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| Foto: Daniel Reina

CRIMEN

La guerra por la frontera, otra amenaza a los migrantes venezolanos

Los extensos límites entre Colombia y Venezuela son la mayor área de disputa entre grupos criminales. Al menos 5 de ellos se reparten el territorio. En ese escenario, usan a los venezolanos para el sicariato, el contrabando, el narcotráfico y hasta la explotación sexual.

29 de agosto de 2018

Los límites entre Venezuela y Colombia son el escenario actual de uno de los éxodos más dolorosos del mundo. El de millones de venezolanos que abandonan su país, acosados por el hambre, la falta de medicamentos y, en general, de oportunidades. En una frontera porosa, cualquier trocha es una posibilidad para llegar al otro lado. El drama humanitario ya bastante crudo, se agudiza por las disputas entre grupos armados y narcotraficantes. Ahora, los migrantes tienen que atravesar un campo minado de violentos.

Un reciente informe de la Fundación Ideas para la Paz (FIP) da cuenta de la dimensión del problema. De La Guajira al Guainía, por los 2.200 kilómetros de frontera, hay al menos cinco grupos ilegales, algunos de ellos en disputas sangrientas. Hay puntos en los que las estructuras les cobran a los migrantes para atravesar la frontera, y, en algunos, advierte la FIP, son instrumentalizados para el narcotráfico, el sicariato, el contrabando y la explotación sexual.

En La Guajira el predominante es el ELN, que como en tantas zonas del país, está en el intento de copar los espacios que solían controlar las Farc. Pero no son los únicos. También está el Clan del Golfo y los Pachenca, una banda que tiene su eje en el Magdalena pero que cruza hacia ese departamento buscando precisamente las salidas del narcotráfico.

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Al sur de ese departamento y en el Cesar también se ha reportado presencia del EPL, apenas decenas de hombres armados que llegan desde el Catatumbo, donde tienen su fortín. Pese a que la intensidad de la confrontación es menor, sus habitantes, por ejemplo, han tenido que enfrentar dos paros armados decretados por el ELN en lo que va del año, además de amenazas, emboscadas a las autoridades y ataques a la infraestructura, según reporta el conteo de la FIP. Desde 2017, allí se han reportado 2 masacres y el asesinato de 4 líderes sociales. En esa zona, la FIP reporta el riesgo de una incursión más robusta del EPL, que pueda agravar la violencia, y del reclutamiento de migrantes por parte del ELN.

Pero el punto más crítico de toda la frontera sin duda es Norte de Santander, precisamente el departamento por donde entran la mayoría de los migrantes, a través del puente internacional Simón Bolívar. Allí, en la región del Catatumbo, con zonas infranqueables para las autoridades, se desató una guerra, a comienzos del año, entre el ELN y el EPL, que durante años convivieron tranquilos e incluso en alianzas.

La salida de las Farc de ese enclave del narcotráfico, una de las zonas con más coca cultivada, generó espacios vacíos por coptar. Eso se sumó a un proceso de "degradación interno", como califica la FIP a lo que le pasó al EPL tras la muerte en un operativo policial de Megateo, el que era su máximo comandante, a finales de 2015. El resultado fue el quiebre de las relaciones entre los dos grupos armados predominantes, el EPL y el ELN, que ha derivado en actos atroces. La población quedó prácticamente sitiada y señalada en medio de las disputas violentas. En junio pasado, 9 personas fueron masacradas en El Tarra sin que quedara claro el responsable.

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Los desplazados en los 6 muinicipios del Catatumbo, a causa de esa guerra, ya se contabilizan por encima de los 16.000, según cifras de Naciones Unidas. Para completar el mapa violento, también hay presencia de un residuo de las Farc y otro de los Rastrojos, dedicado sobre todo al contrabando de gasolina, carne, enseres y carbón através de la frontera. En ese contexto, el riesgo es que los venezolanos sean reclutados por esos grupos. Ya hay registros de trata de personas, especialmente de mujeres y niñas explotadas sexualmente.

Más al sur, en Arauca, el ELN sostiene su dominio histórico a través del temido frente Domingo Laín. También hay presencia de disidentes del Frente Oriental, el más poderoso de las extintas Farc. De hecho, como lo reveló SEMANA, allí está alias Mordisco, uno de los jefes máximos de las disidencias. Esos dos grupos tienen pactos de no agresión, sin embargo, advierte la FIP, los mismos se han debilitado en los últimos meses. "El ELN se expandió a zonas donde operaban las Farc y se convirtió en el actor armado con mayor presencia y control territorial. Fortaleció las estrategias de control de la población en sus zonas de influencia y está tratando de imponer un nuevo orden en los territorios que antes controlaban las Farc", dice la FIP.

El resultado es una disputa entre disidentes y elenos por las bases sociales de la guerrilla extinta en ese departamento. De hecho, la Defensoría del Pueblo ha reportado el incremento de amenazas contra líderes sociales, funcionarios y población civil, por parte del ELN, en municipios como Saravena y Arauquita.

Pero el ELN no se limita al territorio nacional. "Esta guerrilla también se ha expandido hacia la frontera venezolana —del estado de Apure al de Amazonas—, y desde Arauca hacia el Cumaribo (Vichada), logrando el control de los pasos fronterizos y del contrabando. También ha reclutado y adoctrinado población venezolana que utiliza como informantes, sicarios y combatientes", sostiene la FIP.

Alias Mordisco, un exjefe del Bloque Oriental de las Farc, fue el encargado de integrar a los disidentes en esa zona, según reveló SEMANA. Allí ya contarían con 150 hombres en armas y están en plan de expansión y reclutamiento. Según la FIP, ya se han registrado trens enfrentamientos entre disidentes y elenos, dos de ellos en Venezuela, y las relaciones están deterioradas, lo que puede desembocar en una violencia peor.

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En Vichada también hay presencia de los dos grupos, pero al parecer las alianzas funcionan mejor, lo que deriva en niveles de violencia más bajos. De hecho, disidentes y elenos operarían juntos las rutas de contrabando y narcotráfico, lo que ha terminado por fortalecer esos delitos. A partir del Vaupés y hacia Guainía, el control corre por cuenta de los disidentes del histórico frente 1 de las Farc, uno de los que reclutaba y alimentaba al resto de estructuras armadas de la extinta guerrilla. También hay presencia de disidencias de los frentes 7, 16 y el Acacio Medina. Allí, en esos territorios alejados y desconectados, la escasa presencia del Estado favorece su accionar.

SEMANA reveló que esa zona es el fortín económico de Jhon 40, el heredero del Negro Acacio. Ahora, como nuevo capo de la disidencia, opera junto a decenas de hombres entre Guainía y Venezuela y ha potenciado tanto los cultivos como las rutas y la exportación. Se dice que en el país vecino, donde se esconde, tiene una base de acopio de cocaína, con pistas clandestinas en la serranía de Yapacana, conectada con Colombia por el Orinoco. Allí también se habría establecido un campo de entrenamiento en el que se instruyen a los nuevos reclutas. Su rol no se agota allí. John 40 está controlando yacimientos de oro y coltán y también trafica drogas, además de Venezuela, a Brasil.

Esa frontera minada y en disputa es la que se abalanzan a atravesar, incluso caminando, miles de venezolanos que abandonan su país a diario. La desesperación los está lanzando a la boca del lobo.