Home

Mundo

Artículo

EL PAPA QUE TENIA QUE MORIR

Las prequntas que plantea David Yallop sobre el deceso de Juan Pablo I estremecen a Europa. Se inicia gran polémica

23 de julio de 1984

El 29 de septiembre de 1978 hacia las 7 y 27 de la noche, la emisora del Vaticano leyó un comunicado que dio la vuelta al mundo: "Esta mañana hacia las cinco y media, el secretario privado del Papa no encontró, contrariamente a su costumbre, al Santo Padre en la capilla de su apartamento privado. Lo buscó en su pieza y lo encontró muerto en su cama con la luz alumbrada como alguien que tiene la intención de leer. El médico doctor Renato Buzzonetti enviado de urgencia, confirmó el deceso que tuvo probablemente lugar hacia las once de la noche y lo calificó de "muerte repentina que se podría atribuir a un infarto agudo del miocardio".
El Vaticano mintió. Según el periodista inglés David Yallop, en su libro En Nombre de Dios, escrito después de tres años de "intensas investigaciones" Juan Pablo I fue asesinado por algunos cardenales y arzobispos del Vaticano ligados a la mafia milanesa desde el pontificado de Pablo VI. El investigador señala seis "posibles" asesinos: el cardenal Jean Villot, secretario de Estado del Vaticano en ese momento; el cardenal John Cody, jefe del arzobispado de Chicago y célebre por su fortuna y sus relaciones amorosas con Helen Wilson; Paul Marcinkus, máximo responsable del Instituto Per Le Opere di Religione (IOR), es decir, el Banco del Vaticano; Licio Gelli, jefe de la logia masónica P-2; Roberto Calvi, director del Banco Ambrosiano y tesorero, de hecho, de la logia P-2 y Michele Sindona, banquero mafioso y antiguo consejero financiero del Vaticano.
En 33 días que duró el pontificado de Juan Pablo I ya todos habían comprendido, afirma David Yallop, el daño que podía causarles las orientaciones de un Papa "decidido a hacer volver la iglesia a sus offgenes, a la simplicidad, a la frangueza, a los ideales y a las aspiraciones de Jesucristo". El Papa lo había expresado a través de hechos concretos: desde el 27 de agosto él renunció a ser coronado, suprimió la tiara con incrustaciones de oro, esmeraldas, y rubíes, renunció a utilizar la "silla gestatoria" --para el transporte de los Papas-- y abandonó, en su primera alocución, el "nosotros" pontificial. De la misma manera, ordenó reducir a la mitad el mes de salario suplementario otorgado al personal del Vaticano tras la elección de un Papa, se opuso a la presencia de los dictadores latinoamericanos con motivo de la inauguración de su pontificado --el cardenal Villot ya había enviado las invitaciones-- y escandalizó la curia del Vaticano al declarar, ante el cuerpo diplomático del mundo entero que la Iglesia "no tiene ningún bien temporal para intercambiar ningún interés económico para negociar" y al afirmar que quería efectuar una timida apertura de la Iglesia en favor del control natal.
En este campo, el Papa Albino Luciani quería vivir más de acuerdo con la época y poner fin a la hipocresía del Vaticano que se opone a la planificación familiar mientras uno de sus institutos (Instituto Farmacológico Sereno) realiza excelentes ganancias con una píldora llamada "Luteolas" "En la cima de la lista de reformas" cambios prioritarios decididos por el Papa, escribe el periodista Yallop, se encontraba la necesidad de modificar las relaciones del Vaticano con el capitalismo... ". Para ello, Juan Pablo; ordenó una investigación sobre las prácticas deshonestas del Banco del Vaticano que, según Yallop, recibía enormes pagos y comisiones anuales a cambio de facilidades que le ofrecía a Gelli y a Sindona para realizar gigantescos fraudes internacioriales y blanquear el dinero de la mafia.
Ante esa "revolución", el Vaticana reaccionó de dos maneras. Previniendo, por un lado, al Papa que ciertas cosas "no se hacían": suprimir la silla gestatoria, querer ir a los barrios populares de Roma, hablar con los guardas suizos, impedir a los curas y a las monjas arrodillarse en su presencia. Lanzando, por otra parte, a través del diario del Vaticano el Osservatore Romano una especie de campaña para hacerlo aparecer como un opositor a la planificación familiar y a la teología de la liberación aplicada, en particular, en América Latina.
Juan Pablo I no retrocedió, relata el investigador. Por el contrario; el 28 de septiembre, en una violenta discusión con su secretario de Estado, Jean Villot, le anunció su reemplazo por Giovanni Benelli, arzobispo de Florencia, y le comunicó su decisión de retirar la dirección del Banco del Vaticano al actual cardenal Paul Marcinkus, de romper las relaciones del Vaticano con el Banco Ambrosiano de Roberto Calvi y de enviar fuera de Roma a otros miembros del clero comprometidos con la logia masónica como Poletti, Baggio y De Bonis.
¿El cardenal Jean Villot planificó el asesinato del Papa o se limitó; destruir las pruebas del crimen descubiertas en el apartamento pontifical? El periodista inglés no responde pero asegura que, según los testimonios recogidos, "el medicamento, los anteojos del Papa, así como sus pantufla y su último testamento se encontraban en la pieza y en la sala de trabajo de Juan Pablo I antes de que Villo entrara. Después de su primera visita y su primer examen, esos objetos desaparecieron. Todas las pruebas materiales indicando que Albino Lucian había vivido y trabajado en ese sitio --prosigue el periodista-- fueron empacadas y trasteadas. A las seis de la tarde (del mismo 29 de septiembre), las 19 piezas de los apartamentos póntificales habían sido vaciadas de cualquier objeto asociado, incluso de lejos, al pontificado de Luciani".
¿Por qué esa precipitación si el Papa no fue asesinado? pregunta Yallop. ¿Por qué el cardenal Villot decidió embalsamar su cuerpo inmediatamente, como lo prueba el hecho de que los encargados de hacerlo, los hermanos Ernesto y Renato Signoracci, fueron contactados antes del examen médico hecho por el doctor Buzzonetti hacia las seis de la mañana? ¿Por qué el Vaticano se opuso a una, autopsia reclamada hasta por la prensa conservadora como el Corriere della sera? ¿Cómo explicar un infarto cuando el médico que lo había examinado desde hacía largos años, Giovanni Rama, jefe de servicio del hospital de Mestre, dijo, asegura Yallop, que Albino Luciani no era cardíaco? ¿Por qué el Vaticano se contentó con el diagnóstico del doctor Buzzonatti que por un lado, no había examinado nunca al Papa y que, por otro, no pudo practicar una autopsia?
Frente a esas evidencias, recuerda el periodista, el cardenal Jean Villot había abandonado la tesis del infarto y explicado a sus relacionados, que el Papa se había matado accidentalmente al ingerir una sobredosis de Effortil medicamento que Albino Luciani tonaba desde hacía años para compensar su tensión baja. Pero esta tesis, subraya el escritor, fue excluida por el doctor Rama quien calificó al Papa de "paciente concienzudo".
El autor de En Nombre de Dios interpreta otros dos hechos como pruebas irrefutables que el Papa fue, envenenado gracias a una sustancia discreta pero mortal: la digitalina. Por qué el actual cardenal Paul Parcinkus, que vivía a unos veinte minuos en carro del Vaticano, no supo explicar lo que hacía a las 6 y 30 de la mañana del día que fue descubierto el cadáver del Papa? ¿Por qué el cardenal Villot mintió, como de hecho lo reconoció más tarde, al afirmar que el documento encontrado entre las manos del Papa era el libro escrito en el siglo XV La Iniciación de Jesucristo? David Yallop es formal sobre ese punto. En los apartamentos del Papa no había ni un ejemplar de ese libro. Según él, los manuscritos que el Papa tenía entre sus manos contenían la lista de cambios que iba a efectuar.
Ante esas "pruebas", concluye el periodista, ningún jurado podría concluir que Albino Luciani murió de muerte natural. Quizá. Pero dos periodistas del diario parisino Liberation mostraron, por su lado, tras un mes de investigación, que el David Yallop había "seleccionado los testimonios" con el fin de "probar demasiado". El registra en su libro, que el Papa sufría desde 1975 de una hipotensión en el ojo derecho, pero omite una parte del testimonio dado por el doctor Rama según el cual las personas que se encuentran en ese caso pueden morir de una trombosis en el corazón o en el cerebro. Diego Lorenzi, secretario del Papa, dijo a los periodistas franceses haber confiado a Yallop que el manuscrito que el Papa tenía en sus manos era simplemente una homilia, "Si era un simple mensaje espiritual, respondió Yallop a Liberation, ¿por qué no haberlo hecho público, por qué desapareció?"
David Yallop no suministra "pruebas irrefutables" del asesinato de Juan Pablo I, pero los interrogantes contenidos en su libro merecen, señala en general la prensa en Europa, una investigación oficial. Una investigación que, de hecho, se anuncia difícil. Primero porque tres de los "posibles" asesinos han muerto (Jean Villot, John Cody y Roberto Calvi), Licio Gelli ha desaparecido y Paul Marcinkus se ha puesto bajo la protección del nuevo Papa. Y, enseguida, porque como de costumbre, el Vaticano prefiere dejar esas cosas en manos de Dios.--
Las credenciales de Yallop
En Inglaterra David Yallop tiene la reputación de ser un periodista serio y competente. Su primer libro To Encourage Others demostró la inocencia de un joven ejecutado en los años cincuenta. Su libro suscitó un debate en la cámara de los lores. Sus demás libros también fueron dedicados a asuntos criminales. En The Day the Laughter Stopped, Yallop resolvió el misterio de un crimen de los años cincuenta y rehabilitó así a la vedette del cine mudo Roscoe Arbuckle. Otro de sus libros, Beyond Reasonable Doubt condujo a la liberación de Arthur Thomas, encarcelado desde hacía siete años. Acusado injustamente de dos crímenes, Thomas fue indultado y recibió una indemnización de un millón de dólares.
En fin, siete meses antes de la detención del asesino de Yorkshire, David Yallop reveló, sin nombrarlo, todas las características del tipo. Tras una larga investigación, el periodista lo describió como un hombre casado sin niños, de unos 35 años, de bigote chofer de un camión, residente en la región de Bradfor. El asesino de Yorkshire era, en efecto, tal cual.
Por ahora no se sabe, cuáles serán la repercusiones de su último libro In God's Name. Podría convertirse en un verdadero best seller. Su editor inglés, Tom Maschler, no ha improvisado la actual operación comercial. Después de haber pagado durante dos años, un equipo de seis personas para ayudar al periodista a efectuar su investigación, Maschler logró, el 14 de junio, la salida del libro en Estados Unidos, Alemania, Francia, Holanda y España.--