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La mano de Dios

Una alemana clínicamente muerta, una mujer con un cáncer incurable y una colombiana inválida... todas se curaron. ¿Cómo sucedió?

17 de octubre de 2004

Hay ocasiones en que la ciencia no tiene más remedio que ponerse en las manos de la fe. Es entonces cuando se habla de milagros y de santos. El periodista italiano Saverio Gaeta, jefe de redacción de la revista Familia Cristiana, acaba de publicar el libro Milagros: cuando la ciencia se rinde, que recoge 15 impactantes episodios. El autor explicó a SEMANA que sólo escogió aquellos milagros que estaban cuidadosamente documentados con fotografías y partes médicos. De los más de 1.800 santos y beatos proclamados por el papa Juan Pablo II durante sus 26 años de pontificado, cerca de 1.400 son mártires y el resto ha llegado a los altares porque, según lo ha verificado la Congregación para la Causa de los Santos, han obrado milagros. SEMANA escogió los más prodigiosos; entre estos, uno colombiano.

Vida prematura

El 22 de enero de 1986, en la isla de Cerdeña, María Caschili dio a luz a Valeria antes de las 23 semanas de embarazo. Los médicos catalogaron el episodio de 'aborto inevitable': pesaba 550 gramos, medía 30 centímetros, tenía la cabeza deforme y carecía de respiración autónoma. Los dos primeros meses tuvo paros respiratorios y complicaciones cardíacas. Cuando las esperanzas eran nulas, sus padres se encomendaron al fraile capuchino Nicola de Gestori. Valeria no solo sobrevivió sino que se desarrolló como una niña normal.

Pies benditos

Mathew Kuruthukulangara nació en la India con los pies completamente torcidos, tanto que aprendió a andar con los codos y las rodillas. A los 14 años, en 1970, el muchacho empezó a rezarle a la madre india Mariam Theresia Chiramel Mankidiyan, fundadora de la congregación La Sagrada Familia, hasta que un día cuando estaba adormecido se le apareció. Cuenta el joven que le dijo: "Hijo mío, álzate. Tu pierna derecha está aliviada". Y en efecto el pie se le había enderezado. Tiempo después su familia inició una nueva novena y sucedió lo mismo con el pie izquierdo. Los médicos constataron que no había signo de ningún procedimiento quirúrgico.

Diez metros de caída

En 1990 Juan José Barragán, un mexicano de 20 años con problemas de drogas decidió suicidarse. Se lanzó desde su apartamento a 10 metros de altura y cayó de cabeza. Al verlo caer, su madre se encomendó al beato Juan Diego, muy venerado en el país azteca porque fue a él a quien se le apareció la Virgen de Guadalupe. Aunque a Juan José se le destrozaron el cráneo y la columna vertebral, los médicos no entendían cómo había sobrevivido al impacto. A los cinco días salió de peligro y se recuperó.

La sábana del Papa

A mediados de 1964 la novicia italiana Caterina Capitani, de las Hijas de la Caridad, empezó a vomitar sangre y después de sometese a una cirugía le diagnosticaron una terrible úlcera. Tenía el estómago, el vaso y el páncreas carcomidos. Incluso la herida de la operación se abrió y por ahí salían parte de los líquidos que ingería. Una de sus compañeras le cubrió el abdomen con un pedazo de sábana fúnebre del papa Juan XXIII. "Cuando sentía que la vida se me escapaba vi al Papa que me llamaba al lado izquierdo de mi cama y me dijo: 'Sobre tu herida estoy yo", recuerda Caterina. Repentinamente todo dolor había desaparecido y luego se curó.

Sólo seis meses de vida

En julio de 1966 a la profesora norteamericana Angela Boudreaux le diagnosticaron un tumor canceroso en el hígado. Sólo le daban alrededor de seis meses de vida pues el órgano estaba destruido. En medio de su sufrimiento, la mujer se encomendó al sacerdote alemán Francisco Javier Seelos de la congregación de los redentoristas, famoso por sanar enfermos. En noviembre notó el primer signo de recuperación pues dejó de tener anemia. Luego su médico, sin poder explicarlo, determinó que el hígado se había regenerado. En casos de cáncer, el Vaticano espera varios años para confirmar la recuperación y en 1998 los médicos dieron fe de que Angela estaba sana.

Todo por un hijo

Gianna María Arcolino, una brasileña embarazada, empezó a presentar sangrado 16 semanas antes del parto. Los análisis mostraron que había perdido el líquido amniótico. Le sugirieron abortar pues en esas condiciones era impensable que el bebé sobreviviera, además de que su propia vida corría peligro. La mujer pidió ayuda a la beata de su mismo nombre Gianna Beretta Molla, una médica italiana que prefirió morir para que su hija naciera. Al parecer, su oración fue escuchada porque el embarazo siguió su curso y la bebé nació sana.

Cinco horas muerta

Luego de permanecer entre 40 y 50 minutos bajo el agua en el fondo de un lago de Baviera, Margarit Heim fue declarada clínicamente muerta hacia las 4 de la tarde del 23 de junio de 1986. Cuando llegó al hospital había dejado de respirar y su corazón no latía. Sus padres corrieron al monasterio de las religiosas franciscanas, que imploraron la ayuda celestial de la beata alemana María Höss e hicieron una cadena de oración. El milagro sucedió a las 9 de la noche, cuando la temperatura del cuerpo de Margarit empezó a subir y tres días después estaba en perfectas condiciones. Por esta recuperación inexplicable la religiosa alemana fue canonizada en 2001.

Pañuelo salvador

Durante la Segunda Guerra Mundial la religiosa italiana Carla de Noni les llevaba comida a los partisanos que luchaban contra el régimen fascista. Cuando tomó el tren el 20 de abril de 1945, este fue abaleado por un avión de combate. El cuadro clínico no podía ser peor: una bala había atravesado su brazo izquierdo, otra su pecho y una más había destrozado su mandíbula. Fue desahuciada y llevada al convento para que muriera. Sus compañeras rezaron por ella al sacerdote Felipe Rinaldi y le pusieron en su pecho un pañuelo que le había pertenecido. Al poco tiempo despertó aliviada, caminó hacia el espejo y cuando se quitó el vendaje vio que su mentón había sanado. El milagro fue promulgado en 1990 y Rinaldi fue beatificado.

Aliada de Colombia

Los médicos tampoco han podido explicar el caso de la paisa Natalia García Mora. El primero de septiembre de 1993 en el barrio Blanquizal de Medellín, la pequeña de 8 años jugaba con unas amigas cuando un pandillero le disparó porque tenía rencillas con el hermano de ella. "No sentí nada, pero cuando traté de ayudar a una de mis amiguitas que lloraba no pude pararme", relató Natalia a SEMANA. La bala había entrado por la columna y salido por el seno derecho. En el Hospital San Vicente de Paul los médicos la operaron y determinaron que aunque sobreviviría no volvería a caminar nunca más. "Yo me arañaba las piernas y no sentía nada. Me acuerdo que mi hermana me animaba y me decía que yo tenía que bailar en su fiesta de 15". Las hermanas escolapias, que solían visitarla, pues Natalia había sido alumna de un colegio de la congregación, le pidieron un milagro a su fundadora, la beata española Paula Montal.

"Me ponían reliquias en los pies, una argollita con tela de su ropa y me dieron una imagen de ella", dice Natalia. Un día mientras su hermana acariciaba sus pies con una pluma sintió el cosquilleo; progresó tan rápidamente que en un mes ya caminaba. En las radiografías su columna aparecía sin ninguna lesión. "¡Pude bailar en la fiesta de mi hermana!", exclama. Hoy tiene 19 años y mientras cuenta su historia sostiene la estampita de la canonizada madre Paula que siempre la acompaña.