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Humberto de la Calle, el jinete de la paz

Humberto de la Calle anuncia su candidatura sin haber despegado en las encuestas. Sin embargo, el péndulo se está moviendo gradualmente a favor de lo que él representa y puede haber sorpresas.

13 de agosto de 2017

Por estos días en el país solo se habla de cuáles candidatos tienen la posibilidad de pasar a la segunda vuelta. En general se mencionan tres nombres: Germán Vargas, Sergio Fajardo y “el que diga Uribe”. A veces se agrega a esta lista el de Gustavo Petro, quien a pesar de estar inhabilitado, siempre está arriba en las encuestas. El nombre que casi nunca ha estado incluido en esas especulaciones ha sido el de Humberto de la Calle.

Esta omisión no era porque se pensara que no tenía los quilates para ser presidente de la república. Se trataba más bien de que había un conjunto de circunstancias que a primera vista conspiraban contra su candidatura. La principal era que, para muchos, cuando uno es el jinete de la paz puede estar montado en el caballo equivocado. Este raciocinio obedece simplemente a una realidad matemática. Con Juan Manuel Santos con una popularidad de alrededor del 20 por ciento y la del proceso de paz por debajo del 50 por ciento, la bandera de los acuerdos de La Habana no se vislumbra como una carta ganadora. A esto se suma que en las encuestas De la Calle todavía no despega, aunque estas situaciones a veces cambian después de los anuncios de lanzamiento. El entusiasmo hasta ahora se ha visto más bien del otro lado, el de la oposición. De ahí la especulación permanente de que “el que diga Uribe” sería inevitablemente uno de los finalistas en la segunda vuelta.

El caballo de la paz no es el único riesgo. Otro caballo perdedor es el del Partido Liberal. El glorioso trapo rojo del pasado en las últimas elecciones presidenciales sacó el 5 por ciento de los votos. Su situación actual es casi tan melancólica como la del Partido de la U. De la Calle probablemente está tan consciente de esto que no descarta lanzarse por firmas. Esa, sin embargo, es una estrategia igual de peligrosa. Los partidos tradicionales cuentan con recursos del Estado y con algún tipo de maquinaria que mal que bien moviliza electores. Los candidatos por firmas arrancan con una desventaja en estos dos frentes.

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De los dos problemas mencionados el que más ha asustado a varios candidatos es la identificación con el proceso de paz. Para ellos, si en el momento de mayor efervescencia y calor por esa bandera se perdió el plebiscito, enarbolarla ahora en un país escéptico y polarizado es jugar con candela. En vísperas de elecciones pocos quieren nadar contra la corriente. La estrategia entonces ha sido distanciarse un poco del acuerdo, y apoyarlo pero con reservas. El propósito es captar votos de los sectores moderados tanto del Sí como del No. En esta estrategia se han montado candidatos como Germán Vargas y Juan Carlos Pinzón con diferentes resultados. Al exvicepresidente le ha ido hasta ahora relativamente bien y al exembajador en Washington no tanto.

A Vargas Lleras se le reconoce una jerarquía como jefe político previa a su participación en el gobierno. Su ambigüedad frente al proceso es considerada coherente con su trayectoria, que ha oscilado entre la mano dura y la lealtad con el gobierno. Pinzón, por el contrario, era considerado el hijo adoptivo de Santos y sus posibilidades políticas dependían de esa paternidad. Al partir cobijas con su jefe muchos creen que quedó huérfano.

La teoría de que para ganar las elecciones es necesario distanciarse de los acuerdos de La Habana puede estar cambiando. Las últimas encuestas muestran un movimiento del péndulo en esa dirección. Santos y el proceso de paz están ganando terreno y Uribe y los que quieren hacer trizas el acuerdo lo están perdiendo. Una muestra de esto es el hecho de que por primera vez la imagen desfavorable del expresidente está por encima de la favorable. También es indicativa la avalancha de homenajes y reconocimientos que le están haciendo a Sergio Jaramillo, la punta de lanza de Santos en las negociaciones de Cuba.

En ese contexto, De la Calle anunció su candidatura. Su apoyo a los acuerdos de paz es incondicional. Al fin y al cabo fue el copiloto. Su posición no es de agua tibia. Piensa que la negociación se hizo en nombre del Estado y está de por medio la credibilidad de este. Modificar lo firmado es poner conejo. Esa posición radical no atrae votos en la franja dura del No, pero tiene una coherencia con el proceso de paz que inspira respeto. Su apuesta es que en medio de tanto ruido y tanta polarización, existe en Colombia una mayoría silenciosa que entiende que es mejor un acuerdo imperfecto que una buena guerra.

En términos estratégicos, De la Calle piensa asumir el reto al que muchos de sus competidores le temen: posicionarse como el antiuribe. Hasta ahora muchos candidatos tratan de no ofender al electorado del Centro Democrático para tratar de pescar votos en todas las orillas. Él no está en eso. Tratará de concentrarse en el 50 por ciento del país que definitivamente no quiere al expresidente. Está convencido de que si logra congregar alrededor de su nombre a todas las corrientes que respaldaron el Sí en el plebiscito, podría convertirse en el palo electoral de 2018.

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El jinete de la paz, independientemente de en qué caballo esté montado, tiene una hoja de vida excepcional. Es un hombre hecho a pulso que creció sin gabelas. Nació hace 71 años en el municipio de Manzanares, Caldas, en una familia de educadores desplazada por la violencia partidista. Ha sido juez, docente, registrador nacional, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, ministro de Gobierno dos veces, embajador dos veces, precandidato liberal, vicepresidente y negociador de paz.

Sin embargo, más importante que todos esos cargos es el hecho de que ha sido la figura clave en los dos procesos más determinantes de los últimos 50 años: la constituyente y el proceso de paz de La Habana. En la primera como ministro de Gobierno de César Gaviria jugó un papel fundamental en lo que terminó siendo la Carta de 1991. Y en cuanto al proceso de paz, le dedicó cinco años de su vida con toda clase de sacrificios personales y familiares a esa causa.

Si algo queda claro, es que Humberto de la Calle ha estado en todo. Pero no todo lo que ha hecho en la vida le interesa recordarlo ahora. Al haber trabajado con todos los últimos presidentes hoy está enfrentado con muchos de ellos. Con Samper, aunque los dos defienden el proceso de paz, nunca hubo reconciliación después del rompimiento por el proceso 8.000 cuando De la Calle era vicepresidente. Samper se irá con Clara López. Pastrana y Uribe, de quienes fue ministro y embajador, son ahora sus contrapartes electorales. Su presidencia depende de que logre derrotarlos a ambos.

En cuanto a expresidentes, su principal apoyo es César Gaviria. Santos en teoría es neutral, pues cuatro miembros de su gobierno son precandidatos: Germán Vargas, De la Calle, Clara López y Juan Fernando Cristo. Sin embargo, en la práctica tiene el corazón dividido entre los que se la juegan por la paz y los que pueden derrotar a Uribe. De la Calle está en el primer grupo, pero en la medida en que aumente en la opinión pública el reconocimiento por el fin de la guerra también podría entrar al segundo.

Aunque las posibilidades de Humberto de la Calle dependen fundamentalmente de la actitud del país frente a los acuerdos de La Habana, la paz no será su única bandera. Hasta ahora sus planteamientos se han limitado a generalidades sobre economía, lucha contra la corrupción y contra la inequidad. Él mismo ha anunciado que las propuestas concretas llegarán más tarde y que las construirá con participación ciudadana.

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Esas ofertas democráticas, sin embargo, suelen ser carreta electoral y nunca se cumplen. Más importante es el hecho de que se está conformando alrededor de él un equipo serio y competente que lo rodea a pesar de su debilidad en las encuestas. Creen que De la Calle representa lo que el país necesita en la actual coyuntura: una persona con experiencia y comprometida con el proceso de paz. Pesos pesados como Rudolf Hommes y Carlos Caballero ya tomaron asiento en la primera fila de ese vagón.

Analizados los anteriores factores, se podría decir que Humberto de la Calle está más preparado que la mayoría de sus competidores para ser presidente de la república. La gran pregunta es si los astros pueden llegar a alinearse a su favor. En este momento todavía no lo están. Sin embargo, en un ambiente político tan volátil como el que vive el país, todo es posible.