, la voz más internacional que ha dado Cuba en el siglo XX, sigue siendo un nombre que al régimen se le atraganta. Basta recordar que, hace apenas unas semanas, una puesta en escena concebida para homenajearla fue primero censurada —sin demasiadas explicaciones, porque en Cuba las tijeras casi nunca se justifican, simplemente se ejecutan— y solo después se permitió su realización en un espacio pequeño, con la difusión reducida al mínimo: una obra que celebraba a la Reina de la Salsa obligada a abrirse paso como si fuera un pecado.

Celia Cruz performing with Tito Puente, London, 1986. (Photo by Michael Putland/Getty Images)
Celia Cruz en el escenario con Tito Puente, Londres, 1986. | Foto: Getty Images

Mientras tanto, en Estados Unidos se levantan exposiciones que exploran su estética desbordante, su colección de vestidos, su vida de exilio y triunfo; en Nueva York, su ciudad adoptiva, no cabe un espectador más en los tributos; en Miami, su nombre convoca multitudes que la sienten como símbolo y bandera. Es el mundo latino, el de dentro y el de fuera, despidiendo una reverencia unánime. Y Cuba… Cuba mira hacia otro lado.

Quizás porque Celia representa exactamente lo que al poder le resulta insoportable: una cubana que construyó una carrera sin obedecer, que no pidió permiso, que huyó del dogma y no volvió jamás a agachar la cabeza. En lugar de la figura adusta, sacrificada, disciplinada hasta la mutilación emocional que promueve el ideal del “hombre nuevo”, Celia ofrecía gozo. Exhibía lentejuelas, carcajadas, improvisaciones, desparpajo. Su grito de “¡Azúcar!” era un acto de insumisión estética: celebrar la vida sin culpa. Hay que ver el contraste: mientras Celia incitaba a la fiesta, la retórica oficial en Cuba premiaba la solemnidad, la obediencia y el victimismo elevado a identidad nacional.

Suzuki dice que uno de sus mejores recuerdos es cuando cantó con Celia Cruz.
La Orquesta de la Luz asegura que uno de sus mejores recuerdos es haber cantado con Celia Cruz. | Foto: ORQUESTA DE LA LUZ

Nada define mejor ese choque que el modo en que ambos discursos han envejecido. El de Celia está más vivo que nunca: sus discos regresan a las plataformas, nuevas generaciones la bailan sin entender del todo por qué esa voz las levanta de la silla. El discurso del sacrificio eterno, en cambio, ha dejado al país exhausto y amargado, atrapado en un ciclo de carencias donde la alegría parece un recurso subversivo.

Quizás por eso el centenario de Celia llega como una oportunidad. No porque el oficialismo vaya a rendirse ante su figura —no lo hizo en vida, mucho menos ahora—, sino porque los cubanos, dentro y fuera, necesitan un nuevo relato emocional. Algo que sustituya la lógica del rencor, del miedo, del “apretarse el cinturón”. Cien años después de su nacimiento, Celia Cruz sigue proponiendo un camino distinto: bailar aunque duela, cantar aunque falte, vivir aunque otros quieran impedirlo.

Celia Cruz
Sus seguidores reunidos, expresándole amor, antes de que sus restos fueran sepultados. | Foto: Getty Images

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