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Los milagros bajo la lupa

Los avances de la medicina han hecho mucho más complicado determinar hasta qué punto las curaciones inexplicables son atribuibles a eventos sobrenaturales.

29 de mayo de 2000

Para la medicina moderna los milagros parecen cosa corriente. Enfermedades que significaban una sentencia de muerte tan sólo hace 25 años, como la leucemia, hoy son tratadas en forma rutinaria con una mezcla de cirugía y drogas de alta tecnología. Los trasplantes de elementos del oído interno les permiten a los sordos la audición, los de retina curan a los ciegos; las nuevas drogas antiinflamatorias les permiten caminar a los cojos y existen exámenes que detectan el cáncer con unas pocas células afectadas. Entre tanto en Lourdes, en Francia, 80.000 inválidos visitan cada año el santuario de la Virgen María, pero encuentran que los milagros en el estricto sentido teológico del término son bastante menos abundantes. Desde 1862 sólo 66 de las 6.700 curaciones declaradas por peregrinos han sido calificadas como milagrosas por la Iglesia Católica. El número de dichas curaciones se ha reducido en años recientes y sólo se han registrado cuatro durante las últimas cuatro décadas. La última recuperación de esclerosis múltiple fue confirmada por la Iglesia en 1999. Parece extraño que aún se mantengan esas afirmaciones en una época de semejantes avances de la ciencia médica. No obstante, la ciencia juega en realidad un papel de primer orden dentro del proceso que la Iglesia Católica emplea para investigar los fenómenos milagrosos. Algunos de los médicos encargados de dichos exámenes reciben con beneplácito los nuevos conocimientos para facilitar su trabajo mientras otros sienten que los avances complican su tarea. Por su parte, unos pocos teólogos están comenzando a preguntarse si los milagros de curación, evaluables por la ciencia, son la mejor base para la determinación de la santidad. Detectives de lo inexplicable Los milagros de curación son evaluados usualmente por dos grupos católicos que utilizan el mismo tipo de métodos pero que actúan por distintas razones. En Roma los milagros son estudiados como posible confirmación divina de la calidad de beato o santo. En Lourdes los milagros se escrutan para evitar que falsas afirmaciones perjudiquen la imagen del santuario. Lourdes está fundada en un milagro. La historia cuenta que en 1858 una humilde pastorcita vio a la Virgen María en una gruta cercana. Aunque las autoridades locales trataron de desacreditar sus aseveraciones la gente le creyó y pocos meses después empezaron las peregrinaciones. En la actualidad cinco millones de peregrinos visitan anualmente el santuario y la ciudad se ha enriquecido pues los viajeros gastan cerca de 300 millones de dólares en alojamiento, comida y una increíble variedad de objetos religiosos y souvenirs. Los primeros enfermos comenzaron a llegar a Lourdes en cantidades significativas en 1875. Una combinación de oraciones e inmersiones en las aguas de un manantial sagrado, cuya existencia fue revelada por las visiones, comenzó a obrar maravillas. Ocho años más tarde se fundó una Oficina Médica para investigar las curaciones milagrosas. En 1999, 19 pacientes se declararon curados, pero según la Oficina Médica sólo seis casos son legítimos. Para ser consideradas favorablemente en Lourdes las curaciones deben cumplir con requisitos estrictos establecidos en el siglo XVIII por el Papa Benedicto XIV. La enfermedad debe ser incapacitante y haber sido diagnosticada de manera muy precisa. Cualquier enfermedad orgánica o física califica, no así los síntomas siquiátricos puesto que su diagnóstico es incierto. La recuperación debe ser repentina, instantánea y sin convalecencia y debe restablecer la salud de manera permanente. Los pacientes son examinados inicialmente por el médico jefe de la Oficina Médica, quien se entrevista con los médicos tratantes, ya que por lo general los enfermos viajan en comitiva. Dado el caso el investigador también habla con el médico tratante en el país de origen del peregrino para obtener la historia clínica. Se le pide al paciente que regrese a casa y vuelva un año después con todos los registros médicos que pueda obtener con el fin de que sean examinados por la asociación médica internacional de Lourdes. Hasta 250 médicos pueden llegar a estudiar la documentación y a interrogar al paciente. Si el caso resiste el escrutinio le es remitido al comité médico de 20 miembros, que se reúne anualmente y tiene integrantes no católicos. Uno o dos doctores especializados en la enfermedad vuelven a practicarle pruebas al paciente y a reexaminar la documentación. Luego le presentan el caso a sus colegas del comité para una votación. Ninguno de los dos comités médicos se pronuncia sobre la validez de los milagros. Ello le compete al obispo de la diócesis del paciente y a sus asesores teológicos, quienes determinan si la curación tiene una significación espiritual para el beneficiario y sus testigos que refuerce su fe en Dios. La tarea de los médicos consiste en determinar si la curación sobrepasa las expectativas, de tal modo que no pueda ser explicada por la ciencia. El problema es que el avance logrado en la comprensión de los orígenes moleculares de las enfermedades (como en el caso del cáncer) hace que cada vez menos procesos resulten inexplicables desde el punto de vista médico. De allí que cada vez menos casos sean candidatizables para milagro. La otra dificultad es que el número de pruebas de laboratorio requeridas prolonga la evaluación. Además, puesto que la mayoría de los pacientes ha recibido tratamiento médico, también se dificulta saber cuándo la curación es consecuencia del tratamiento y cuándo no. Si una mujer con poliartritis ha venido tomando cortisona es muy difícil declarar inexplicable su mejoría. Hace 100 años estas complicaciones no existían: o bien los peregrinos no ha- bían recibido ningún tratamiento o bien la limitada efectividad de las terapias mostraba con mayor claridad una posible intervención sobrenatural. La aparición de los antibióticos terminó con las legiones de tuberculosos que visitaban Lourdes. Han sido reemplazados por los que sufren de dolencias no infecciosas. Pero la nueva tecnología también puede facilitar las conclusiones médicas. Una de las explicaciones que deben ser eliminadas para darle cabida al milagro es la regresión espontánea de la enfermedad. Aunque a diferencia de las curas milagrosas ésta no es inmediata sino gradual, puede llegar a explicar varios casos. Internet es un recurso importante pues permite conocer los fenómenos de regresión acaecidos en el resto del mundo para compararlos con lo ocurrido en Lourdes. Los diagnósticos erróneos, que permitirían suponer curaciones milagrosas, también pueden ser detectados con facilidad. La curación súbita de un tumor pierde su carácter sobrenatural si resulta ser un absceso. Las nuevas tecnologías, como la fotografía por resonancia magnética, son muy útiles. Permitieron confirmar en los años 90 la curación de un francés que aparentemente padecía de esclerosis múltiple pero que pudo volver a moverse después de una sesión de oración en 1987 en Lourdes. Sin embargo el diagnóstico previo de la enfermedad sólo se había basado en análisis de síntomas, con todas las dificultades de verificación que éste supone. Aunque las comisiones médicas concluyeron que su caso era inexplicable el obispo de la diócesis de Angouleme evitó utilizar el término milagro, declarando que esa recuperación súbita y completa era un regalo personal de Dios y un signo de Cristo Redentor a través de la intercesión de Nuestra Señora de Lourdes. Independientemente de las discusiones, no hay duda de que los enfermos de Lourdes se benefician con el ambiente festivo del lugar. Aunque no pueda afirmarse que la oración produce milagros, pruebas clínicas en escala reducida realizadas en Estados Unidos demuestran que los pacientes de edad avanzada que rezan durante el primer año consecutivo a una cirugía de bypass coronario sufren menos depresión o ansiedad. Otro estudio, publicado el año pasado por el Hospital San Lucas de Kansas City, encontró que los pacientes por quienes oraban otras personas sufrían menos complicaciones. Los milagros de un santo Los investigadores de milagros del Vaticano se ocupan de los casos en los cuales una curación se le atribuye a la intercesión, mediante la plegaria en favor de un paciente, de un individuo ejemplar. Un milagro así califica a dicho individuo para la beatificación y un segundo milagro lo candidatiza para la santificación. Desde 1978 Juan Pablo II ha beatificado a 984 personas y ha proclamado 296 santos, es decir una cantidad mayor que cualquier otro Pontífice en el siglo pasado. Eso ha significado la investigación de un crecido número de milagros. El cuerpo encargado de la evaluación científica y teológica de estos milagros, la Congregación para las Causas de los Santos, tiene en la actualidad cerca de 1.500 casos en investigación según monseñor Robert Sarno, uno de sus miembros. Casi 99 por ciento de los milagros sometidos a investigación son curaciones súbitas. (Otros fenómenos milagrosos que no están asociados con la beatificación ni la canonización, tales como las estatuas que lloran, son examinados por la Congregación para la Doctrina de la Fe.) Al igual que en Lourdes, algunos de quienes están involucrados en el proceso de evaluación de milagros acogen con beneplácito las nuevas herramientas científicas. Tal como lo señala Franco de Rosa, profesor de medicina interna de la Universidad Primera de Roma, mejores instrumentos permiten realizar una labor de eliminación de los fenómenos explicables por la ciencia frente a los que no lo son. Sin embargo Paul Molinari, postulador general de la Orden Jesuita, cuestiona la práctica de definir la santidad a partir de milagros evaluados científicamente. Con el aumento del conocimiento acerca de la genética y de los procesos bioquímicos muchos fenómenos que son inexplicables hoy pueden contar con mecanismos demostrables dentro de 10 años. ¿Significa que los milagros del pasado no serían considerados como tales si les aplicaran los métodos científicos de hoy? El padre Molinari y otros postuladores quisieran ver que las beatificaciones se basaran en el ejemplo moral del candidato y que se tomaran en cuenta la ayuda y la inspiración que tales modelos pueden brindar en lugar de exigir milagros. Sin embargo el reconocimiento de dichos milagros morales está aún lejos de convertirse en doctrina de la Iglesia.