Home

Mundo

Artículo

Lucía, Francisco y Jacinta Martos, los pastorcitos de Fátima | Foto: Joshua Benoliel

RELIGIÓN

Los extraordinarios secretos que, según el catolicismo, la Virgen le reveló a tres pastorcitos

Visiones del infierno, del fin de la guerra y del futuro del mundo: hace cien años, tres niños recibieron el peso de las revelaciones divinas en Cova de Iría, Portugal. Dos de ellos acaban de ser canonizados.

13 de mayo de 2017

Su último capítulo acaba de ser escrito por el papa Francisco, que convirtió en santos a los hermanos Jacinta y Franciso Martos, quienes, junto a su prima Lucía, recibieron las revelaciones divinas y sufrieron el peso las mismas. Así es como el catolicismo, en el libro Biografías de Santos, cuenta la historia.

La vida de los tres pequeños se transformó en 1916. Jacinta (6 años), Francisco (9) y Lucía (10) pastoreaban un rebaño de ovejas en Cova de Iría, un poblado de Portugal, cuando se les apareció un ángel. Era el enviado para preparar a los pequeños. Los niños, que no sabían leer, fueron aleccionados en el sacrificio cotidiano como expiación de los pecados y recibieron la comunión de ese ser celestial que los visitó varias veces más.

Al año siguiente, el 13 de mayo, la madre de Jesús se les apareció. "Brillaba más que el sol", contó Lucía. Estaba vestida de blanco y cubierta por un manto con bordes dorados. La Virgen les pidió que durante los siguientes cinco meses, el día 13, visitaran al mismo lugar. Entonces, comenzaron las revelaciones que cambiaron a los niños para siempre.

Les recomendamos: Pastorcillos de Fátima, los santos más jóvenes de la historia

Los pequeños provenían de una familia campesina que vivía apenas con lo necesario, y su forma de vida no distaba mucho de la de cualquier niño de su edad, marcada por juegos y rabietas. Luego de las apariciones de la Virgen, cuenta Lucía, quien fue la encargada de dar testimonio, su prima se convirtió en una niña de una madurez profunda, que rara vez se ocupaba de asuntos pueriles, y cuyo carácter se había tornado amable y tranquilo. Francisco, por su parte, optó por la soledad y el silencio en sus concentradas jornadas de oración. Esas transformaciones fueron fruto del carácter de lo que les fue revelado.

La primera visión que les mostró la Virgen fue la del infierno, un mar de fuego habitado por demonios y almas de seres humanos. Una imagen espantosa, durísima para ellos, pero aliviada por la promesa divina de que nunca lo padecerían, pues irían al cielo.

En la segunda revelación, la Virgen les comunicó que la Primera Guerra Mundial estaba por acabarse, como ocurrió dos años después, y que se avecinaba una nueva gran guerra. Además, contó Lucía, la madre de Dios predijo el crecimiento del poder de Rusia en todo el globo, "promoviendo guerras y persecuciones a la iglesia".

El último secreto solo fue revelado por el papa Juan Pablo II en el año 2000. En el relato de Lucía, la Virgen les mostró a un pontífice y a otros miembros de la Iglesia siendo asesinados por soldados que les disparaban balas y flechas.

Cuando los niños contaron en el pueblo sus encuentros con la Virgen, nadie, a excepción de los padres de Jacinta y Francisco, creyó en sus relatos. Pero la historia se extendió y cobró fuerza hasta el punto que el alcalde de Vila Nova de Ourém los secuestró y los maltrató para que les contara los mensajes recibidos. Después de las apariciones, los pequeños se dedicaron a las prácticas de fe. Oraban e incluso se sometían a dolores y penitencias físicas para redimir los pecados de la humanidad.

La Virgen también les había anunciado a Jacinta y Francisco que morirían pronto. Y en diciembre de 1918, los niños se contagiaron en medio de la epidemia de gripa que azotaba a toda Europa. Francisco murió el 4 de abril de 1919. Casi un año después, en febrero de 1920, falleció su hermana, víctima de una infección y en un hospital de Lisboa, lejos de su familia, tal como se lo había anunciado la Virgen María.

Quince años después, los restos de Lucía fueron exhumados para trasladar su cuerpo a Fátima. La sorpresa en ese proceso fue que el cuerpo de la pequeña estaba incorrupto, como si hubiese acabado de morir.

El culto a la Virgen de Fátima se extendió por todo el mundo, acrecentado por el hecho de que uno de los secretos revelados a los niños permanecía guardado.

El 13 de mayo de 2000, el papa Juan Pablo II beatificó a los hermanos y el 13 de febrero de 2005, Lucía dos Santos, la depositaria de los secretos de la Virgen de Fátima, murió, cuando tenía 97 años.

En 2013, un niño de cinco años se cayó por una ventana, a una altura de seis metros. Las heridas en su cráneo le dejaron en coma. Sufrió dos paros cardíacos y estuvo a punto de morir. Entonces, su familia lo encomendó a los pastorcillos y, dos días después, el pequeño se recuperó y ante el asombro de los médicos, abandonó el hospital sin secuelas físicas.

Este sábado, se cumplió un siglo desde la primera aparición de la Virgen a los pastorcillos, el papa Francisco declaró santos a los hermanos Martos. El sustento de la canonización es ese milagro que habrían realizado en Brasil, uno de las decenas de relatos increíbles que hay alrededor de los pequeños de Cova de Iría.