En esta década que empieza, la neuroplasticidad, el tratamiento de la hiperactividad y la atención, junto con el desarrollo de habilidades blandas para el posconflicto, sin duda alguna marcarán una tendencia en la enseñanza | Foto: Getty

EDUCACIÓN

Las tendencias educativas de la nueva década

Expertos de varias disciplinas consideran que la neuroplasticidad, el tratamiento de la hiperactividad y el desarrollo de habilidades blandas para el posconflicto marcarán la educación en la década que empieza.

4 de marzo de 2020

La ciencia constantemente derriba fronteras. Lo que antes parecía imposible e incluso ilógico hoy se transforma en un mundo de posibilidades al alcance de todos. Esa misma dinámica ocurre en la educación, que apoyada en los últimos estudios y desarrollos científicos, avanza para comprender nuevas maneras de abordar y mejorar el aprendizaje.

Por ello, para esta década que empieza, la neuroplasticidad, el tratamiento de la hiperactividad y la atención, junto con el desarrollo de habilidades blandas para el posconflicto, sin duda alguna marcarán una tendencia en la enseñanza, según consideran expertos.

El florecer de la neuropsicología

La neuroplasticidad ha revolucionado la educación. Se define como la capacidad del cerebro de aprender y adaptarse, y ha llevado a comprender mejor el funcionamiento de nuestro principal órgano vital durante los procesos de aprendizaje.

Expertos internacionales, como la doctora en psicología Julia Harper, señalan que lo primordial es recordar que todo aprendizaje comienza en el cerebro. En esta medida, debemos tener una visión integral del mismo, que involucre tanto los procesos que ocurren en el córtex como en el subcórtex.

Para Harper, la educación tradicional se enfoca únicamente en los procesos del córtex, esa parte del cerebro encargada de generar resultados y responsable solo del 20 por ciento del aprendizaje. Por ello, la oportunidad está en comprender y explotar el subcórtex, que automatiza el conocimiento y es artífice del 80 por ciento restante del proceso. Y aquí es cuando entra la neuropsicología.

La clave para el futuro está en comprender que el cerebro se puede transformar sin barreras de edad o tiempo. Es maleable y cambiante; podemos aprender constantemente nuevos hábitos con ejercicios focalizados que generan nuevas conexiones en el cerebro.

De esta manera, neuropsicólogas como Ana Catalina Hormaza mencionan que cada vez más se ve la presencia de esta ciencia en los colegios. Antes era una área algo distante, pero hoy pasa a la primera fila en el aprendizaje.

Repensando la hiperactividad

Desde la década de los ochenta, mucho se ha hablado sobre la hiperactividad y el déficit de atención. Los niños y niñas que se caracterizaban por ser inquietos, distraídos o impulsivos en el salón de clases quedaban inmediatamente categorizados. Y en el peor de los casos, estigmatizados.

Así, algunos expertos empezaron a cuestionar la manera de diagnosticarlos y recetarles medicamentos. Como el caso de la Ritalina, que, a pesar de tener efectos en las bases bioquímicas de la hiperactividad, también causa efectos secundarios relevantes que hacen que un buen diagnóstico sea primordial.

Hoy los especialistas están repensando la hiperactividad, con y sin déficit de atención, y diseñando nuevas maneras de tratarla en la década que empieza. La psicóloga María Ángela Suárez, del centro especializado Tools After School, hace especial énfasis en el diagnóstico. Se necesita estudiar a cada paciente por medio de un trabajo interdisciplinario con neuropsicología, psiquiatría y neuropediatría, además del acompañamiento del colegio y la familia.

Entre las sintomatologías están el tiempo que el niño puede permanecer quieto en una actividad, su capacidad para seguir más de dos o tres pasos en una serie de instrucciones, su constante movimiento, sus dificultades para mantener contacto visual o sus afectaciones en los patrones de sueño. Hoy sabemos que no es posible hacer este diagnóstico antes de los 7 años de edad.

De esta manera, las terapias comportamentales y de disciplina consciente ofrecen los tratamientos más eficientes, enfocados en enseñar a los menores a entender sus emociones y aprender a focalizar sus pensamientos. Se trata de generar mecanismos adecuados de comunicación y de control corporal que les permitan a los niños tener una vida feliz.

Esta es una población relevante, pues representa casi el 5 por ciento de los estudiantes, como señala Suárez. En países como Estados Unidos, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades estimó en cerca del 10 por ciento de los niños.

Suárez invita a los maestros a adoptar estrategias que estimulen el desarrollo de los menores en el salón de clases, como ayudarlos a encontrar un puesto que permita mantener la atención con más facilidad y asignar tareas que ayuden a que se enfoquen. Sobre todo, a crear una señal entre estudiante y profesor que no lo ponga constantemente en evidencia frente a los compañeros. Las rutinas claras y los deportes son buenos escenarios para estos jóvenes, que si no reciben un buen diagnóstico, están en un riesgo de desarrollar trastornos de ansiedad, depresión y, en general, problemas de aprendizaje.

Criar niños empáticos

Colombia vive, sin duda, momentos de cambios y enormes retos. Las nuevas realidades del posconflicto, sumado a la llegada de millones de migrantes venezolanos, llevan a que la generación de hoy crezca en un país muy distinto al de hace algunos años.

Por ello, la educación tiene un desafío muy significativo: determinar cómo abordar una sociedad fracturada por la violencia, que hoy intenta recuperarse. Para los expertos, la respuesta estaría en educar niños con inteligencia emocional.

Uno de ellos, Neil Boothby, profesor y director del programa Fomentando Resiliencia de la Universidad de Notre Dame, ha dedicado su vida a estudiar las secuelas de la guerra en los niños y cómo educar para la resiliencia. Para él, en un contexto como el nuestro, es fundamental enfocarse en desarrollar habilidades no académicas, como la empatía, la persistencia y el amor por el otro.

En el proceso deben involucrarse todos los actores para generar un ambiente seguro y sano. Este trayecto requiere también de diálogo, para abrir el camino a reconstruir lo sucedido desde múltiples perspectivas. Boothby asegura que tanto profesores como padres no pueden temer a hablar sobre lo ocurrido, a fin de enseñar a aprender del pasado. Deben optar por crear lazos fuertes y preocuparse por el otro.

Roberto Chaskel, psiquiatra infantil y profesor universitario, concuerda con la importancia del diálogo. Educar en valores es relevante desde hace años, pero no hay que temer llevar a los niños a espacios de reflexión. Herramientas como narrar cuentos, ver películas y observar la realidad sirven para hablar sobre posibles sentimientos y reacciones a determinadas situaciones. Poner nombre a esas emociones y saber gestionarlas permite criar personas sanas, sin olvidar que siempre se aprende más por el ejemplo.

Sin embargo, no puede quedar en segundo plano la importancia de satisfacer las necesidades básicas en zonas afectadas por la violencia. Para Boothby, es indispensable trabajar desde todos los ámbitos, desde el Estado, la comunidad, los colegios y las familias, contra la desigualdad social. ?Toma años, pero vale la pena que como colombianos veamos en la educación una herramienta fundamental para construir paz