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A DIOS ROGANDO...

14 de junio de 1982


"¿Cómo es eso de un fanático de Jesús entrando, en traje de fatiga, al Capitolio?" se preguntaba un diplomático occidental recientemente en Guatemala. El divertido apunte señalaba una realidad concreta: el ascenso al poder del general Efraín Ríos Montt, 55, el 23 de marzo pasado, tras un incruento golpe militar contra el presidente Romeo Lucas García.
Lo de "fanático de Jesús" no era retórica. El nuevo hombre fuerte de ese país centroamericano, es un general evangélico que se había convertido desde 1975 en líder de una congregación fundamentalista protestante de la ciudad de Guatemala.
"Dios es quien da y quien quita la autoridad" proclamaba el nuevo presidente por la televisión poco después del golpe. "Y ahora Dios ha cambiado las cosas en este país" .
Se sabe que el día del golpe, mientras este se desarrollaba, Rios Montt fue llamado el Palacio Nacional por los protagonistas del putsch. El general lo consultó con sus compañeros de iglesia, llegando todos a la conclusión de que él había sido escogido por Dios para dirigir a Guatemala.
Lo que hizo después fue menos pío. Conformó una nueva junta de tres hombres, que lo incluía a él mismo, declaró suspendida la constitución, disolvió el Congreso Nacional y prohibió todas las actividades políticas.
Quince días antes se habían realizado allí elecciones presidenciales, pero el fraude que aseguró la victoria del pupilo del presidente Lucas García, el general Aníbal Guevara, fue tan patente que sus rivales -todos derechistas- se tomaron las calles para protestar.
Con palos, disparos y gases, el gobierno disolvió la marcha de los frustrados políticos. Ese fue el comienzo del fin de Lucas García. Una cosa es masacrar indígenas, otra es dar de palos a la "gente decente".
"Estamos en peligro aquí de tener una situación como la de Nicaragua bajo Somoza, donde no sólo la izquierda estaba excluida del gobierno, sino la derecha también", dijo un caficultor que asistió a la manifestación del 9 de marzo, a un corresponsal del Washington Post. "El peligro es que la izquierda tome ventaja de la situación y nosotros terminemos perdiendo el doble" agregó.
Otras medidas que el nuevo gobierno ha tomado son el arresto de algunos de las más odiadas figuras del régimen de Lucas García y una purga de la Policía Nacional. El mismo día del golpe, un grupo de airados jóvenes oficiales, saquearon la residencia de Donaldo Alvarez Ruiz, ministro del Interior de Lucas, quien generalmente era considerado como la figura central tras los escuadrones de la muerte.
El golpe militar fue efectuado por un grupo de oficiales jóvenes, ligados al Movimiento de Liberación Nacional (MLN), partido de extrema derecha. Sus planes originales eran conformar una junta militar provisoria y convocar a nuevas elecciones dentro de 60 días, ante las cuales aspiran a que gane el MLN.
Para el gobierno de Washington este cambio de gobierno, aparentemente, cayó de sorpresa. La evidencia de fraude electoral había sido rechazada por su embajada en Guatemala y hasta una nota de felicitaciones de Reagan había sido entregada a Aníbal Guevara.
En el fondo, lo que se juega con el desplazamiento de Lucas García de la presidencia es el intento, por parte de un sector del ejército, de borrar la imagen de corrupción y violencia de Lucas para obtener mayor ayuda de Estados Unidos para frenar la insurgencia.
Un informe de Amnistía Internacional de febrero de 1981 documentaba un programa de "asesinatos diarios, detenciones secretas y ejecuciones sumarias", llevadas a cabo "bajo la directa supervisión del presidente García".
En los últimos meses el índice de muertes de la represión política promediaba los 40 al día. No sólo sindicalistas, campesinos y estudiantes componían esta terrible cuenta; también incluía sacerdotes, misioneros y figuras políticas de la socialdemocracia y de la democracia cristiana guatemalteca.
Después del golpe militar se han reducido considerablemente estas muertes. Pero el optimismo de los observadores no es mucho, ya que todo indica que Ríos Montt aspira a cambiar de fachada para lograr nueva ayuda contra la insurgencia popular, en momentos en que esta se fortalece con la consolidación bajo un sólo mando, el 8 de febrero, en la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG).