OPINIÓN

Alejandro Ordóñez: ¿Próximo ministro de educación?

Julián De Zubiría analizó la situación hipotética de un ministerio de educación en manos del exprocurador Alejandro Ordóñez; según él, algo muy posible en caso de que Iván Duque y el Centro Democrático ganen las próximas elecciones presidenciales.

Julián De Zubiría*
3 de abril de 2018

El 7 de septiembre de 2016, Alejandro Ordóñez, el entonces procurador de la nación, fue destituido por el Consejo de Estado después de encontrar graves elementos de corrupción en su reelección: Pagó con contratos en el ministerio público a familiares de los magistrados que lo ternaron. En términos coloquiales, eso significa, ni más ni menos: “yo te elijo, tú me eliges”.

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Ordóñez utilizó la Procuraduría esencialmente como plataforma política para su campaña a la presidencia. De allí que fue especialmente duro en la persecución de sus potenciales enemigos políticos, siendo muy sonadas las destituciones de Gustavo Petro, Alonso Salazar y Piedad Córdoba.

Sin embargo, estos procesos posteriormente tuvieron que ser revertidos por el Consejo de Estado y pagadas cuantiosas indemnizaciones al demostrarse la inconstitucionalidad que los cubría. Por el contrario, casi nada hizo ante el mayor escándalo de corrupción visto en América Latina en la última década: Odebrecht. Los funcionarios hoy detenidos, fueron absueltos en su momento por el Procurador. Algo muy similar sucedió con el gravísimo escándalo de Reficar, tema en el que no se avanzó ni un milímetro, a pesar de los gigantescos sobrecostos demostrados.

Comprender el pensamiento de Ordóñez requiere estudiar algunas de las tesis políticas y religiosas del medioevo. Para comenzar, dedicó su tesis de grado a la Virgen María "suplicándole la restauración del orden cristiano y el aplastamiento del comunismo ateo". Su mentor espiritual había dicho: “No se puede dialogar con los masones o con los comunistas, ya que no se dialoga con el diablo”.

El ex procurador, seguidor de Moseñor Lefebvre, considera equivocado que el público escuche la misa en un idioma en el que pueda entender lo que está diciendo el sacerdote y rechaza las modificaciones que fueron introducidas en el Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII y clausurado por Paulo VI en 1965.

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Ordóñez participó recientemente en la consulta del Centro Democrático porque está interesado en ejercer el poder y su aspiración es clara: ser ministro de Justicia o de Educación en un eventual gobierno de Iván Duque y Álvaro Uribe. El primero le interesa para implementar la asamblea constituyente que vienen preparando con el fin de concentrar todos los poderes en un solo partido político, tal como ha sucedido recientemente en Venezuela; el segundo lo desea personalmente, ya que quisiera ser reconocido como quien logró desmontar la supuesta “ideología de género”, que, en términos de los sectores ultraconservadores contrarios al Papa, pretende destruir a “la familia” y “descristianizar a la sociedad”.

En las siguientes notas reflexionaré en torno a lo que podría significar un ministerio de educación en manos de un personaje político que, como Alejandro Ordóñez, desconoce la diversidad y reconfiguración de las familias actuales.

Hablar de “una sola familia”, implica desconocer la historia. Hoy, tan solo el 8% de los niños estadunidenses y el 30% de los colombianos viven en hogares conformados por padre, madre y hermanos. Las familias actuales son muchísimo más diversas y flexibles, ya que existen familias sin hijos, de jóvenes que viven solos; de padre y madre del mismo género o conformadas por hijos “tuyos, míos y nuestros”, entre muchas opciones.

Cuando la directora de RCN radio le preguntó al ex procurador “¿A usted no le parece que quemar libros atenta contra el pensamiento libre y la democracia?”, Ordóñez no dudó en responder: “Es un acto pedagógico. Ahora construiré políticas públicas”.

La periodista se refería a la quema de libros que el ex procurador había encabezado el 13 de mayo de 1978 en Bucaramanga. Libros de Rousseau, Marx y García Márquez fueron retirados de la biblioteca Gabriel Turbay en Bucaramanga y quemados en la plaza pública por su carácter “diabólico” y por “envenenar el alma de las juventudes con las ideas del libertinaje”. El ex procurador se refería a sus ambiciones políticas.

Resultaría una paradoja tener un ministro de educación que considera un “acto pedagógico” la quema de libros. Sin duda, Ordóñez retiraría de las bibliotecas los textos de algunos de los grandes pensadores políticos, científicos y artistas, los cuales, según su criterio, están “dominados por las ideas del libertinaje político”.

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Al mismo tiempo reimprimiría y regalaría en los colegios oficiales ejemplares del manual sobre urbanidad y buenas costumbres, escrito por Manuel Carreño y publicado en 1853, además del catecismo del Padre Astete, escrito en 1599.

Obviamente, durante su mandato no se hablaría de la formación de la autonomía, la creatividad y el pensamiento crítico, algunos de los desafíos más importantes de la educación actual, pero los cuales resultan excesivamente liberales dada su visión fanática y excluyente de la religión y la vida.

En su concepto ante la Corte Constitucional, el ex procurador manifestó que establecer la cátedra de educación sexual generaría “consecuencias indeseables, como el incentivo de la curiosidad hacia las conductas sexuales y aceleraría de manera inconveniente el inicio de la vida sexual de niños y adolescentes”. Mientras tanto, el país cuenta con Luis Miguel Bermúdez, uno de los diez mejores profesores del mundo, quien, gracias a sus excelentes cátedras de educación sexual, ha podido eliminar los embarazos de niñas menores de edad en un colegio público de la localidad de Suba.

Otra paradoja sería que tendríamos un ministro que rechazaría dichas cátedras. La consecuencia sería dramática para la vida de ellas y de los menores que engendran sin que ellas terminen de criarse. El 18% de las jóvenes entre 14 y 19 años está o ha estado embarazada. Así mismo, el mayor número de denuncias sobre violaciones se presenta para niños entre los 5 y 9 años y de niñas entre 10 y 14 años. ¿Habrá que esperar a que los violen o a que ellas queden embarazadas para iniciar su educación sexual?

Sin embargo, su arremetida ante lo que hemos logrado en las últimas décadas no terminaría allí. En su programa público, el ex procurador ha dicho que la educación oficial ha fracasado y que por ello habría que entregarla a manos privadas. Según esta tesis, el Estado debería reconocer un “bono estudiantil”, para que los padres elijan libremente en dónde quieren invertir el dinero.

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Es la misma tesis que está aplicando Trump en Estados Unidos con la Secretaria de Educación, Betsy Devos, quien también afirma que la educación pública es “un monopolio, un callejón sin salida”. La pretensión es muy clara, pero contraria al ideario liberal y democrático: destruir la educación pública y fortalecer la privada.

Es la misma tesis que implementó Uribe cuando abandonó los colegios oficiales rurales y elevó la desigualdad frente a los privados; la misma que quiso implementar el primer gobierno de Santos, cuando intentó establecer el “ánimo de lucro en la educación superior”, y la misma que llevó a cabo durante su segundo gobierno, bajo el pomposo nombre de “Ser pilo paga”. Como puede verse, en educación no hay ninguna diferencia entre lo hecho por Uribe, por Santos y lo que piensa hacer el Centro Democrático, si llegase nuevamente al poder.

Pero su ataque sería mayor ante los principios que subyacen a la Constitución de 1991, particularmente a los que tienen que ver con el libre desarrollo de la personalidad y la libertad de cultos. De ser posible una reforma constitucional que debilitara la división de poderes y la separación entre la iglesia y el Estado, con seguridad establecería que en los colegios oficiales se pudieran llevar a cabo ceremonias religiosas, atentando con ello contra la libertad religiosa; e impondría “normas de buenas costumbres en el vestir para niños y niñas”, violando de paso el libre desarrollo de la personalidad y persiguiendo a las poblaciones minoritarias.

De seguro, su pretensión también sería prohibir expresiones de afecto entre los jóvenes en los colegios, tal como públicamente ha manifestado, y actividades como el Festival Iberoamericano de Teatro, ya que algunos actores “se desnudan y simulan relaciones sexuales delante del público”.

Alejandro Ordóñez es un personaje político más propio del siglo XIX. Sus tesis se encuentran en algunos de los debates clásicos en el medioevo. Sin embargo, lo que debe preocuparnos no son sus propuestas, sino que en un país, en pleno siglo XXI, esté muy cerca de retornar al poder el partido político con el cual se alió el ex procurador en los últimos años. 

Hubiera preferido que una nota sobra la posibilidad de que un personaje como Alejandro Ordóñez llegara al ministerio de educación, fuera escrita por la creativa pluma de sátira política a la que nos tiene acostumbrados Daniel Samper en la Revista Semana. Pero, desafortunadamente, como dice uno de los autores de lectura prohibida por el ex procurador: “La historia se repite dos veces: la primera como tragedia, la segunda como comedia”. Lo verdaderamente triste es que sería una comedia que seguiría debilitando el derecho y la calidad de la educación en el país. 

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¿Será que hay personas en Colombia que creen que en realidad el ex procurador efectivamente impulsará la renovación política y la lucha contra la corrupción en el país? ¿Será imposible detener la tragedia de ver a un pensador decimonónico al frente del ministerio que está llamado a impulsar el desarrollo nacional en el siglo XXI?

La esperanza nunca debe perderse. Ni siquiera después de tener que revisar, para escribir esta columna, las tesis filosóficas, pedagógicas y políticas de un personaje como Alejandro Ordóñez, hoy próximo ministro de educación en un eventual gobierno de Iván Duque.

*Director del Instituto Alberto Merani y consultor en educación de las Naciones Unidas. Twitter: @juliandezubiria