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Odin Picacho | Foto: Archivo Particular

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En persecución de película cayó ‘Picacho’, el terror de las comunas de Medellín

El presunto cabecilla de la Odín Picacho fue capturado en el suroccidente de la capital antioqueña en momentos en que buscaba el control de 120 criminales en el Valle del Aburra.

31 de marzo de 2017

Cuando Mauricio Soto salió de casa de su esposa, en el barrio Santa Teresita de Medellín, no sospechó que la mayoría de los taxistas, transeúntes y vendedores ambulantes a su alrededor fueran policías encubiertos. A pesar de que se sabía perseguido desde hace tiempo, creía haber burlado nuevamente a las autoridades encargadas de rastrearlo, como lo hizo durante los casi cinco años en los que dirigió la organización delincuencial integrada al narcotráfico denominada ‘Odin Picacho’, una de las más temidas del Valle de Aburrá.

En cuanto uno de los agentes trató de detenerlo, Soto esquivó los patrulleros, burló semáforos en rojo y condujo en contravía como en una película de acción, pero finalmente fue acorralado por un cerco de 30 uniformados movilizados en siete vehículos dispuestos para su captura.

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En ese momento quedó en manos de oficiales de Dipol, la Dijín y La Sipol de Medellín, quienes adelantaron el operativo conjunto. De esa forma pusieron fin a la carrera criminal de unos de los principales herederos de la desarticulada Oficina de Envigado, azote del departamento.
 
Desde cuando se inició en el mundo del hampa como uno de los hombres de confianza de Alias Frank, Carlos Mauricio Soto Isaza escaló peldaños hasta transformarse en coordinador de la ‘Odin Picacho’ en el 2008, asumir el control de la mayoría del tráfico de marihuana en el valle en el 2016 y consagrarse como cabecilla de la organización tras la captura de Ferney Moreno López, alias Montañero, en diciembre del 2017. En ese momento, alias la Vieja o el Tío, como también se le conoce, llegó a controlar actividades criminales y de narcotráfico en los municipios de Bello, Itagüí, Barbosa, Girardota y Copacabana, así como en los corregimientos de San Cristóbal, La Candelaria en la comuna 10, Castilla en la 5 y Doce de Octubre en la comuna 6.

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Durante ese tiempo, fue también uno de los principales protagonistas del sangriento enfrentamiento que mantuvo la Odin Picacho con el Clan del Golfo por el control del narcotráfico en la ciudad de Medellín, hasta que acordó un pacto de no agresión con los emisarios de Alias Otoniel.

Después de asumir el mando, forjó alianzas con los líderes de los clanes rivales alias Tom, de la Odin Las Chatas, y alias Diego Chamizo, de la Odin Caicedo, con los que buscó tomar el control de las 17 mayores estructuras criminales del área metropolitana de Medellín, divididas en 120 combos que a la fecha no cuentan con un mando centralizado debido a las luchas internas de poder entre sus cabecillas. Estaba a punto de lograrlo cuando fue capturado en el marco de la operación Excalibur.

La cacería de Soto por parte de la Dijin duró poco más de un año. Precavido, el hombre alternaba cada semana entre diferentes casas de seguridad ubicadas en Medellín y en los municipios aledaños, antes de encerrarse durante semanas enteras en lujosos apartamentos vigilados las 24 horas por algunos de sus colaboradores. Aunque vestía prendas lujosas, sólo mandaba a sus hombres de confianza a realizar sus compras para evitar ser rastreado y cuando era requerido por las autoridades, se presentaba con una cédula original con otro nombre y su fotografía actual.

Finalmente, lo traicionó un mensaje de texto cuando los investigadores descubrieron que Soto se comunicaba con su pareja sentimental a través de su I Phone y que solía visitarla en el barrio de Santa Teresita para tomar noticias de sus niños. En el momento de su captura, Soto se identificó con el nombre de Jhon Alexis Arroyave Villa, pero unas pruebas de dactiloscopía permitieron a los peritos confirmar su identidad.

Con el arresto del que fue uno de los hombres más buscados del país, presuntamente responsable de planear y ordenar homicidios selectivos, desplazamientos forzados, extorsiones, secuestros y tráficos de armas y estupefacientes en la región, el Gobierno espera poder fracturar el modelo de absorción a través del cual los delincuentes buscan reconstruir grandes organizaciones criminales en Antioquia, y reducir los índices de violencia en estas áreas de operación.