Home

Gente

Artículo

ARTE Y PARTE

Con la donación de 73 obras de artistas nacionales y extranjeros, Edgar Negret montó en Popayán el Museo Iberoamericano de Arte Moderno, primero en su género en Colombia.

8 de agosto de 1994

EDGAR NEGRET ACABA DE DAR EJEMplo. Pero esta vez no fue con una de sus célebres esculturas, sino con un gesto de desprendimiento. En efecto, el miércoles de la semana pasada el maestro hizo realidad una idea que se le ocurrió hace algún tiempo: donarle a Popayán -ciudad donde nació hace 74 años- una colección de obras de su propiedad, reunidas a lo largo de toda su vida.

Ese día el arte estuvo de plácemes, pues al lado de la Casa Museo Negret se abrieron las puertas del Museo Iberoamericano de Arte Moderno, integrado por 73 obras de artistas nacionales y extranjeros como Eduardo Ramírez Villamizar, Santiago Cárdenas, Luis Caballero, Omar Rayo. Felisa Burstyn, Jesús Soto, Federic Amat, Eduardo Chillida y Pablo Picasso.

La inauguración del museo viene a convertirse en el más reciente de los momentos claves de la vida de Negret. Y es que en su trayectoria vital ha habido varios.

El primero fue a los 18 años, cuando viajó a Cali para estudiar en la Escuela de Bellas Artes. El segundo, en 1944, cuando retornó a su ciudad y conoció al ceramista español Jorge Oteiza, quien, según el propio maestro, "me volteó patas arriba todo lo que aprendí en la Academia". El tercero sucedió cinco años más tarde, cuando perfeccionó sus estudios en el Clay Club Sculpture Center de Nueva York -hoy New York Sculpture Center-, pues aprendió el manejo de los metales y de los tornillos, y tuvo contacto con artistas como Ward Bennett y Louise Nevelson. Además, tal como él mismo afirma, "en ese entonces Nueva York era el centro de las nuevas corrientes. Por eso fui afortunado en haber caìdo allì antes que en Parìs".

No obstante esas palabras, el cuarto momento trascendental en la vida de Negret se produjo durante su viaje a la capital francesa, donde conoció al rumano Constantin Brancusi. Y el quinto lo constituyó su visita a los indios navajos, del oeste de Estados Unidos, gracias a una beca que le otorgó la Unesco. Esta visita resultó trascendental para él, porque recibió la influencia de los colores de las arenas indígenas y la geometría de sus formas.

Pero es tanta la vocación que tiene Edgar Negret por su oficio que a pesar de haber expuesto en las mejores salas del mundo, le hace falta más. Más tiempo para esculpir y entregarse, y menos para hablar. Por eso cuando el presidente César Gaviria le impuso la Cruz de Boyacá en la inauguración del museo, el maestro respondió con una frase que Rilke escribió a propósito de su amigo Rodin: "Los escultores no se expresan con palabras; los escultores se expresan con actos".