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Andrés Pastrana ha vuelto al ruedo con los pies más en la tierra. | Foto: ALEXANDRA RUÍZ

POLÍTICA

¿Un nuevo Pastrana tras la llegada del coronavirus?

El expresidente ha pedido tender puentes con Venezuela y conformar un “grupo de sabios” que haga recomendaciones sobre cómo enfrentar el coronavirus. Propuestas constructivas que contrastan con el negativismo de los últimos años que le costó en imagen y credibilidad. 

12 de abril de 2020

Después de unos años de actitudes erráticas en política, Andrés Pastrana ha vuelto al ruedo con los pies más en la tierra. Desde que rompió con el Gobierno de su exministro Juan Manuel Santos, y se reconcilió con su antiguo enemigo Álvaro Uribe, el expresidente había tenido muchas salidas en falso y una serie de bandazos desconcertantes. 

A Santos, quien había sido su amigo y su ministro de Hacienda, lo puso en la mira como su principal enemigo político. Se volvió el más feroz opositor del proceso de paz de La Habana; lo acusó de haber ganado las elecciones con plata de Odebrecht, y lo criticó fuertemente por aliarse con Chávez y Maduro para negociar con las Farc. Todos los enemigos de Santos hacen esas apreciaciones. Sin embargo, teniendo en cuenta que Pastrana se la había jugado por un proceso de paz sin éxito con despeje de 40.000 kilómetros para Tirofijo, y que en ese experimento había utilizado a Fidel Castro como aliado, no se le veía mucha autoridad moral para ese botafuegos. 

A Álvaro Uribe, quien había llegado al poder por “destrozar” ante la opinión pública el fracaso del Caguán, lo pasó de la noche a la mañana a la condición de nuevo mejor amigo. De él había llegado a decir: “Mientras mis más cercanos asesores están siendo llamados al nuevo Gobierno, los asesores más cercanos de Uribe están siendo llamados a indagatoria”. Y “no puedo apoyar a un partido que tiene al primo de Pablo Escobar en sus listas”. En todo caso, amangualado con ese nuevo mejor amigo, los dos respaldaron y ayudaron a elegir a Iván Duque. Hoy Pastrana se considera dueño de la mitad de ese Gobierno, y Uribe, del 90 por ciento. 

Pero más que el cambio de bando, a Pastrana le había hecho daño convertirse en el jefe de oposición contra su propio partido, del cual supuestamente era el jefe. Como esa colectividad desde hace años no tiene posibilidades de llegar a la presidencia, su participación política y su supervivencia han dependido de la mermelada. Por eso el conservatismo lleva como partido de Gobierno desde 1998, y cada vez que el mandatario de turno no le gusta a Pastrana, él acusa de corruptos a los godos que apoyan a ese presidente que le cae mal. Por lo anterior, hasta hace poco el expresidente era una voz solitaria en el desierto: con muy poca audiencia. 

Eso ha cambiado en los últimos días. Las recientes iniciativas de Pastrana han sido consideradas constructivas y sensatas. La primera fue llamar la atención sobre los peligros de no tener un canal de comunicación con el Gobierno de Maduro ante los riesgos de que la frontera sin control se convierta en una puerta abierta para el coronavirus. Y él, el mayor crítico de Maduro, se ofreció a reunirse con el presidente venezolano para salvar vidas. Esa propuesta nació muerta porque al día siguiente Estados Unidos acusó a Maduro de narcotraficante. Pero, a pesar de las críticas, era un aporte constructivo. 

Su más reciente idea también sirve. Propone crear un grupo de empresarios, economistas y expertos de alto nivel con el objetivo de unir esfuerzos en la búsqueda de soluciones para el coronavirus. Hasta ahora han sonado Mauricio Cárdenas, Hernando José Gómez, Jaime Ruiz, Diego Pizano, Luis Fernando Ramírez, Roberto Junguito, Manuel Santiago Mejía, Sara Ordóñez, Eric Flesch, Juan Carlos Echeverry y Juan Camilo Restrepo. El Gobierno no le ha parado muchas bolas a la iniciativa, aunque Pastrana no se ha quedado quieto y logró que su partido, del cual se había distanciado, ahora lo apoye. No es imposible que el paquete de medidas que salgan de ese grupo entre por el Congreso si el Gobierno no les pone atención. 

Lo que ha cambiado con Andrés Pastrana es que pasó de ser destructivo a ser constructivo. Lo anterior había dejado una impresión de mezquindad y deseo de protagonismo; con lo de ahora no deja de tener deseo de protagonismo, pero por lo menos aporta y despierta interés en varios sectores.