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Germán Vargas generó más hechos políticos y su timonazo marcó la diferencia e inclinó la balanza contra el Gobierno.

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Vargas Lleras, ¿el jefe de la oposición?

Germán Vargas se convirtió en el protagonista de la política con el hundimiento de las objeciones a la JEP. Pero no está claro si el papel que está jugando lo va a reencauchar.

7 de abril de 2019

Varios hechos han llevado recientemente a Germán Vargas a marcar la agenda nacional. En primer lugar, haber sido el principal promotor de la coalición tripartita con el Partido Liberal y el de La U para darle el tiro de gracia a las objeciones a la JEP. Por otro lado, su pulso por el control de Cambio Radical con la familia Char. No menos importante fue su columna del domingo pasado en El Tiempo, en la cual denunció que el Gobierno está ofreciendo mermelada para torcer a los parlamentarios de su partido en las votaciones del Congreso. Y como si fuera poco, demandó ante la Corte Constitucional la Ley de Financiamiento, prioritaria para que el Gobierno tenga flujo de caja en momentos de estrechez económica.

En su columna dominical en El Tiempo, Germán Vargas acusó al Gobierno de haber incidido para que un senador protegido de los Char votara a favor el Plan de Desarrollo que él rechaza. En la foto, Fuad Char, Vargas y Álex Char, cuando su relación estaba en el mejor momento.

Lo anterior, para algunos, posiciona a Vargas Lleras como la cabeza visible de la oposición al Gobierno en el Congreso. César Gaviria ha estado en lo mismo con la bancada del Partido Liberal, que es más grande. Pero Germán generó más hechos políticos y su timonazo marcó la diferencia e inclinó la balanza contra el Gobierno. Ese timonazo hizo que La U, que se había declarado partido de gobierno, también se desmarcara. Las tres colectividades suman 89 representantes y 46 senadores, con lo cual se convierten en el bloque legislativo decisorio.

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En este momento, ese bloque garantiza que las objeciones presidenciales se van a hundir. Eso en términos del proceso de paz no es trascendental, pero en términos políticos sí. La oposición a esas objeciones obedece a varios factores. Por un lado, está la falta de mermelada, pero también hay oportunismo y convicción. En el Congreso hay un sector que apoyó el proceso de paz por principio y cree que debe ser respetado. Hay también bastantes senadores y representantes que tienen algún pariente en problemas con la justicia que aspira a someterse a la JEP. Hasta el Ñoño Elías está en eso. Y, por último, están los que presionan para que les den puestos, que no deben ser pocos.

Germán Vargas tiene algo de estos tres elementos. Por un lado, como exvicepresidente de Santos, a pesar de sus reservas con la JEP, acabó por apoyarla después de que la Corte Constitucional la avaló. Además, varios de los congresistas con enredos en la justicia pertenecen a Cambio Radical. Finalmente, aunque denunció a Duque por recurrir a la mermelada, sus críticos aseguran que él no ha sido manco en esta materia.

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El cuento de Duque de la “no mermelada” es teórico. Mientras en Colombia no haya una carrera administrativa seria, la repartición de los puestos dependerá de la voluntad del presidente. Duque hizo un esfuerzo inicial por desvincular las cuotas burocráticas de las votaciones en el Congreso, pero la realpolitik lo ha obligado a aterrizar en este frente. Para comenzar, el Centro Democrático ganó las elecciones y no tiene nada de absurdo que el presidente elegido gobierne con sus tropas. Y también está el hecho político de que cuando la aprobación de un proyecto clave para el país dependa de cinco puestos, puede ser más lógico darlos que dejarlo hundir. En plata blanca, Iván Duque ha logrado reducir la mermelada a sus “justas proporciones”, como diría Julio César Turbay, su referente político.

Vargas Lleras se ha convertido en un palo en la rueda del gobierno en el Congreso, pero esa puede resultar un arma de doble filo.

Paradójicamente, los jefes de la oposición, Germán Vargas y César Gaviria, querían, en el fondo, entrar al Gobierno. Pero no con migajas burocráticas, sino con representatividad política de sus respectivos partidos. Eso significaba no más puesticos al detal, sino dos o tres ministerios presentados ante el país como acuerdos programáticos. El Partido de la U, aunque supuestamente forma parte de la coalición de gobierno, está en lo mismo. Mientras esa sea la situación, Duque va a tener serios problemas de gobernabilidad.

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Como el presidente ganó las elecciones con el mandato de cambiar las costumbres políticas, no hay salida fácil para ninguna de las partes. Vargas por ahora se ha convertido en el palo en la rueda del Gobierno en el Congreso, pero esa podría ser un arma de doble filo. Él puede calcular que como el Gobierno de Duque no es muy popular, hacerle oposición en las próximas elecciones regionales puede resultarle rentable. Pero la verdad es que los congresistas por lo general en ese tipo de elecciones prefieren estar del lado del Gobierno. Además, Duque puede no ser muy popular, pero no genera odios. No es lo mismo oponerse a él que oponerse a Uribe o a Santos, lo cual sí ha dado votos.

Otra encrucijada de Germán Vargas tiene que ver con su relación con la casa Char. Hasta ahora esa familia había sido la columna vertebral de su partido. No solo aportaba los votos de Fuad Char y su dinastía, sino que arrastraba buena parte del caudal electoral del Caribe. Solo en Cambio Radical ellos tienen 7 de 16 senadores y 10 de 30 representantes a la Cámara. Pero también cuentan con ascendencia sobre parlamentarios de otras colectividades a los que han apoyado. Se calcula que poseen la solidaridad de por lo menos cinco senadores y cinco representantes más en otras toldas. En esta categoría estarían nombres como Mauricio Gómez Amín, quien encabezó la lista al Senado del Partido Liberal; Eduardo Pulgar, de La U, y el conservador Laureano Acuña.

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El poder de la familia Char quedó demostrado la semana pasada, cuando Fuad decidió darle una mano al Gobierno al hacer votar a dos de sus protegidos, los senadores Luis Eduardo Díaz Granados y Mauricio Gómez Amín, a favor del Plan de Desarrollo al que Vargas se opone. Para este último esa fue una traición que justificó un botafuegos contra los Char y el Gobierno en su columna dominical en El Tiempo. Con el título ‘Juego limpio’ acusó a las dos partes de jugar sucio con el argumento de la mermelada. El Gobierno lo negó, pero para los entendidos por lo menos una que otra cucharadita sí hubo. A Vargas lo indignó sobre todo que los ofrecimientos incluyeran no solo a la gente de Char, sino también a los más cercanos a él.

Germán Vargas, César Gaviria y el Partido de la U querían entrar en el gobierno. Pero no con migajas, sino en el gabinete.

Después de ese episodio, los vargaslleristas y charistas entraron a terapia de pareja. La cosa no es fácil, pues los Char no solo son un grupo político, sino también un grupo económico al que no le interesa pelear con ningún Gobierno. A primera vista, Vargas está ganando el pulso, pues no solo logró que las objeciones a la JEP fueran rechazadas, sino también imponer a su candidato a presidente de la Cámara (Carlos Cuenca). Eso, sin embargo, no ha producido por ahora un rompimiento entre los Char y Vargas. Por el contrario, para proyectar una imagen de unidad, Germán Varón, el número uno del vargasllerismo, apareció al lado de César Lorduy, el candidato de los Char para la presidencia de la Cámara recién derrotado. “Por Germán Vargas solo sentimos aprecio”, dijo este último.

El anuncio de la coalición entre La U, Cambio Radical y el Partido Liberal incluyó la decisión de trabajar temas conjuntos y estructurales para Vargas, como la reforma a la justicia. 

Sin embargo, la tregua entre los dos sectores de Cambio Radical es frágil. Está ligada no solo a quien esté a favor o en contra del Gobierno, sino a un aspecto más mundano, la repartición de avales para las elecciones regionales de octubre. Los Char tienen candidatos para todo, pero carecen de personería de partido para otorgar avales. Eso aún depende de Germán Vargas, lo que significa que por ahora él tiene la sartén por el mango.

A mediano plazo, la cosa es diferente. Ya se anticipa la candidatura presidencial de Álex Char, quien ha sido desde hace años el alcalde más popular de Colombia, con cifras de aprobación superiores al 90 por ciento. Su familia estaría pensando en crear un nuevo partido llamado Voluntad Caribe para respaldarlo. Se habla ya de una candidatura de convergencia, en la que el uribismo jugaría un papel fundamental. El problema es que para divorciarse de Germán Vargas en el corto plazo habría que revivir en la reforma política los artículos que les abren la puerta al transfuguismo y a la división de partidos por una sola vez. Es muy poco probable que suceda.  

Pero sí puede pasar que la nueva coalición tripartita de liberales, Cambio Radical y Partido de la U vaya a marcar la agenda. Algunas figuras de esos partidos, como Roy Barreras, Luis Fernando Velasco y Germán Varón, han echado globos sobre una posible reunificación liberal que sume las tres colectividades. Pero es más un sueño que una realidad. En todo caso, mientras la alianza subsista, Vargas tendrá un liderazgo en ella. Como él tenía el programa presidencial más completo, su paquete legislativo está listo. Los otros dos partidos lo reconocen así y han incorporado algunas de sus propuestas a las de Cambio Radical. Su papel en el hundimiento de las objeciones presidenciales se ha traducido en que la izquierda, que siempre lo había satanizado, ahora lo elogia. Eso no es necesariamente bueno porque la opinión a veces castiga los saltos de un lado para el otro.

Resulta paradójico que Germán Vargas hoy tiene más unidad con los otros dos partidos de la coalición tripartita que con el suyo propio. Su jugada fue muy arriesgada, pues por posicionarse como el líder de una coalición opositora y sacar los trapos al aire, se expuso a perder a los mayores electores de Cambio Radical. Como saben los especialistas de terapia de pareja, la mitad de las veces pueden salvar un matrimonio y la otra mitad no.