Comercio exterior
El café en EE. UU. podría quedar etiquetado como producto “bueno para la salud”. Una oportunidad para Colombia
William M. Murray, presidente de la National Coffee Association de EE. UU., visitó Colombia para el congreso de Asoexport. Habló sobre el futuro del café ante la guerra arancelaria y las nuevas tendencias de consumo.
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SEMANA: ¿Qué hace exactamente la asociación que usted preside, la NCA?
WILLIAM M. MURRAY: Somos como Asoexport (gremio de los exportadores de café colombiano), pero para toda la industria. Representamos a tostadores, importadores, fabricantes de equipos, a cualquiera que esté en el negocio. También a algunos caficultores e incluso uno de nuestros miembros es la Federación de Cafeteros de Colombia.
SEMANA: ¿Cómo está hoy el mercado del café en Estados Unidos?
W.M.M.: El 73 por ciento de los americanos toman café al menos una vez a la semana y el 66 por ciento lo consume a diario; así, el café genera una actividad de 343.000 millones de dólares y 2,2 millones de empleos en Estados Unidos, lo que significa que es un sector muy importante.
SEMANA: ¿Y cómo miden ese impacto económico?
W.M.M.: Cada dos años realizamos un estudio que incluye a toda la cadena de valor del café, desde baristas hasta constructores y técnicos de los lugares de venta de café. El resultado refleja que hoy es la bebida más consumida en Estados Unidos, por encima del vino o las gaseosas. Además, la encuesta más reciente, en junio, mostró que el consumo se mantiene estable.

SEMANA: ¿Y ese consumo de qué tamaño es?
W.M.M.: Estados Unidos consume unos 25 millones de sacos de café al año, una cifra que lo consolida como el mayor consumidor individual del mundo.
SEMANA: ¿Cuáles son sus principales proveedores?
W.M.M.: Brasil se mantiene en el primer lugar, luego vienen Colombia, Honduras y Vietnam. Pero en las encuestas con consumidores, Colombia ocupa el primer lugar en cuanto a reconocimiento como país productor y tiene la mejor reputación entre todos los orígenes del mundo. Eso se debe a las inversiones en mercadeo, la calidad del café y el trabajo de exportación que ustedes realizan.
SEMANA: ¿Qué tan preocupados están en la NCA por la nueva política arancelaria de Estados Unidos?
W.M.M.: Hay varias formas de responder. Empecemos por la posible baja en la demanda. Aunque la encuesta de junio muestra que los estadounidenses siguen consumiendo la misma cantidad de café, la diferencia está en cómo lo compran y consumen. Ante la presión económica, toman más en casa que fuera de ella, al tiempo que quienes tienen más recursos adquieren paquetes grandes para ahorrar y quienes tienen menos compran porciones pequeñas, buscan descuentos o programas de fidelidad. Aunque estamos muy preocupados por los aranceles, estos aún no se reflejan en la misma proporción en los precios al consumidor final. Por ejemplo, Brasil enfrenta un 50 por ciento de arancel desde julio, pero esto todavía no se ve porque el café que estaba en tránsito quedó exento del nuevo impuesto. No obstante, entre enero y septiembre los precios minoristas subieron 21 por ciento.

SEMANA: ¿Y qué están haciendo como industria frente a esta situación?
W.M.M.: Trabajamos con los gremios como Asoexport para mantener una estrategia común. En Washington explicamos cómo funciona el sector cafetero. En Estados Unidos solo se cultiva café en Hawái y Puerto Rico, menos del 1 por ciento del consumo nacional. Por eso, cualquier arancel elevaría drásticamente los precios, en medio de la inflación y el alto costo de los alimentos. El Gobierno Trump ha mostrado disposición: una orden ejecutiva del 5 de septiembre incluyó al café entre los productos con posible exención o arancel preferencial. El presidente incluso afirmó que quiere que el precio del café baje. Lo importante es que cada país debe negociar su propio acuerdo comercial para lograr eliminar o reducir los aranceles.
SEMANA: ¿Y ustedes como NCA participan en esas discusiones entre gobiernos?
W.M.M.: No, cada país maneja el tema por separado, pero compartimos información pública –estadísticas y datos– para que los gobiernos comprendan la importancia del café y alcancen acuerdos. En Washington transmitimos el mismo mensaje y las autoridades han sido receptivas. Actualmente, hay acuerdos en curso con Malasia, Vietnam y Camboya, y se espera que el café reciba trato preferencial.
SEMANA: Más allá de los aranceles, el precio del café sube por la menor producción en Brasil y Vietnam. ¿Cuál es su expectativa al respecto?
W.M.M.: Hoy el mundo no produce suficiente café. Antes había años de excedentes y de escasez, pero el mercado se equilibraba. Actualmente, con más consumidores en China y América Latina, la producción no cubre la demanda. Se requiere más inversión y nuevas áreas de cultivo adaptadas a los cambios del mercado. En Estados Unidos, el 57 por ciento de los consumidores prefiere cafés de especialidad, bebidas como lattes y espressos elaborados con robusta, una variedad más resistente y económica que la arábica. Además, los jóvenes entre 18 y 29 años consumen hasta 40 por ciento de su café en versiones frías; si mantienen ese hábito, la demanda de robusta aumentará. En conclusión, expandir el cultivo de robusta permitirá reducir la escasez y estabilizar los precios.

SEMANA: ¿Qué consejo les podría dar a los productores colombianos en ese frente?
W.M.M.: Eso no me corresponde a mí decirlo, pero la cuestión principal radica en cómo crear las condiciones necesarias para hacer que el sector sea atractivo para los inversionistas. Existen muchas formas de hacerlo: programas tributarios, instrumentos financieros, incentivos, etc. Pero, repito, esas son decisiones que Colombia debe tomar internamente.
SEMANA: Este año el precio internacional del café ha rondado los 4 dólares por libra, y algunos temen que suba a 5. ¿Existe un nivel que considere insostenible?
W.M.M.: No lo sé. Pero hace unos ocho años –cuando los precios estaban subiendo– vi un reportaje donde una compradora en Estados Unidos dijo: “Puedo dejar de comer carne y tomar leche, pero no puedo empezar el día sin mi café”. Esto refleja que no sabemos cuándo los consumidores dejarían de comprarlo, pero sí que el café sigue siendo su prioridad.
SEMANA: ¿Cómo está el consumo de café entre las generaciones más jóvenes?
W.M.M.: Hace décadas se asociaba el café con el cigarrillo, por lo que se creía erróneamente que causaba cáncer, cuando el problema era el tabaco. En los últimos 15 años, los estudios demostraron que quienes toman café viven más y con mejor salud, con menos cáncer, alzhéimer y enfermedades hepáticas. Tras diez años de insistencia, el Gobierno de Estados Unidos reconoció oficialmente que el café es una bebida saludable, lo que permite incluir esa frase en los empaques. Como las etiquetas que advierten sobre grasas o azúcares, pero con el fin de impulsar el consumo, especialmente entre los jóvenes interesados en una vida saludable.

SEMANA: ¿Sería posible tener una etiqueta en el café que diga “bueno para la salud”?
W.M.M.: Sí, gracias a la nueva regulación, pero con precaución: no se puede afirmar que “el café cura el cáncer”, aunque sí decir “según el Departamento de Agricultura (USDA) y la FDA, el café es saludable”. La norma exige que la bebida tenga menos de cinco calorías por porción de 12 onzas. El café negro tostado y molido cumple ese requisito, por lo que puede etiquetarse como bebida saludable, creando una nueva oportunidad para impulsar el consumo.
SEMANA: Las nuevas generaciones valoran la comida saludable, el comercio justo y lo orgánico. ¿Cómo encaja el café colombiano en esas tendencias?
W.M.M.: Colombia supera a muchos países en trato a los caficultores, legislación laboral y sostenibilidad, pero falta comunicar mejor esa historia. Aunque no todo es perfecto, el país ha hecho grandes avances y tiene una historia valiosa que contar.

