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Como a Helenita Vargas la quería todo el mundo, Majida Issa, quien la interpreta en la serie, dice que el reto fue mayor. Pilar Ibarra, la hija de la cantante, la ayudó a encontrar el personaje.

TELEVISIÓN

Helenita Vargas: la verdadera historia

Con el éxito de ‘La ronca de oro’ muchos se preguntan qué tanto se parece la serie a la vida real de Helenita Vargas, la cantante de música popular más importante del país.

5 de abril de 2014

Helenita Vargas siempre cantó historias de amor y desengaño con tal pasión, casi al borde del llanto, que es inevitable pensar que su vida se parecía a sus canciones. Ella solía decir que eso no era más que un mito. “Soy la persona menos conflictiva del mundo; soy elemental en mis cosas: sincera, francota y muy modesta. Pero la gente se imagina que Helenita es la trágica, la que tiene mil hombres, la devoradora”, confesó alguna vez en una entrevista. Nunca quiso escribir una biografía ni autorizó a nadie a que lo hiciera. Solo en sus últimos días aceptó que su hija, Pilar Ibarra, contara su vida en un libro de fotos.

El proyecto, sin embargo, quedó en suspenso porque la cantante enfermó gravemente –todavía estaba recuperándose de un trasplante de hígado– y su familia se dedicó a cuidarla de tiempo completo. “Fue una época muy dura”, recuerda Pilar. Tras la muerte de su mamá, el 7 de febrero de 2011, decidió retomar la iniciativa. “En la casa había un baúl enorme lleno de fotos y mientras estaba organizando el material surgió la propuesta de Caracol de hacer una serie”. A la heredera, que por cierto es la viva imagen de Helenita, le sonó la idea y así fue como nació La ronca de oro, el programa más visto en el país en la actualidad, con cerca de 6 millones de televidentes cada noche.

“No es una biografía –explica Ana Piñeres, vicepresidente y productora ejecutiva de CMO, la empresa con la que Caracol se alió para hacer la serie–. Incluimos muchos elementos de ficción siempre con el compromiso de respetar el espíritu y la memoria de Helenita”. Los familiares y amigos cercanos a la artista estuvieron al tanto de cada detalle del programa desde el principio y son conscientes de que es imposible recrear su vida al pie de la letra. “Yo creo que hoy, con 80 años, mi mamá estaría feliz de verse en la pantalla porque a ella le encantaba el drama”, añade Pilar, quien ha estado en contacto permanente con Ana María Estupiñán y Majida Issa, las actrices que interpretan a la cantante cuando era adolescente y adulta.

La historia real, en todo caso, también tiene su cuota de drama. Sofía Helena Vargas Marulanda decía que le gustaba la música desde que estaba en el vientre de su mamá, Susana, una mujer amante de los tangos. Era estricta, sí, mas no una bruja, como la pintan en la serie. De hecho, ella y su esposo, Eliécer Vargas, apoyaron el sueño de su hija de convertirse en cantante y la inscribieron en el conservatorio de Cali, pero la niña no duró mucho porque se negaba a leer partituras. Una vez el profesor llamó a sus papás a aconsejarles que dejaran de perder la plata porque en clase Helenita hacía lo que quería. “Ella aprendió a tocar piano y guitarra a oído y se aburría cuando le metían matemáticas y términos raros a la música”, indica Pilar.

La carrera de Helenita se truncó por unos meses, pues sufrió una parálisis que la mantuvo en cama. Entonces no lo sabía, pero ese episodio fue en realidad consecuencia del síndrome de Crest, una enfermedad autoinmune que le diagnosticaron muchos años después y que a la postre

desembocó en la cirrosis biliar que acabó con su vida. Sus padres se la trajeron de Bogotá, donde estudiaba interna en el colegio María Auxiliadora, para cuidarla en su casa del tradicional barrio Santa Rosa en Cali. Tan pronto se recuperó, la joven siguió cantando en fiestas y reuniones privadas. Su encuentro con el mexicano Agustín Lara, cuando tenía 16 años, selló definitivamente su amor por las rancheras y los boleros.

A partir de ese momento nadie pudo volverla a bajar de los escenarios. Ni siquiera el abogado Hernán Ibarra (Germán Hincapié en la serie), el “perro marido”, como lo llamaba ella, con quien se casó a escondidas el 28 de diciembre de 1951. “Cuando mi abuelita se enteró, pensó que era una inocentada”, dice Pilar. Helenita y Hernán, un reconocido político liberal que había trabajado al lado de Jorge Eliécer Gaitán, se conocieron porque ella era la mejor amiga de su hija. Él había quedado viudo y acababa de cumplir 41 años. Como la ronca apenas tenía 17, Ibarra le ayudó a falsificar los papeles para que apareciera de 21. Su familia nunca estuvo de acuerdo con el matrimonio, celebrado poco después de que Helenita participó por el título de señorita Valle.

“Esa unión fue un golpe muy duro para mis abuelos –recuerda la nieta–. Hubo un silencio de varios años después de que mi mamá cometió semejante bestialidad”. Porque, aunque Pilar no tuvo una relación cercana con su padre biológico, sabe que Helenita la pasó muy mal en esa época. “Ella decía que era un hombre inteligente, pero un pésimo esposo”. Para empezar, y por solo citar una anécdota, durante la luna de miel la dejó sola en el hotel para escaparse con una amante.

Cinco años más tarde Helenita, en estado de embarazo, decidió regresar a la casa de sus papás. Ya había tenido dos abortos y quería estar lejos de Ibarra. Así nació Pilar. Gracias a ella la ronca conoció a su verdadero amor, el médico Gonzalo Zafra, pues en una de sus jugarretas la niña de 3 años se reventó la boca y Helenita la llevó de urgencias al hospital donde él estaba de turno. “Ellos se adoraban y en el fondo eso es lo que la serie pretende contar: la historia de amor de mis papás”. En 1960 el divorcio no existía en Colombia, así que Helenita y Gonzalo –quien también estaba separado– salieron del país para casarse por lo civil. Al comienzo se instalaron en Bogotá, lejos de los rumores y señalamientos de la sociedad caleña, pero luego volvieron a su ciudad natal.

Entonces llegó el éxito: los discos, los contratos y los conciertos multitudinarios. Antes de cada presentación Helenita siempre le pedía a su hija que mirara si había suficiente público. Decía que solo dejaría de cantar el día que el salón estuviera vacío, algo que por supuesto jamás ocurrió. Desde que grabó su primer álbum en 1968, la música se convirtió en su vida y en la de su familia, pues afortunadamente Gonzalo, a quien llamaba de cariño Chalito o Zalo, también era un melómano apasionado. “Ellos se entendían en todo, lo único que los separaba era que a mi papá le gustaban la salsa y el jazz, y a mi mamá, los tangos y las rancheras”.

Tras 25 años de matrimonio feliz, el médico murió en 1984 por complicaciones de su diabetes. Helenita continuó adelante con su carrera y cantó con la misma energía y amargura hasta el final. “Su carácter no se doblegaba ante nada y la gente la quería tanto porque era carismática y, sobre todo, sencilla”, señala su gran amigo Raúl Fernández de Soto, quien la conoció en los noventa.

Las amigas de la serie, Virginia, Maritza y Estrella, no existieron, pero son justamente los personajes que resumen las buenas amistades que la cantante cultivó durante sus 77 años. “Mi mamá siempre asumió la vida de forma muy optimista. Era leal, genuina, no usaba tácticas y tampoco se portaba como una diva”, añade Pilar, quien trabaja como profesora en Estados Unidos desde hace más de 20 años. Por eso, aunque el programa no se ciña por completo a la realidad, ha tenido tan buena acogida. “Lo importante es que refleja su esencia”, concluye. Después de todo, su vida a veces se parecía a sus canciones.