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El cantante puertorriqueño cerró la edición de Rock al Parque con su 'Vagabundo'. | Foto: Daniel Reina

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Rock al Parque 2017: Día 3. Mística y camino a seguir

Robi Draco Rosa cerró en la edición 2017 lo que empezó en la edición 1997. El lunes tuvo amplia presencia femenina y una paleta descrestante de rock latinoamericano. Balance muy positivo.

Alejandro Pérez
4 de julio de 2017

Mucho se debatió en años anteriores sobre la dosis de rock en Rock al Parque. ¿Era suficiente?, ¿era adecuada?, ¿era rap?, ¿pop? ¿era, x o y factor para segmentarlo, aceptarlo o rechazarlo? En esta edición no faltó rock pesado. De hecho tuvo casi día y medio, con dos cierres en tres días (Lamb of God, Obituary).

La gran virtud de la edición 2017 se explica así: sació los apetitos guturales y, luego, entre el domingo y lunes, presentó una gama de propuestas que sorprendieron. La creciente participación de mujeres, de bandas locales de lugares en Colombia que no suelen llegar, prueban que hay un camino a seguir. Latinoamérica suele prevalecer en el cierre, y lo hizo, sólida. No todo debe cambiar.

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De adelante hacia atrás, Robi Draco Rosa entregó lo que prometió. Navegó con la intensidad necesaria su disco Vagabundo en una interpretación inédita que dedicó a Colombia, un país en el que, explicó, por más bajo que se sienta, siempre se levanta. Draco mencionó ese Rock al Parque 1997, cuando presentó este trabajo. Contó cómo esos días estaba sumido en una depresión sin par, tan así que no pudo dar la cara, y por eso tocó con una velada en la cabeza. El toque, legendario, no pasó desapercibido para él, lo recordó con los pelos y señales que quienes estuvieron suelen mencionar.

Esta fue una presentación más alegre, más luminosa que la de poeta negro de 1997, pero densa y espeluznante. Y dio poco respiro. Arrancó con Madre Tierra, siguió con Llanto Subterráneo (de poesía, de Sabines), y Vagabundo y Penélope y Blanca Mujer, y Vértigo y el resto del disco que a muchos enganchó irremediablemente. Draco estaba extático, su emoción (a flor de piel) solía quebrarle la voz cuando hablaba. Pero sus versos, con un toque de flanger, sus cantos y alaridos, emocionaron. Por momentos gesticuló como director de orquesta, otros bailó como un bufón. Una constante, sonrió de oreja a oreja.

Problemas de sonido no faltaron (fueron un triste invitado del lunes en el escenario Plaza), pero no lograron eclipsar ni en un grado la interpretación. La baterista, magna en su talento y en su afro, protagonizó su show propio. Un cierre, para muchos de nicho, resultó histórico para quienes ven el festival como una historia viva.

No bailan solas

El cierre contó con show remarcables, entre otros, de Salt Cathedral, Tulipa Ruiz, La Santa Cecilia y Mon Laferte, que cerró el escenario Bio frente a una ferviente parcial. Las voces femeninas fluctuaron en géneros e influencias desde lo chicano hasta el folk y el drum and bass. El público respondió acorde, asistió, aplaudió, apoyó.

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Quizás el mayor descubrimiento del lunes, los argentinos de Los espíritus.

Los latinoamericanos, lujo

Los Espíritus Los argentinos no defraudaron ni un pelo. Sonaron increíble. Navegaron un rock de onda, que pisa con batería y bajos robustos, pero que en sus dos guitarristas líderes encuentra escapes sónicos y solos espaciales. Su sonido, su solidez, sus dos voces, sus congas, su manera de copar el escenario como una avanzada los hacen uno de los mayores aciertos de esta curaduría.

Panteón Rococó Desde México, en su tercer Rock al Parque, la banda superó problemas de sonido (incluido una caída completa) para desplegar su tormenta de ska, rockabilly, con contundentes ataques de trompeta, trombón, guitarras y un bajo caminante. Con energía desde el primero hasta el último miembro, veteranos, su dominio de escena es evidente: transmiten una fiesta contestataria y alegre que no desacelera pero tiene matices. Sugirió desde cumbias hasta acordes de la banda sonora de Rocky (mientras subía las escaleras en Philadelphia). Entretención pura.

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Pasto y Bogotá

Montaña La influencia de Explosions in the Sky es evidente, pero caminan con virtud propia. La banda instrumental aseguró haber cumplido un sueño, y lo compartió dando el concierto de su vida. Aplausos al ingeniero, sonaron fuera de lo común, impecables. La presentación de los capitalinos estuvo marcada por un manejo orgánico de la emoción, y habla bien de ellos haberse ganado una audiencia, usualmente, no tan contemplativa. ¿Prueba? Alguien desde el público les gritó temprano: “¡Está bien, no canten!”. No era un reproche.



Acid Yesit Tribales, místicos, psicotrópicos, los pastusos trajeron una propuesta con vestuario y tótems que soportaron en música sorprendente, progresiva, viva, quebrada, matemática y creativa. Con vientos, con personalidad, la banda abrió bocas y se justificó plenamente (trajo a la memoria ciertos matices de la banda Morfonia).



La edición 2017 dejó un buen sabor, cubrió sus bases pero exploró y ganó. Más de 180.000 asistentes son prueba de ello, y cada cuál hablará de la fiesta según le fue. Hasta 2018.

Fotos de Daniel Reina Romero / Videos de Alejandro Pérez