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Mao, el malo
La nueva biografía del fundador de la República Popular China afirma que su grandeza fue un mito. La Larga Marcha habría sido una farsa y él mismo sería el mayor genocida de la historia.
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Quién fue el personaje más malo del siglo XX? Para muchos historiadores y biógrafos, el primer lugar se lo disputan Adolfo Hitler y Josef Stalin. Al dictador alemán se le acusa de haber desatado la guerra que acabó con las vidas de 55 millones de personas, y al dirigente comunista, de haber exterminado a 20 millones de ciudadanos soviéticos. Pero, según un nuevo libro, en el ranking de la maldad el número uno sería Mao Zedong. Los esposos Jung Chang y Jon Halliday, autores de Mao: la historia desconocida, concluyen que el lider chino tiene un récord incomparable: habría sido el responsable de la muerte de "70 millones de compatriotas en tiempos de paz". Ha sido tal su impacto, que hace poco el presidente George W. Bush comentó favorablemente este libro.
Aunque no son pocos los textos que le adjudican un sinnúmero de atrocidades, era difícil encontrar uno que pusiera en duda las capacidades de estratega con que orquestó la fundación de la República Popular China y que habría llevado al país hacia la modernidad. Y éste lo hizo. Mao no sólo es descrito como un megalómano sádico, sino como un farsante. Después de tener acceso a documentos secretos de los países comunistas recientemente desclasificados, Chang, cuyo padre murió en una prisión acusado de conspirar contra el régimen, y Halliday, historiador británico, aseguran que Mao ni siquiera participó en la fundación del Partido Comunista de su país. Explican que éste no fue creado en 1921, como señalan los libros históricos, sino en 1920, en Shanghai, y que entonces él no se encontraba en esa ciudad. Algunos expertos han controvertido esta afirmación: "Los escritores malinterpretaron los datos, basados en que años atrás ya existían organizaciones comunistas. Pero la fundación formal fue en 1921 y ahí estuvo Mao", explicó a SEMANA el sinólogo Guillermo Puyana.
También cuentan que su ascenso dentro del partido se debió al uso de artimañas perversas. Entre otras medidas, Mao habría tratado de envenenar con mercurio a Wang Ming -uno de los dirigentes de esa colectividad- y a su esposa. Además, el hombre que pasó a la historia como el símbolo de la nueva China y del campesinado no estaría comprometido con la ideología marxista por pasión, sino como mecanismo de poder. "Alguien dijo que todos tenemos una responsabilidad con la historia. No lo creo. Yo sólo estoy preocupado por mi propio desarrollo", habría escrito en su juventud.
Quizá la afirmación más controversial es la que pone en duda el valeroso papel de Mao en La Larga Marcha. La leyenda dice que cuando Chiang Kai-Shek, líder del Partido Nacionalista Kuomintang y presidente de la República China, tenía acorralados a los comunistas, Mao organizó la huida de más de 80.000 hombres en un recorrido de 9.600 kilómetros por los más inhóspitos parajes chinos. Sólo la décima parte logró sobrevivir, debido a las condiciones y los continuos combates. Pero, según los autores, no hubo nada heroico en eso, pues habría sido el propio Chiang Kai-Shek quien les permitió escapar. Pensaba que cuando los comunistas invadieran las provincias, sus habitantes pedirían la ayuda de los nacionalistas y estos, al acudir en su apoyo, podrían adquirir el control de esas regiones donde su liderazgo era débil. "Mao fue suficientemente tirano y cruel en la vida real que no había necesidad de reducirlo a un molde de Satanás. Fue además un gran poeta, un visionario y, ante todo, un genio de la estrategia militar", opinó acerca del libro el historiador Philip Short. Y aunque Chang y Halliday argumenten que en su investigación de más de 10 años entrevistaron a personas cercanas a Mao, la principal crítica a la obra radica en la imposibilidad de ubicar a las fuentes y verificar sus testimonios.
Según las personas consultadas, la pasión de Mao por el poder era tan fuerte como la que sentía por las mujeres, al punto que tenía una reserva de jóvenes vírgenes. Pero sus esposas llevaron la peor parte. A su segunda mujer la abandonó y ella decidió entregar a su hijo a un pariente por el peligro que corría a su lado. Luego fue asesinada por los nacionalistas. "Al mirarlo, veo el frío rostro del dios de la muerte", habría escrito sobre su esposo. De su tercera esposa relatan que la obligó a deshacerse de sus hijos porque no había tiempo para ellos y que cuando se enamoró de su próxima mujer, la encerró en un manicomio.
"En 1982, el propio pueblo chino le hizo un juicio histórico en el que se determinó que su gran logro fue levantar a una China empobrecida, invadida por los japoneses y dividida, y que fue un gran líder hasta 1959", advierte Puyana. Porque fue en esa fecha cuando dio rienda suelta al Gran Salto Adelante, un proyecto que consistía en convertir a China en una potencia nuclear. De acuerdo con el libro, la estrategia hizo que 38 millones de personas murieran de hambre y agotamiento al tener que trabajar en exceso para producir alimentos que en su mayoría eran exportados para poder adquirir la tecnología. "Estamos preparados para sacrificar la vida de 300 millones de chinos a cambio de la victoria de la revolución", habría declarado.
Luego vendrían las purgas de su llamada Revolución Cultural para acabar con cualquiera por la sola sospecha de ir contra el régimen. Con ellas se deshizo de viejos compañeros de lucha como Liu Shao-Chi, presidente de la República Popular China, y quien había adquirido poder a raíz del fracaso del Gran Salto Adelante. El libro revela que Mao ordenó mantenerlo con vida para "tener el placer de verlo sufrir" en la cárcel más infernal. Otra de sus víctimas habría sido su fiel ministro Chou En-Lai, pues no permitió que los médicos lo operaran de un cáncer, argumentando que no había tiempo para eso, aunque su verdadero deseo sería que muriera antes que él.
"Una sola muerte es una tragedia y un millón de muertes se convierte en estadística", solía decir Stalin, a quien Mao admiraba profundamente. Quizá por eso habría seguido la lección al pie de la letra.
