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SEGURIDAD

La Macarena se consolida

A la seguridad democrática le llegó la hora de la verdad. En seis municipios de Meta se intenta pasar del plomo a la plata, es decir, de la victoria militar contra las Farc a la lucha por la presencia del Estado. Los cultivos de coca bajaron 75 por ciento.

23 de mayo de 2009

Estados Unidos suele ganar las guerras en el campo de batalla y perderlas luego en la fase de consolidación. Pudo derrotar a los Talibanes en Afganistán, pero no consiguió evitar que se reagruparan y volvieran a amenazar al país. Pudo derrotar a Saddam Hussein, pero no implantar la democracia ni la tranquilidad en Irak. Quizá por estos antecedentes ahora muchos burócratas y analistas de Estados Unidos miran con interés hacia un pequeño territorio en el centro de Colombia, donde se está desarrollando, con éxito, el primer proyecto de consolidación de la seguridad democrática. Se trata de La Macarena, una extensa región de Meta que cubre seis municipios (Vista Hermosa, Mesetas, La Uribe, Puerto Rico, San Juan de Arama y La Macarena) y el parque natural más importante del país.

A sólo 300 kilómetros de Bogotá, esta región ha tenido en las últimas décadas todos los problemas juntos. Cultivos de coca -impulsados por las Farc- que no sólo destruyeron los ecosistemas, sino que significaron una colonización en zonas que siempre debieron ser de reserva. En segundo lugar, una presencia permanente y masiva de la guerrilla -por lo menos seis frentes del Bloque Oriental-, y ahora de grupos paramilitares y bandas criminales como las de 'Cuchillo'. Por último, una ausencia del Estado casi total, lo que les dio a los insurgentes un poder hasta hace poco hegemónico en la región, que redundó en profundas incredulidad, desconfianza y hasta animadversión de la gente hacia las autoridades.

Diversos gobiernos han intentado darle un vuelco a esta situación. Se ha fumigado -a pesar de las controversias-, se ha erradicado a mano -con enormes costos humanos-, se han intentado algunos proyectos de sustitución de cultivos -casi todos fracasados-, se han hecho ofensivas militares -como la de Casa Verde hace 20 años y el Plan Patriota, hace poco- y también se ha probado el camino del despeje y negociaciones de paz durante la llamada época del Caguán, que en realidad se podría llamar proceso de La Macarena porque cuatro de estos municipios fueron desmilitarizados en aquella época.

¿Por qué suscita tanto interés el programa de La Macarena? Porque a pesar de que apenas está comenzando, está dando buenos resultados y esto puede marcar una ruta para otras regiones del país. Y porque la consolidación es el proceso más crítico de la política de seguridad democrática. Es la prueba de fuego para ver si es sostenible y qué tan grande es el corazón que acompaña a la mano firme.

El hecho de que el año pasado se hayan reducido en 75 por ciento los cultivos ilícitos en esta zona es un logro enorme, más aun si, como dice el gobierno, no ha habido resiembra. Varios de estos municipios -como Vista Hermosa y Puerto Rico- estuvieron en el ranking de los que más producían cocaína, y de mejor calidad. Además, municipios como Puerto Toledo fueron verdaderos centros de abastecimiento de narcóticos por donde pasaban todos los carteles y los intermediarios de la mafia.

Hoy la guerrilla está replegada. No en vano han pasado seis años desde cuando empezaron las operaciones de la Fuerza Tarea Omega en la zona, y este ha sido el campo de batalla donde más muertos por minas y combates han tenido tanto las fuerzas oficiales como las filas insurgentes. Pero a medida que la guerra se fue más hacia la selva, los municipios empezaron a requerir un esfuerzo menos militar y más económico y social para que la vida de la gente, ya sin coca y con las Farc alejadas, no colapsara. "Es un intento por tener una visión del territorio y ver dónde consolidar de manera prioritaria, y no poner los recursos de manera reactiva, persiguiendo a la coca por donde vaya", dice el viceministro de Defensa Sergio Jaramillo.  Para él La Macarena es estratégica y por eso se inició allí el experimento de "coordinar en el terreno en un centro de fusión, la seguridad y el desarrollo, para crear una masa crítica de inversiones y  servicios del Estado y sacar a la coca de una vez por todas", dice.

zanahoria y garrote? El proyecto tiene un enfoque hobbesiano que combina garrote y zanahoria. Parte de la base de que garantizar la seguridad es lo primero y por eso los componentes militar y policial son muy importantes. La premisa es que las Fuerzas Armadas están allí para quedarse y que esa seguridad permitirá que lleguen los servicios del Estado. Por eso aunque el gerente del proyecto es civil, el experto en temas agrarios Álvaro Balcázar, a su lado están siempre tres coroneles de la Armada, el Ejército y la Policía. Con la guerrilla alejada de estos territorios, las milicias quedan convertidas en cheques sin respaldo y la gente puede recuperar la confianza. Pero ese protagonismo genera resquemores en quienes ven las Fuerzas Armadas como un ejército de ocupación -como los gringos en Afganistán- o en personas que preferirían un enfoque más civilista. Ricardo Vargas, experto en drogas y de cultivos ilícitos, dice que "el plan se está manejando bajo un enfoque de orden público a veces con un predominio burdo de lo militar, que no permite una mejor percepción de lo que está ocurriendo en lo económico y lo social".

El esfuerzo ha sido grande. En tres años se han invertido 191.000 millones de pesos en obras de infraestructura, especialmente carreteras como la pavimentada que unirá San Juan de Arama y La Uribe, y varias terciarias. Se han firmado planes de transición con varias veredas para que pasen de la economía ilegal a la legal, en el mediano plazo, y con planes de desarrollo de envergadura alrededor del ganado, el cacao y la palma, entre otros. Mientras tanto, se les da un apoyo en seguridad alimentaria, que son mercados y semillas de pancoger. Este es un principio para dejar de tratar como criminales a los cultivadores y darles espacio y oportunidades como ciudadanos. Y se ha constituido en Vista Hermosa un edificio -donado por el gobierno de Estados Unidos- donde literalmente está el Estado. Allí llegan funcionarios de todos los ministerios y las instituciones del gobierno para resolver los problemas de la gente. Hay puestos de trabajo y hasta dormitorios para los profesionales que llegan de Bogotá a atender cada una de las áreas, sea educación, salud, o justicia.

El rezago en esta región es tal, que se ha empezado por lo básico. Por ejemplo, por sacarles a muchos pobladores su registro civil y las cédulas. En corregimientos como La Julia, Piñalito y Villa de la Paz, hay gente cuyo único documento de identidad es el carné de las Farc. La Registraduría ha cedulado masivamente y entregado el documento al instante, algo que no ocurre ni en las grandes ciudades.

Los escollos

Pero no todo es color de rosa. El éxito de la consolidación, y lo que lo hará diferente de las clásicas operaciones cívico-militares de toda la vida, es que se pueda dar un horizonte de desarrollo. Demostrar que zonas de la frontera agrícola donde la violencia se ha asentado pueden integrarse a la economía, y sobre todo, a la democracia. Sobre el modelo de La Macarena se están montando réplicas en Catatumbo, el Bajo Cauca, Tumaco y Montes de María. El reto es grande y las dificultades muchas.

Un primer obstáculo ha sido la titulación de tierras. Sin ese requisito la gente no puede acceder a créditos ni a la economía legal. Y ahí ha surgido un primer escollo. Entre el Ministerio de Agricultura y del Medio Ambiente no hay acuerdo sobre muchas áreas que son de reserva. "Aquí vinieron los topógrafos el año pasado y midieron los terrenos y nunca volvieron", dice un campesino de Villa de la Paz. Esa traba tiene atrancado el plan de consolidación porque de eso depende casi todo lo que sigue. En la práctica se está haciendo un reordenamiento territorial y demográfico para sacar del parque a la gente y ofrecerle una reubicación, y darle incentivos para que persista en la economía legal.

Pero hay más problemas. Uno de ellos son las obras de infraestructura en las que el gobierno nacional pone plata y requiere que los municipios sean cofinanciadores. Pero como las tierras no tienen títulos (en Mesetas y La Macarena apenas el 10 por ciento de las tierras están escrituradas), las Alcaldías no reciben impuesto predial y cuentan con pocas transferencias. No tienen plata, luego la Nación tampoco puede ayudarles. Eso es parte del círculo kafkiano del atraso de muchas regiones en Colombia.

Algo similar ocurrió con la gente que se va a trasladar del parque natural. Por un absurdo de las vigencias presupuestales, el año pasado se compraron casas prefabricadas para varias familias de las 300 que van a ser reubicadas, porque el tiempo no alcanzaba. Ahora cuesta mucho llevarlas a la zona y el tema se convirtió en un nudo gordiano difícil de resolver.

Otra dificultad ha sido la presencia de grupos emergentes que han creado una ola de reclutamiento y violencia en varios municipios, y ya empieza a ser controlada.

Aún así, tanto el gobierno nacional, como la Gobernación del Meta y los gobiernos de Estados Unidos y Holanda le están apostando fuertemente a este proyecto. Y se les están buscando soluciones urgentes a las trabas burocráticas. El control territorial y legitimidad del Estado requieren también que éste funcione y sea oportuno para lograr "la recuperación social del territorio" que anuncia el gobierno.

Adicionalmente, se está trabajando de la mano con los alcaldes y organizaciones sociales de la región para profundizar la democracia. Por eso un componente importante del proyecto es la educación en valores cívicos.

Si bien se están haciendo las cosas, al parecer, con la estrategia correcta, es muy temprano para dar un parte de victoria. David Spencer, profesor del Centro de Estudios Hemisféricos de Defensa dice que "esta operación debilitará a las Farc, pero queda por ver si los logros son permanentes o temporales. Siempre hay variables que uno no controla y efectos secundarios que no puede predecir". No obstante, la baja de los cultivos es un primer indicador de éxito. .

Hasta ahora nunca se había hecho un plan de esta magnitud, en el que se combina la presencia militar con el fortalecimiento del gobierno civil (aunque el balance todavía genere dudas) y se apuesta a convertir a los colonos de tierras lejanas y violentas en ciudadanos de primera categoría. Algo que se debió hacer desde el día cero de la guerra en Colombia.