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"LOS INTOCABLES"

Una película sobre la mafia con la mayor taquilla del 87, y con buenos y malos como en cualquier viejo western

9 de noviembre de 1987

Por alguna razón, cuando se habla de gran cine, se habla de películas de hace 15 años o más. Y si se habla de mafia, la lista parece terminar en "El Padrino", de Coppola, la última película seria que se hizo sobre la "cosa nostra", que aún no logra ser superada, a pesar de sus muchas imitaciones, desde que fue exhibida en 1972.

Hace todo este tiempo que Hollywood descubrió el gran negocio de hacer cine para una franja juvenil. Y allí se estacionó, produciendo películas tan ingeniosas como "ET", aventuras fantásticamente traídas de lo cabellos como "Los cazadores del arca perdida", grandes producciones de efectos especiales como "La guerra de las galaxias", pero todas para satisfacer la inmensa masa de consumidores de crispetas y hamburguesa.

La película más taquillera del año en los Estados Unidos, "Los Intocables", que se estrenó la semana pasada en Colombia, también parece inspirada en un público adolescente. Con la diferencia de que tiene escenas para grandes, y que se coloca más cerca de "El Padrino", que ninguna otra película anterior sobre mafia, en cuanto a las relaciones sicológicas que se desarrollan entre sus personajes y la recreación de las intrincadas redes de los bajos fondos.

Lo que es más curioso de "Los Intocables" es que resulta más interesante para el público colombiano que para el de cualquier otro país del mundo. Sus escenas, que transcurren en Chicago, en los años 20, perfectamente podrían pasar en Medellín, en los años 80. Y el tono insolentemente paternalista con el que Al Capone afirmaba que repudiaba la violencia recuerda las palabras de Carlos Lehder cuando, de plaza en plaza, arengaba a la masas con énfasis nacionalista y patriotero.

Irónicamente, la guerra contra la mafia del whisky, un tema aparentemente pasado de moda, que inspira el guión de "Los Intocables", es tan profundamente relevante para el público colombiano. La forma de combatir el poderío y la corrupción, así como la imposibilidad de capturar a los mafiosos y la dificultad de enjuiciarlos, eran tan lejanas en 1920 como todavía continúan siéndolo en la actualidad.

Ness, el duro

Los contertulios de uno de los bares de la localidad de Coudersport, Pensilvania, todavía recuerdan cómo este hombre, Elliot Ness, llegaba en 1957 a beber cerveza, mal vestido y con claras muestras de atravesar graves problemas económicos y personales. Tenía 54 años y se pasaba horas contando, a quien quería escucharlo, cómo en los años veinte y acompañado de un grupo pequeño de suicidas, pudo enfrentarse al más formidable imperio del crimen en Norteamérica, el que encabezaba Al Capone en la ciudad de Chicago en plena prohibición alcohólica.

Esos mismos contertulios reconocen que no le creían una sola palabra. Les parecía imposible que ese hombre de maneras suaves y educadas hubiera enviado a la cárcel a quien sigue siendo considerado el más grande hampón de este siglo. Ness murió de un ataque al corazón, con muchas deudas y sin saber que dos años más tarde se iniciaría una de las series de televisión más populares, "Los Intocables", basada en las confesiones que el mismo Ness hiciera al periodista Oscar Fraley, quien publicó un libro con ese mismo título.

Los amigos del bar descubrieron entonces que habían bebido cerveza con un auténtico héroe, a quien la gloria y la fortuna no alcanzaron a rozar. Hasta 1963, cuando la serie dejó de emitirse por televisión, la fama fue acaparada por el actor que interpretaba a Ness Robert Stack. Este no llegó a conocer su personaje y en la pantalla daba una imagen opuesta a lo que el otro era en la vida real.

Sesenta años después de esta historia, Elliot Ness regresa de entre sus cenizas y de la mano de uno de los más imaginativos y violentos directores de Hollywood, Brian de Palma (ver entrevista página 55). El título, obviamente, se conserva y Robert Stack ha sido remplazado por un muchacho que tiene pocas películas pero mucho futuro, Kevin Costner, mientras Capone, gordo y amanerado, es interpretado por Robert de Niro.

Ladrones y policías

Actualmente es la película número uno en la taquilla norteamericana y se exhibe simultáneamente en todas las grandes ciudades del mundo. A diferencia de otras películas de hampones y policías, aquí el héroe no es el cazador de cabezas habitual sino un muchacho torpe, casado y con una hija, que en su primera incursión en busca de botellas de whisky se equivoca y se topa con un cargamento de sombrillas, en medio de la burla de los periódicos amigos de Capone. El Ness logrado por el guión de David Mamet (quien también escribió los guiones de "El cartero llama dos veces" y "Veredicto"), se parece más al original que el creado por la serie de televisión.

Eso es lo que gusta a los espectadores: que no es un héroe invulnerable, aunque sí insobornable, que se equivoca, que evita las malas palabras, que es educado y buen padre de familia, con profundas convicciones religiosas. En la película está asesorado por un viejo policía irlandés (interpretado con humor y mesura por Sean Connery, cada vez mejor actor después de liberarse del peso del Agente 007), un policía que conoce muy bien las calles peligrosas de Chicago y que se convierte en la otra conciencia de Ness, aconsejándolo ("El Señor odía a los cobardes", "Si quieres atrapar a Capone tienes que darle más duro: si te saca un cuchillo, le disparas; si hiere a uno de los tuyos, matas a uno de sus hombres, así es cómo funcionan las cosas en Chicago"), enseñándole a manejar armas pesadas y convirtiéndose en un personaje que logra robarse buena parte de la atención del público.

Pocos géneros tan apetecidos como el de hampones y policías. Desde James Cagney, Humphrey Bogart, Peter Lorre, Edward G. Robinson y el mismo Marlon Brando no se conocía un entusiasmo tan grande como el que ha suscitado el personaje de Elliot Ness en esta película. Lo curioso es que un director como De Palma, con una fama terrible de ser efectista, de sentir un regusto por los baños de sangre y los cuerpos destrozados a golpes y balazos ("Carrie", "Vestida para matar", "Doble de cuerpo" entre otras violentas historias suyas), haya mesurado sus instintos, haya contenido todas las extravagancias y el resultado sea una gran película de hampones y policías en la cual, el personaje más interesante no es el gángster, el malo, el destructor, el que acaba con la moral y la tranquilidad de los personajes sino ese agente especial que el gobierno envía a Chicago para que investigue y frene a Capone. La gran ironía, en una película realizada por De Palma, es que Capone vaya a la cárcel, no por los amigos destrozados con un bate en pleno banquete, no por los policías acribillados, no por todo el contrabando de licor sino por algo más simple: evasión de impuestos.

Con ese trasfondo de un Chicago temeroso, con periodistas jueces y policías comprometidos, la película explota el filón humano de sus personajes. Ness emprende su campaña acompañado del policía Malone y otros dos compañeros, y descubre que sus conceptos de la vida, la moral, el deber y otros similares, nada tienen qué hacer en ese infierno, y poco a poco se va endureciendo. Ese proceso de transformación es lo que cautiva al espectador.

Pocas películas como "Los Intocables" tan rica en detalles, con homenajes tácitos a otros grandes momentos del cine (el contable de Capone es cazado en la estación de transporte, en una inmensa escalera que recuerda las secuencias del Potemkin y, por supuesto, De Palma no pierde ocasión de jugar con el montaje, con los hampones que se enfrentan a los agentes y ese bebé, en ese cochecito que rueda y la sangre que cae y los disparos y el cochecito inocente que sigue su avance inexorable), con diálogos precisos y bien escritos, con escenarios espléndidos, con escenas de mucha acción (como el ataque al puente con esos caballos en la frontera), con trajes bien diseñados y ese De Niro gozando con su papel mientras fuma inmensos puros.

Si el espectador busca en esta película una versión de Rambo en el Chicago de los años veinte, sentirá frustración porque Elliot Ness es ingenuo, hogareño (el verdadero personaje era soltero), tiene que aprender a golpes y más tarde, cuando contemple los cadáveres de sus amigos, admitirá que ya no sigue siendo el mismo.

Tras bambalinas

Por qué se filmó la historia de "Los Intocables" y quiénes intervinieron en su filmación, también tiene su apariencia de película. Dos años y medio atrás el productor Art Linson y el presidente de la Paramount, Ned Tanen, tuvieron un desayuno de trabajo. En su época de productor independiente, Tanen estuvo tras los derechos de la serie que se mantuvo como uno de los productos más rentables de la división de televisión de Paramount. Cuando Tanen supo del interés de Linson por la misma historia, pensó que podrían unir esfuerzos. Linson no quería hacer una nueva versión de acontecimientos y personajes suficientemente conocidos por los norteamericanos. Quería una epopeya, una mirada detenida a héroes convertidos en mitos.

Descartó las fuentes históricas estrictas y apelo a su licencia poética

Comenzaron por buscar un escritor y Linson pensó en David Mamet, ganador del Pulitzer, nacido en Chicago y profundo conocedor de las historias de hampones que abundan en esa ciudad. De niño había mirado la serie de Elliot Ness y en la etapa inicial del guión, miró algunos de los capítulos. Eran muy hermosos, bien realizados pero no tenían nada qué ver con el nuevo proyecto.

Descartó las fuentes históricas estrictas y apeló a su licencia poética, provocando disgustos entre historiadores y sobrevivientes de la época de Capone. Mamet estaba seguro de lo que buscaba, ya que el motivo por el cual Capone fue a la cárcel, evasión de impuestos, no ofrecía muchos elementos dramáticos ni cinematográficos. Concedió a Ness una naturaleza ingenua, pura, que contrastaba con la corrupción que combatía y la veteranía de Malone, su asesor irlandés.

Cuando tuvo en sus manos una tercera versión del guión, Linson lo presentó a De Palma, quien por primera vez en su carrera se sintió más atraído por los personajes que por los hechos relatados. Era diferente a sus películas anteriores, donde la sangre y el suspenso eran los elementos principales.

Desde un principio De Palma concibió una película de hampones como si fuera del Oeste y por eso, más que en el "El Padrino", el director acudió mentalmente a las imágenes y el tratamiento de "La Pandilla salvaje".

Las relaciones entre Mamet y De Palma nunca fueron cordiales y algunas escenas de violencia y sangre que existen en la versión definitiva, se deben exclusivamente al director. Se inició la selección de actores. Al principio pensaron en Bob Hoskins, William Hurt y también en Harrison Ford. Estaban ocupados. Es más, Hoskins alcanzó a filmar algunas escenas pero se retiró. Buscaron a Robert Stack pero éste entendió enseguida que nada tenía qué ver en la película. Se toparon entonces con una auténtica revelación, Kevin Costner, de 32 años, un agente vendedor quien convertido en actor de películas menores consiguió un papel significativo en "Reencuentro" de Kasdan, como el amigo que se suicida, pero todas las tomas en que aparecía, fueron descartadas. Luego el director lo resarció dándole un personaje clave en "Silverado".

Lo que quedó claro, ya con el apoyo de un actor agradable como Costner, fue que el personaje de Ness no sería un Rambo lanzado contra los hampones de Chicago.

Vino entonces la escogencia del actor para el personaje de Malone, ese policía maleado por una ciudad que acaba con todo y quien conoce todas las trampas. Pensaron en alguien como Sean Connery pero lo dudaron: se sentían incapaces de proponerle un papel secundario a una estrella como él. Sin embargo le enviaron el guión y el actor quedó fascinado. Es más, aceptó un sueldo menor pero con participación en las ganancias posteriores. La taquilla que la película sigue recaudando demuestra su olfato comercial.Amigos desde hace muchos años, De Palma y Robert de Niro, escogido para el personaje de Capone, pudieron entenderse.

Además, por un papel que es breve, recibiría millón y medio de dólares. Poco a poco el presupuesto inicial de 17 millones de dólares se creció hasta alcanzar los 24 millones, una suma normal teniendo en cuenta todas las implicaciones técnicas y ambientales de la historia. Para que no hubiera la menor duda sobre los escenarios a ser utilizados fue contratada la responsable de la belleza plástica de Amadeus, Patrizia von Brandenstein.

Lo que los críticos admiran y los espectadores adivinan entre tantas escenas realizadas con un extraño sentido de la perfección, es que De Palma es el amo absoluto de la película, que el guión de Mamet fue alterado segun sus conveniencias y que tuvo mano suelta en sus gastos. Aunque cada uno elogia al otro, el director y el guionista alcanzaron a redactar ocho versiones del guión porque cada uno tenía ideas que no quería dejar por fuera.

Todo tiempo pasado...

Lo que realmente sorprende de "Los Intocables" es su gran éxito de taquilla, a pesar de constituir una nueva versión de la vieja historia que ya había contado, y muy bien contada, la famosa serie de televisión. Que todavía venda el tema de la guerra de los Estados Unidos contra el whisky, en una época en la que el mundo entero libra una lucha a muerte contra la cocaína, es algo que "Los Intocables" permiten ver para creer. Y si queda alguna esperanza, después de descubrir las innumerables similitudes existentes entre la mafia del whisky y la de la droga, es la moraleja de que no hay mal que dure cien años ni sociedad que lo resista.