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Jun Jong-seo, Yoo Ah-in y Yeun Steven integran este particular trío, que marca el regreso del maestro del cine coreano Lee Chang-dong, con guion basado en un cuento del japonés Haruki Murakami.

CINE

Burning, la más reciente película de uno de los maestros del cine mundial

Tras una pausa de ocho años, el director coreano Lee Chang-dong regresa con una película sutil de suspenso, en la que entreteje romance y tensiones sociales.

23 de marzo de 2019

Título original: Beoning

País: Corea del Sur

Año: 2018

Director: Lee Chang-dong

Guion: Oh Jung-mi y Lee Chang-dong, a partir de un cuento de Haruki Murakami

Actores: Jun Jong-seo, Yoo Ah-in, Yeun Steven

Duración: 148 min

Calificación: 4 estrellas.

En esta película cuidadosa, sutil y tensionante, hay toda una exploración de la ambigüedad que puede haber entre los gestos y lo que hay detrás de ellos. Es un tema que se asoma cerca del comienzo, cuando la simpática protagonista, Shin Hae-mi (Jun Jong-seo), le muestra a su nuevo amigo, Lee Jong-su (Yoo Ah-in), cómo aprendió a comer una mandarina en una clase de pantomima. “No imaginas que la naranja está acá, sino que te olvidas de que no está; ese es el secreto”, dice, haciendo los gestos de pelarla, comerla y escupir la pulpa en la mano.

Eventualmente, Shin parte en un viaje a África y le pide a Lee que se encargue de alimentar a su gato que se esconde de los desconocidos, y ahí el tema regresa: “¿Segura de que no existe solo en tu imaginación?”, le dice él, como si tener un gato y hacerse el que lo tiene fuera lo mismo.

El director de estas escenas es el siempre excelente Lee Chang-dong, que se toma varios años entre películas (la anterior, Poesía, es un drama poderoso estrenado en 2010) y que acá parte de un cuento de Haruki Murakami para explorar lo que esas dudas entre el gesto y la realidad, entre la acción y su rastro, implican para sus protagonistas (y para los espectadores).

El centro dramático de Burning es el triángulo que eventualmente se forma entre Lee, Shin y Ben (Yeun Steven), un tipo carismático, bien vestido y seguro de sí. Shin conoce a Ben en sus viajes y este parece ser el modelo encarnado del éxito contemporáneo. “Para mí no hay diferencia entre jugar y trabajar”, les dice, para evadir la pregunta sobre cómo se gana la vida. Esto evidencia el contraste con las vidas más aterrizadas de Shin, que trabaja de promotora en un supermercado, y de Lee, que maneja el camión de una tienda mientras intenta terminar de escribir una novela.

La película dibuja el triángulo magistralmente, al darle tiempo para ir revelando las corrientes complejas de atracción, desilusión, extrañeza y resentimiento de clase, que fluyen de Lee hacia su amiga y su novio hiperperfecto. También para que nosotros, como espectadores, estemos especialmente sensibles hacia las posibles disonancias entre apariencia y realidad.

En buena medida, esa incertidumbre y ese drama a fuego lento se alimentan de las relaciones que, con actuaciones tranquilas y mesuradas, vamos viendo en ese trío peculiar: Lee es taciturno y apaleado; Shin es excéntrica y distraída; y Ben, detrás de su control y narcisismo, deja ver algo frío e inquietante.

Las dudas metafísicas sobre la ambigüedad entre los gestos y su causa terminan por cobrar otra dimensión en la figura de Ben —“uno de esos misteriosos jóvenes con dinero”, como lo define Lee—. Este parece vivir una vida de hedonismo leve con un tufillo siniestro que la película delinea de manera tan sutil que uno, como espectador, no puede evitar preguntarse si en verdad está sospechando lo que está sospechando.

Con un gran sentido del ritmo y entretejiendo elementos de reflexión social, suspenso clásico y del romance más desesperanzado y resignado, Lee Chang-dong confirma en esta película que en el presente es uno de los maestros del cine mundial.

Aquí, el avance de Burning

CARTELERA

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Beautiful Boy: siempre serás mi hijo - 2 estrellas

Retrato de la relación entre un padre y su hijo adicto a las drogas, basado en una historia real.

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