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La militarización del puerto en 2014, unida a las millonarias inversiones sociales y al trabajo de las autoridades, ha logrado sacarlo del caos en el que estaba. Han sido capturadas más de 484 personas y varias bandas desarticuladas. | Foto: León Darío Peláez

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Buenaventura, ejemplo del ‘sí se puede'

En esta ciudad del Pacífico los homicidios se redujeron en 48 por ciento en 2015. Una cifra ejemplar para un puerto que estaba acorralado por el crimen. ¿Cómo lo hicieron?

27 de febrero de 2016

No hay mal que dure 100 años, ni cuerpo que lo resista. Esa frase encaja como anillo al dedo en el fenómeno de violencia que por décadas viene atormentando a Buenaventura (Valle), el puerto más importante sobre el mar Pacífico, por donde se mueve la mitad de las exportaciones del país.

Tras varios años de ser el centro de macabras guerras por su control y por dominar la salida de drogas y el ingreso de armas, dinero e insumos para el narcotráfico, ahora esa ciudad protagoniza una buena noticia: está ganando las batallas contra el desplazamiento, la extorsión y los homicidios, cuya máxima expresión de barbarie eran las macabras ‘casas de pique’.

Las cifras son elocuentes. En 2015, las autoridades lograron reducir los homicidios en 48 por ciento. Es decir, el registro pasó de 147 asesinatos en 2014 a 78 el año pasado. Y el número de desaparecidos pasó de 45 en 2014 a 20 en 2015. Si bien las cifras siguen siendo altas para una ciudad con menos de 400.000 habitantes, no se puede pasar por alto el logro y menos si se recuerda que en Buenaventura se teje una verdadera telaraña criminal entre dos bandas que luchan por controlar el territorio: la Empresa y los Urabeños.

Por cuenta de esa guerra criminal, Buenaventura se había convertido en una vergüenza, a tal punto que personalidades como Todd Howland, hasta hace poco representante de la ONU en Colombia, comparó esa mala situación de derechos humanos con lugares como Congo, en África.

Y si a esa vergüenza se le suma el escándalo de las temidas casas donde la gente era descuartizada, incluso viva (entre 2013 y 2014 se contaron 22 casos), se entiende el entusiasmo por las nuevas cifras de homicidios. ¿Qué pudo cambiar en una ciudad en donde a cualquiera lo descuartizaban solo por cruzar fronteras invisibles entre barrios o no pagar una extorsión de 10.000 pesos?

Las autoridades aplicaron dos soluciones simultáneas cuando estalló el problema de violencia, a comienzos de 2014. Por un lado, el gobierno anunció la intervención militar y social del puerto, sumado a un crédito por 400 millones de dólares para invertir en todo el litoral pacífico. Por el otro, el aparato de justicia se unió para atacar a las bandas y descabezar a sus jefes.

Ese esfuerzo no tardó en mostrar cifras alentadoras. Mientras el gobierno invertía 260.000 millones en 30 obras sociales prioritarias como acueducto, escuelas, polideportivos, puesto de salud y mejorar la red energética, la Fiscalía, la Policía y la Armada hacían lo suyo investigando y capturando a los bandidos. “La estrategia era simple. Trabajamos con Policía Judicial de manera conjunta, priorizamos los fenómenos delictivos como homicidios, desapariciones, desplazamientos y extorsiones, y así descubrimos cómo delinquían y quiénes lo hacían”, explicó Martha Mancera, directora de la seccional Valle de la Fiscalía.

Para cumplir esa estrategia, el aparato de justicia en Buenaventura recibió el refuerzo de nueve fiscales, nueve asistentes y 110 policías judiciales. El resultado: desde 2014 hasta la fecha han capturado y judicializado 484 miembros de bandas criminales. “Cada vez que un nuevo jefe asoma la cabeza, ya lo tenemos identificado”, explicó el coronel Marcelo Russi, comandante de la Policía del municipio.

Pero no pueden bajar la guardia y así lo dejó en evidencia el defensor del Pueblo, Alfonso Cajiao. En una reciente visita a Buenaventura reconoció los avances en materia de seguridad, pero advirtió que “persisten riesgos relacionados con la influencia de estos grupos ilegales y la ocurrencia de homicidios selectivos, desplazamientos intraurbanos, reclutamiento forzado y utilización ilícita de menores, amenazas, extorsiones, violencia de género”, dijo.

Y en ese mismo sentido se manifiesta la comunidad, que el pasado 19 de febrero realizó otra marcha, pero esta vez contra el miedo y el olvido. Según explicó José Luis Rojas, uno de los organizadores, “hay una calma, pero eso no significa que no haya bandas criminales; solo que no están en confrontación”. Esa tesis coincide con la alerta de la Defensoría, en la que denuncia que en la actualidad los de la Empresa retomaron el control, especialmente, en 17 barrios de la comuna 12 de la ciudad.

El mejor ejemplo para resumir que las cosas mejoraron pero pueden empeorar es que hace solo una semana las autoridades reportaron dos hechos aterradores: rescataron a un joven que iba a ser descuartizado y hallaron el cuerpo picado de otro. Sin embargo, pese a que aún hay violencia y hechos delictivos, todo indica que el remedio está funcionando en favor de los bonaverenses. Lo merecen.