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La energía y la osadía de Basquiat encantaban a Warhol, pero también lo agobiaban su falta de autoestima, sus depresiones y su cambio constante de ánimo. | Foto: THE ANDY WARHOL FOUNDATION FOR THE VISUAL ARTS INC.

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La tormentosa relación de Andy Warhol y Jean-Michel Basquiat

Entre los dos artistas hubo mucho más que una simple amistad. Un nuevo libro, con fotos inéditas y fragmentos de los diarios de Warhol, muestra una relación profunda, pasional y compleja entre dos genios del arte.

4 de agosto de 2019

Desde que lo vio por primera vez, Andy Warhol quedó flechado de Jean-Michel Basquiat. Sucedió en los años setenta, cuando Basquiat aún era un desconocido grafitero que se dedicaba a vender camisetas estampadas en el paseo de Greenwich Village, en Nueva York, y Warhol ya era uno de los grandes exponentes del arte contemporáneo. La leyenda cuenta que se encontraron en un restaurante de Soho cuando el artista almorzaba con varios amigos, y el joven se les acercó a ofrecerles unas postales pintadas por él.

Ese día no hablaron mucho, pero unos años después, cuando el galerista Bruno Bischofberger los presentó formalmente, Warhol recordaba con bastante precisión a su interlocutor. O por lo menos eso escribió en su diario personal, el 4 de octubre de 1982: “Es el muchacho que usaba el nombre de Samo cuando solía sentarse a pintar camisetas. Uno de los chicos que me enloqueció”.

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Basquiat, por entonces de 21 años, ya empezaba a pisar fuerte en el panorama artístico de la ciudad con sus grafitis ingeniosos y con su energía desenfrenada a la hora de pintar. Warhol, en cambio, pasaba por un periodo tranquilo, muy alejado del ímpetu de sus primeros años, pero envuelto en el misticismo de ser una leyenda viviente.

La atracción mutua fue inevitable. “Almorcé con ellos (Basquiat y Bischofberger) y luego tomé una Polaroid –recuerda Warhol en sus memorias–. Él se fue a casa y luego de dos horas regresó con una pintura, todavía húmeda, de los dos. Y eso que alcanzar Christie Street debió tomarle una hora”.

"Jean-Michel era hipnótico, poético, enérgico, extremo e impulsivo. Y Andy siempre estaba en busca de algo nuevo y enérgico”.

Ese fue el comienzo de una relación que trascendió lo meramente profesional y que llevó las carreras de ambos a otro nivel. No solo porque juntos pintaron unas 200 obras, sino porque se complementaron de tal manera que cada uno absorbió lo que más pudo del otro. Mientras que Warhol vivió una especie de renacer a ojos de los críticos, Basquiat entró definitivamente en el hall de la fama.

Al comienzo, Warhol y Basquiat pintaban con el italiano Francesco Clemente, pero luego lo hicieron los dos. Crearon unas 200 obras juntos, aunque la crítica nunca fue benevolente con ellas.

Esa simbiosis también se presentó a nivel personal. Paige Powell, fotógrafa, marchante de arte y amiga cercana de los artistas, le dijo al diario El País que ambos se buscaban de manera mutua: “Simplemente, se necesitaban el uno al otro. Jean-Michel era hipnótico, poético, enérgico, extremo e impulsivo. Andy era divertido pero formal, poético pero desde ángulos muy distintos. Jean-Michel idolatraba a Andy. Y Andy siempre estaba en busca de algo nuevo y enérgico”.

Ese tipo de conexión llevó a que su amistad estuviera rodeada de mitos. Muchos, por ejemplo, hablan de una relación amorosa o, por lo menos, sexual. Y aunque no sería raro que hubieran tenido acercamientos, sobre todo porque Warhol era gay, y Basquiat, una persona muy sexual, es claro que su relación no se basaba en algo romántico, sino en la admiración, la envidia y hasta la dependencia.

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O eso, al menos, se puede ver en Warhol on Basquiat, un nuevo libro de la editorial Taschen, que reúne fotos (la mayoría inéditas) del archivo de Warhol sobre esa amistad.

En las imágenes, que vieron la luz gracias al trabajo de Michael Dayton, director de Licencias en The Andy Warhol Foundation, aparecen escenas cotidianas entre los dos genios del arte: ambos abrazados, Warhol mirando embelesado cómo Basquiat se ejercita, el grafitero acostado en la cama de un hotel, los dos caminando por las calles de Nueva York o alguno posando junto a Madonna o Grace Jones.

El libro, además, mezcla las fotos con pasajes de los diarios personales de Warhol. Por eso, más que una simple reunión de fotografías al azar, se trata de un seguimiento a los altibajos de una amistad.

Aunque creía que Basquiat tenía más talento que él, su temperamento cambiante y las constantes crisis depresivas agobiaban a Warhol.

Así, por ejemplo, queda claro que Warhol creía que estaba ante un talento excepcional, pero también que Basquiat tenía problemas de autoestima. El 5 de septiembre de 1983, Warhol escribió: “Jean-Michel quería filosofar un poco así que vino y hablamos: tiene miedo de que lo suyo sea una fama pasajera. Le dije que no se preocupara, pero ahora me asusté: está arrendando un espacio en nuestro edificio y ¿qué tal que solo sea pasajera y luego no pueda pagarme?”.

No era lo único que los hacía sufrir. El temperamento cambiante y las constantes crisis de Basquiat agobiaban a Warhol. “Es una persona muy complicada: nunca sabes de qué humor estará –escribió el 7 de octubre de 1984–. Se vuelve realmente paranoico y dice: ‘Solo me estás utilizando’. Pero luego se siente culpable por su paranoia”.

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Otras veces, en cambio, el joven se presentaba en el taller de su colega y sin decir mucho se ponía a pintar. Eran los momentos en los que nacían sus grandes colaboraciones.

El libro mezcla relatos de los diarios personales de Warhol con fotografías de la vida cotidiana de los dos.

Su mayor enemigo, sin embargo, era el ego. Como sucede en las relaciones bastante dependientes y tóxicas, junto con la admiración venían la envidia y los celos. En los círculos artísticos se rumoraba que Warhol aprovechaba la juventud de su amigo para vender una imagen renovada de sí mismo, y que Basquiat solo se había acercado al artista para apalancarse en su fama.

Eso fue haciendo mella entre ambos. En junio de 1985, Warhol escribió: “Jean-Michel no me ha devuelto las llamadas. Imagino que está distanciándose poco a poco. Solía llamarme todo el tiempo”.

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El golpe definitivo vino unas semanas después, luego de que ambos inauguraron una exposición conjunta llamada Collaborations, que recibió muy malas críticas. Una de ellas, de The New York Times, decía que Basquiat era la mascota de Warhol. Nunca volvieron a ser como antes.

Por eso, cuando Warhol murió de un infarto en 1987, Basquiat entró en depresión. No se perdonaría nunca no haber hecho lo suficiente para arreglar las cosas con su amigo. Hay quienes, incluso, afirman que eso lo llevó a aumentar el consumo de drogas y alucinógenos, que ya era una de sus debilidades.

No se sabe si eso fue cierto, pero el hecho es que el joven artista murió un año después por una sobredosis de heroína. Tenía 27 años y un futuro promisorio.

Hoy, 30 años después, está claro que su fama no fue pasajera y que su amistad con Andy Warhol no solo fue una simple reunión de talentos, sino uno de esos encuentros explosivos que se dan pocas veces, pero que cambian la vida para siempre.