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LA CAIDA

SEMANA revela qué hay detrás de la salida de los dos generales señalados como responsables del fracaso militar de Patascoy.

9 de febrero de 1998

En la última semana de septiembre de 1997 numerosos campesinos que habitan la parte baja del cerro Patascoy advirtieron la llegada a ese sitio de un hombre desconocido para ellos. Durante varios días los labriegos observaron al forastero pero ninguno se animó a entrar en contacto con él. Al comenzar octubre, como el extraño continuaba merodeando por los alrededores, varios campesinos decidieron contar lo que ocurría. La información fue transmitida a un grupo de militares que patrullaba en esa zona. Los soldados buscaron al desconocido pero no lo encontraron. Aún así, la denuncia de los habitantes de Patascoy fue enviada al comando del batallón Batalla de Boyacá en Pasto. Sin embargo, cuando se fueron los militares, el extraño volvió a aparecer. La información llegó entonces a la sección de inteligencia de esa guarnición militar, donde la procesaron rápidamente. En la capital de Nariño el Ejército concluyó que la llegada de desconocidos a la región suroriental del departamento, en límites con Putumayo, podría estar relacionada con alguna operación de tráfico de armas para la guerrilla. Por esos días los militares sabían que las Farc necesitaban dotar nuevamente a las columnas del bloque sur, que se habían desgastado mucho al repeler a las tropas del Ejército que en los primeros días de septiembre desarrollaron la operación Destructor en los Llanos del Yarí. Con base en estas consideraciones los militares de Pasto alertaron a otras bases de la región, como la Brigada 24 que opera en Putumayo. La información era correcta porque días atrás allí también habían recibido datos que indicaban que estaba en desarrollo una enorme operación de tráfico de armas. Finalmente el 8 de octubre el Ejército se apuntó un triunfo al decomisar 252.000 cartuchos para fusiles Galil, R-15, AK-47 y G-3 en una acción ejecutada en el corregimiento Puerto Colombia, jurisdicción de Puerto Asís, en Putumayo. El lugar era lejano pero estaba justo al frente de Patascoy. Las aguas volvieron a su cauce y los militares del sur del país parecieron quedar tranquilos.Sin embargo en la parte baja del cerro los campesinos parecieron acostumbrarse a la presencia del desconocido, quien se limitaba a caminar por aquellos parajes.

Y el hombre ah
íEn la segunda semana de noviembre nuevas informaciones de inteligencia alertaron al Ejército sobre la posibilidad de que la guerrilla estuviera tramando algo. Primero, porque nuevamente el tema del desconocido de Patascoy volvió a salir a flote. Los campesinos insistieron en que ese hombre, que aparecía y desaparecía como por encanto, era muy sospechoso. Segundo, porque un informante de los servicios de inteligencia militar aseguró que Milton de Jesús Toncel, alias 'Usuriaga', comandante del frente sur de las Farc, se había instalado con un grupo de sus hombres en cercanías de la frontera con Ecuador, no lejos del cerro Patascoy. Muy pronto la información llegó al cuartel de las Fuerzas Militares en Bogotá. Entonces el inspector encargado, el general de la Fuerza Aérea Héctor Fabio Velasco Chávez, decidió visitar algunas guarniciones de la región, entre ellas el cerro Patascoy. El viaje se realizó en la tercera semana de noviembre. El oficial permaneció tres días en el lugar, al cabo de los cuales regresó a Bogotá. SEMANA estableció que el general Velasco elaboró un desolador documento de 10 páginas, con más de un centenar de puntos en el que relacionó las debilidades de la base de comunicaciones del Ejército en Patascoy, las oportunidades de la guerrilla para ocuparla y las medidas necesarias para evitar un ataque. En su análisis el inspector de las Fuerzas Militares formuló unas 30 recomendaciones, tres de ellas con carácter urgente: minar el acceso al cerro, realizar relevos de la guardia más continuamente y mejorar el bienestar de la tropa que custodiaba la base. El informe del general Velasco, escrito a comienzos de diciembre, fue distribuido en unas 10 oficinas del Ministerio de Defensa, del comando de las Fuerzas Militares y del comando del Ejército en Bogotá. De ahí fue enviado a los comandos de la III División y de la III Brigada en Cali para que cumplieran las recomendaciones allí planteadas. Pero las alarmas no cesaron. El 14 de diciembre el Batallón de Inteligencia Nº 3, con sede en Cali, elaboró un radiograma en el que vislumbró lo que podría ocurrir en Patascoy: "Permítome informar ese comando informaciones indican concentración bandoleros bloque sur Farc número aproximado 200, cuadrillas 2, 14, 32, ubicados 7.5 kilómetros suroccidente municipio Santiago y 20 kilómetros norte cerro Patascoy, coordenadas 01 06 53 latitud norte y 76 59 27 longitud este. Mencionados pretenden efectuar transcurso próximos días ocupamientos base militar Patascoy o base militar Puerres (...) extremar medidas seguridad alertar personal bajo su mando". Este radiograma fue enviado igualmente a los comandos de la División y de la Brigada en Cali, así como a los comandos del batallón Batalla de Boyacá y de la Policía en Pasto. En fuentes militares SEMANA estableció que el comandante del batallón en Pasto, coronel Julio Burgos, se preocupó por el contenido del radiograma y de inmediato solicitó un helicóptero para patrullar la zona. Sin embargo, aunque el aparato llegó por unas cuantas horas, solo pudo ser empleado, debido a la altura, cercana a los 4.100 metros, para abastecer a los soldados con comida y pertrechos. Hasta que llegó el 20 diciembre y las Farc hicieron verdaderas las fatídicas advertencias de que algo malo iba a suceder en las frías cumbres del cerro Patascoy, donde estaban instaladas las redes de comunicación de las Fuerzas Militares para el sur del país. Diez días más tarde, después de rescatar los cadáveres de 10 militares y establecer con certeza que otros 18 estaban secuestrados, el Ejército inició una rápida investigación interna que una semana después produjo los primeros resultados.'Mea culpa'La indagación fue fulminante en concluir que los comandantes de división y de brigada, generales Eduardo Camelo Caldas y Julio Eduardo Charry, así como el ex comandante del batallón Batalla de Boyacá, coronel Alvaro Ruiz _quien pocos días antes del ataque había sido trasladado a Bogotá_, habrían incurrido en algunas omisiones que facilitaron el ataque, previsto por el propio Ejército. Las actuaciones contra los generales Camelo y Charry fueron ratificadas por el jefe de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Militares, general Norberto Adrada, quien confirmó que durante el episodio de Patascoy los dos oficiales cometieron errores. Aun cuando está en su primera fase, la investigación disciplinaria parece indicar que los oficiales Camelo y Charry no le habrían prestado la suficiente atención al informe del general Velasco y al radiograma producido por el Batallón de Inteligencia Nº 3 de Cali. Por esas razones el alto mando militar decidió relevar a los tres comandantes de esa región por el desastre de Patascoy. El general Camelo se había mantenido en la línea de mando castrense gracias a varias crisis que afectaron al Ejército en los últimos dos años. En 1995 no fue ascendido por el gobierno al grado de mayor general y fue enviado a Washington como antesala de su retiro. Sin embargo la renuncia sorpresiva del general Ricardo Cifuentes a comienzos de 1996 obligó al Ejecutivo a ascender a Camelo y ordenar su regreso de Estados Unidos. Entonces fue nombrado comandante de la III División. En 1997 también estuvo listo para el retiro pero la intempestiva salida del Ejército del general Alfonso Arteaga, quien iba a ocupar su cargo, obligó nuevamente al gobierno a mantenerlo en el servicio activo. En círculos militares el general Camelo es reconocido como un hombre honesto y muy reservado. La salida del general Charry produjo pesar en las filas militares pues muchos lo reconocían como un brillante oficial con buena proyección en el generalato. Fue ascendido a brigadier hace dos años y en 1996 comandó con éxito la brigada móvil 2.

¿Que va a pasar? Para nadie es un secreto que la toma del cerro fue realizada por varios frentes pertenecientes al bloque sur de las Farc. Sin embargo llama la atención el prolongado silencio de los voceros o comandantes de esa organización con respecto al hecho. Hasta el momento lo único que se conoce es una conversación interceptada por el Ejército entre Jorge Briceño, alias 'Mono Jojoy', jefe del bloque oriental de las Farc, con otro jefe guerrillero. En el diálogo hablan sobre los resultados del ataque del 21 de diciembre pero no se refieren específicamente a los soldados secuestrados. ¿Pero por qué el silencio sobre este tema? La razón estaría en que en esta oportunidad la comandancia de las Farc decidió darle al asunto de Patascoy un tratamiento distinto al de las Delicias. En lo militar, el silencio tendría una explicación en que el Ejército reaccionó con rapidez y envió a la zona comandos especializados con el objetivo de elaborar una operación de rescate que permita la liberación de los soldados. Así, los frentes que tienen en su poder a los militares estarían dedicados a llevarlos a sitios seguros, lo que hasta ahora no habrían podido lograr. Informes castrenses indican que los 18 soldados fueron divididos en tres grupos. Uno de ellos fue avistado a mediados de la semana pasada en un paraje rural del municipio de Buesaco, al norte del departamento; otro grupo fue localizado en la bota caucana y el tercero en las riberas del río San Miguel en la frontera con Ecuador.
En lo político, el silencio de las Farc puede obedecer a que están tratando de construir una estrategia que les permita sacarle el mejor provecho posible a la operación. SEMANA pudo establecer que una de las propuestas que más ha tomado fuerza en el interior de esa organización es la de provocar una negociación internacional que proyecte ese grupo armado hacia el exterior. "Somos conscientes que si esta operación fracasa perderemos todo lo que habíamos ganado con las Delicias. Pero si es exitosa multiplicamos lo que habíamos ganado en esa ocasión", afirmó una persona allegada a esa organización y que pidió la reserva para su identidad. Pese a que el presidente Ernesto Samper y otros funcionarios del Ejecutivo han sostenido que en esta oportunidad no habrá despejes territoriales para la liberación de los soldados, todo parece indicar que las Farc pondrán como condición innegociable la desmilitarización, nuevamente, de cinco municipios del sur del país, entre ellos Cartagena del Chairá en Caquetá y Uribe y Mesetas en el Meta. En la discusión interna que por estos días se está dando en el seno de las Farc para definir la suerte de los soldados también ha salido a relucir el tema, clave para la organización, de la realización de una asamblea popular, es decir, una especie de constituyente en la que ellos tendrían asiento. En lo práctico, la controversia se centra alrededor de dos posiciones. De un lado hay un sector de las Farc que considera que los militares deben ser liberados, con show internacional incluido como en el caso de las Delicias, el día de las elecciones de una de las dos vueltas para elegir Presidente de la República. Otra ala más radical cree que lo mejor es no negociar con el gobierno Samper sino esperar al nuevo jefe del Estado para buscarle una salida política al problema.Las reaccionesEl retiro de dos altos oficiales del Ejército por los hechos de Patascoy fue bien recibido por una opinión pública cada día más exigente en lo que tiene que ver con los resultados de la guerra. Y que haya sido el propio Ejército el que tomó la iniciativa habla bien de su capacidad autocrítica para asimilar los desastres militares. Esta tendencia a depurar las filas castrenses empezó en firme hace dos años cuando el alto mando retiró del servicio activo al general Jorge Miranda Carpio por la muerte de 31 soldados en Puerres, Nariño. A mediados del año pasado el comandante de la Infantería de Marina, general Jesús María Castañeda, se vio precisado a solicitar su baja porque bajo su comandancia tuvieron lugar dos acciones en que las Fuerzas Militares salieron muy mal libradas. Castañeda era comandante de la zona militar donde estaba acantonada la base de las Delicias y además era comandante de una base de Infantería de Marina atacada por la guerrilla, de donde fueron secuestrados otros 10 militares. al menos otros siete oficiales, con el rango de coronel y mayor fueron hallados responsables de otras incursiones de la guerrilla que culminaron con la muerte de miembros de las FF.MM. Secuestrar 18 soldados es de por sí un claro triunfo subversivo. Pero lograr, además, la destitución de generales del Ejército es una moñona sin precedentes. Y la guerrilla lo sabe. Es por eso que, por paradójico que parezca, la realidad del conflicto muestra que el acto de contrición del Ejército al reconocer los errores y castigar a los responsables puede terminar dándole una victoria temporal a la guerrilla. Episodios como el de Patascoy, cuyo resultado sea soldados en las manos y generales en la calle, pueden convertirse en un bocado muy apetecible para la guerrilla y por lo tanto seguir ocurriendo. Sin embargo, la única forma para que el Ejército mejore es encontrando las fallas y sancionando a los responsables. Además el éxito de una acción como la toma de una base militar enemiga está determinado casi que en forma exclusiva por el factor sorpresa. Se pueden tomar todas las previsiones, copar todos los flancos, analizar las debilidades y las fortalezas, pero siempre se correrá el riesgo de que el más mínimo error se pague muy caro. En El Salvador, en plena guerra civil en los años ochenta la guerrilla ocupó tres veces las bases militares de Soyapango y Atitlán sin que el Ejército pudiera hacer algo para evitarlo. En Colombia el ministro de Defensa, Gilberto Echeverri Mejía, sabe esto de sobra. Por eso de manera enérgica ha pedido no caerle encima al Ejército por lo de Patascoy. El funcionario está convencido de que episodios como ese pueden ocurrir nuevamente en cualquier momento. "Es doloroso lo que pasó pero ante todo Colombia sigue funcionando. Aquellos que califican a las Fuerzas Armadas de negligentes, de descuidadas, están equivocados. ¿Qué ocurriría si la fuerza pública no vigilara 1.600 kilómetros de oleoductos, 1.000 estaciones de comunicaciones, 1.600 kilómetros de líneas de transmisión? El país, pese a todo sigue funcionando".Aunque esta frase del Ministro es válida el problemas es que la guerrilla está marcando la diferencia con su rival a través de golpes certeros como los de las Delicias y Patascoy; en la guerra los errores cuentan más que los aciertos y mientras el Ejército no logre consolidar una estrategia que permita neutralizarlos la opinión pública seguirá teniendo la sensación de que la guerra se está perdiendo a pesar del esfuerzo que estén realizando las Fuerzas Armadas para ganarla.

"Yo le dije a mi hijo lo que iba a pasar" Carlos Hidalgo, dragoneante retirado de la Policía, padre del teniente Mauricio Giovanni Hidalgo, comandante del puesto del Ejército en Patascoy, quien murió durante el ataque de las Farc, narró a SEMANA la forma como se enteró días antes de la acción terrorista y la manera como advirtió a su hijo del peligro que corría. "Mi mayor ilusión era tener a mi hijo a mi lado. Por eso cuando en noviembre del año pasado lo trasladaron a la base militar de Patascoy me sentí muy feliz. Yo pensaba que junto a su familia iba a estar más seguro. Nunca imaginé que lo fueran a matar en su propia tierra. "Me enteré que la guerrilla iba a atacar a Patascoy el martes 16 de diciembre cuando estaba en el comando de la Policía y me encontré con un primo, que también es agente, quien acababa de llegar a Pasto. Lo noté nervioso y le pregunté cuál era la razón de su afán. El me contestó que, según los informes de inteligencia de sus superiores, la guerrilla tenía planeado atacar a Buesaco y Patascoy en los próximos días. 'Esos informes de inteligencia son reales, son verídicos. Ahorita mismo mi coronel le va a informar al coronel del Ejército', me dijo antes de salir de la estación. "Cuando yo escuché esa afirmación inmediatamente pensé en mi hijo. Subí al departamento de comunicaciones y pedí que me dejaran hablar con Mauricio. Le conté lo que decían los informes de inteligencia. Que los guerrilleros estaban en Granadillo y Santafé y que venían de La Hormiga. Todo eso lo sabían los oficiales del Ejército porque ellos también tenían los informes de inteligencia. Le dije a mi hijo que se cuidara. Antes de terminar la conversación me pidió el favor de que no le contara nada a su mamá. 'Usted sabe que ella es muy nerviosa y se puede poner muy mal. Nosotros vamos a ver qué podemos hacer', me dijo antes de despedirse. "Mi hijo me llamó el jueves 18, tres días antes de la toma. Me dijo que había recibido la encomiendita que le mandé, que eran unas vitaminas y unos abrigos. Yo le volví a advertir: 'Cuídese mijo, mire que es seguro que la guerrilla va para allá'. Al final me dijo que no me preocupara y que le pidiera a Dios por su suerte."El domingo 21, en horas de la tarde, vi que un helicóptero salía de la base militar y se dirigía hacia el cerro de Patascoy, yo toda esa zona la conozco. Le dije a mi hija que algo raro estaba pasando porque ese sobrevuelo de helicópteros no me parecía normal. De inmediato me dirigí al batallón y les supliqué que me dejaran hablar con mi hijo. Ellos me respondieron que no podían hacer nada porque la comunicación se había perdido. Ahí fue cuando tomé la decisión de yo mismo ir a rescatar a mi hijo. Por desgracia las fuerzas no me alcanzaron. Después de varias horas de camino me tuve que resignar a no encontrarlo. Solo tuve alientos para llegar a un sitio que llaman la Nariz del Diablo. "Cuando regresé, aún sin saber de la suerte de mi hijo, me encontré con el general Julio Eduardo Charry y le hice el reclamo por lo que había sucedido. Todos estaban informados _le dije_ y nadie hizo nada para salvar a esos muchachos. El me dijo que era muy difícil llegar hasta el sitio. Yo le contesté: 'General, una cosa es estar aquí sentado en un escritorio y otra distinta es subirse a los páramos'. 'Si usted cree que hicimos mal, pues denúncieme', me contestó. 'Pues yo sí lo voy a denunciar', le dije antes de retirarme. El jueves de la semana siguiente me entregaron el cuerpo de mi hijo. De aquí salió vivo y me lo devolvieron muerto".