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| Foto: Semana.com

POLÉMICA

La columna en la que el nuevo director del Centro de Memoria Histórica elogia a Bolsonaro

Fue publicada en el Nuevo Siglo hace un mes y, allí, Vicente Torrijos define al ahora presidente de Brasil como un político en ascenso que se ha esforzado desde las bases populares por liberar a su país de la corrupción, el engaño y las redes ilícitas. Un hecho que reabre el debate de si el académico es la persona idónea para el cargo.

22 de noviembre de 2018

En los ocho años que lleva en pie, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) se ha convertido en el punto de partida para tratar de entender lo que pasó en Colombia durante 50 años de guerra. Con más de 120 informes publicados, esa ha sido la única vía oficial que ha tenido el país para reunir y recuperar material documental y testimonial sobre el conflicto armado y los actores que participaron en él. Ahora, la Comisión de la Verdad (recién inaugurada) reforzará dicha labor y verificará los patrones de violencia cometidos, usando como referente lo logrado por estos investigadores.

Justo el miércoles, tras mucho debate y polémicos candidatos, fue confirmado el nombre de quien será su nueva cabeza: Vicente Torrijos. Según su página web, es "analista político, escritor y periodista con especialidad en Opinión Pública, Magister en Estudios Políticos, hizo el postgrado en Altos Estudios Internacionales, cursó el doctorado en Relaciones Internacionales y culminó su estancia postdoctoral en Asuntos Estratégicos, Seguridad y Defensa".   

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Pese a que su perfil no fue tan controvertido como el del primero que sonó -Mario Pacheco (un historiador santandereano que en la pasado se había referido al Centro de Memoria como “otra de esas estructuras infiltradas, pagadas por el Estado para deslegitimar al mismo Estado”)-, algunos expertos consultados por SEMANA consideran improcedente la cercanía que Torrijos ha mostrado con la institución castrense en su carrera profesional, pues ha sido consultor en asuntos estratégicos del Comando General de las Fuerzas Militares.

En años pasados, fue miembro suplente de la Asamblea Constituyente de 1991, comisionado presidencial para el manejo de crisis con Venezuela en el gobierno de Uribe y fundador de la maestría y el Departamento de Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana.

Adicionalmente, presidió el Consejo Latinoamericano de Investigaciones de Paz (Claip) con sede en Guatemala, fue Observador Internacional de la OEA para elecciones presidenciales en Nicaragua, y miembro del Comité científico del Centro Regional de Estudios Estratégicos de la Escuela Superior de Guerra.

Y más recientemente hizo parte de la Comisión Histórica del Conflicto y de las Víctimas instalada en La Habana por la Mesa de negociaciones en agosto de 2014, de donde salió uno de los argumentos por los que algunos critican su elección.

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De acuerdo con una columna de Gustavo Gallón un año después de que se conociera el informe, “el origen del conflicto armado en Colombia, para Vicente Torrijos, se explicaría por la ambición de poder del Partido Comunista, so pretexto de abolir la opresión de la población por una casta privilegiada, asociada al capital financiero norteamericano y global”.

De ahí que en los últimos días se haya abierto la discusión sobre qué tan idóneo es el perfil de este académico para una dirigir una institución donde la cercanía a las víctimas es fundamental pero, sobretodo, la certeza de que en el conflicto armado colombiano hay muchos responsables, no solo uno.

En ese contexto, SEMANA encontró una columna del pasado 23 de octubre publicada en el Nuevo Siglo, en la que el futuro director del Centro Nacional de Memoria Histórica expresa su admiración a Jair Bolsonaro, el recién electo presidente de ultraderecha brasileño. En ella Torrijos define a Bolsonaro como “un político en ascenso que, más allá de declaraciones eufóricas, ha construido un proyecto político perfectamente ajustado a las reglas de la democracia occidental”.

Sin embargo, este mismo, en una ocasión elogió a uno de los torturadores de la dictadura de Brasil (1964-1985) y sorprendió a la opinión pública cuando, durante una entrevista en una estación de radio local, dijo:  “El error de la dictadura fue torturar y no matar”. E incluso, hace 20 años, durante una entrevista en televisión le preguntaron a Bolsonaro si cerraría el Congreso si llegara a ser elegido presidente y respondió: “No hay la menor duda, daría golpe el mismo día, hacia el mediodía”.

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En otro aparte de la columna, Torrijos advierte que el mandatario brasileño, “lejos de ser un advenedizo con aires redentoristas, o un golpista velado, o un socio de organizaciones violentas (todas ellas, las principales características de los marxistas en el hemisferio), se ha esforzado desde las bases populares por liberar a Brasil de la corrupción, el engaño y las redes ilícitas”. Algo que sus detractores fácilmente podrían contradecir si recurren a las polémicas y ya muy conocidas declaraciones que el presidente brasileño ha hecho en contra la clase popular y especialmente de las minorías.

Cuando unos periodistas le pidieron su opinión sobre las comunidades negras de Brasil, Bolsonaro contestó: “No hacen nada mientras que nos gastamos más de mil millones de dólares al año en ellos”. O, después de que el indígena Jacinaldo Barbosa le arrojó un vaso con agua durante una audiencia pública en la que se discutía la demarcación de la reserva de la Sierra del Sol, gritó: “Él debería ir afuera y comer pasto, así puede mantener sus orígenes”.

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En la columna, Torrijos, consciente de la resistencia que desde ese entonces producía el candidato a la presidencia de Brasil por sus polémicas ideas, afirma que “no basta que el candidato del partido Social Liberal (PSL) sea respetuoso de las reglas electorales, no tenga ningún proceso a cuestas por corruptela, haya triunfado caballerosamente en la primera vuelta y ahora venza al candidato chavista en la segunda”, pues “si se les pregunta a los correligionarios de lo que fue el santismo en Colombia, o a los simpatizantes de la(s) Farc-Eln, o de la familia Castro, o de Daniel y Rosarito, ellos dirán, al unísono, que Bolsonaro “es un monstruo” porque fue militar, tiene ideas innegociables, y se opone frontalmente al chavismo en cualquiera de sus versiones”.

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Estas afirmaciones del futuro director del Centro Nacional de Memoria Histórica tienen indignados a varios defensores de derechos humanos y otros expertos en el tema que se oponen a su elección, pues consideran que no es posible que la cabeza de una institución que busca la pluralidad, rechaza las justificaciones de la violencia, pone en el centro a las víctimas, y rechaza cualquier guerra, admire a un político que justifica los discursos de odio, fomenta el racismo, la misoginia, el machismo, y justifica la guerra.

SEMANA lo consultó a Torrijos y respondió lo siguiente: "No puedo referirme a nada que tenga que ver con el Centro Nacional de Memoria Histórica hasta que el presidente haya hecho un nombramiento".