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La otra orilla

Estos son los planes de la oposición para ganar puntos y luchar por el poder en 2010.

5 de agosto de 2006

El rumbo del país en los próximos cuatro años no sólo depende de Uribe. Lo que la oposición haga, o deje de hacer, será determinante. No importa que las mayorías, en la opinión pública y en el Congreso, estén con el uribismo en la línea de partida. Por eso desde que Álvaro Uribe se convirtió en un fenómeno político de masas como pocos en Colombia, las alertas de los que se distancian de sus tesis y no comparten su visión de país están encendidas.

Si en el primer gobierno se hablaba con preocupación de una alabanza unánime al presidente Uribe y un interminable aplauso sin críticas, desde este 7 de agosto cuidarse de esta circunstancia para preservar los valores más sagrados de la democracia será la tarea fundamental de los partidos de oposición.

El Partido Liberal y el Polo Democrático Alternativo ya tienen listo un plan de acción. Saben que su papel será decisivo, incluso para ellos mismos, pues sus electores estarán vigilantes de que mantengan su lugar a la hora de enfrentarse al rugido de la llamada 'aplanadora' uribista en el Congreso.

La artillería no será muy novedosa, pero sí incesante. Estará concentrada en la agenda económica, en especial en la reforma tributaria y el TLC. Después se ocupará de la efectividad de la seguridad democrática y la aplicación de la Ley de Justicia y Paz. El acuerdo humanitario será una insistencia diaria.

Las primeras acciones no esperan. El martes 8 de agosto, los liberales citarán a un debate para evaluar el mandato que termina. Paradójicamente, será el primer acto de control al 'nuevo' gobierno. "Como el presidente Uribe evadió los debates en la campaña, aún no se ha hecho un corte de cuentas," dice el senador Juan Fernando Cristo, vocero de la bancada liberal.

Pero el plato fuerte de los liberales para estos cuatro años será una reforma constitucional. En opinión de este partido, la reforma que permitió la reelección quebró el equilibrio de poderes y por eso propondrán cambiar la forma de elección de los organismos de control, los períodos de los altos funcionarios del Estado.

Sin embargo, el Partido Liberal es un partido tradicional que vio nacer a Álvaro Uribe y que añora las mieles del poder. No se espera que su actitud política sea una férrea pelea ideológica con el gobierno porque a pesar de que insiste en su carácter socialdemócrata, corre el riesgo de que en medio del tire y afloje de estos cuatro años, termine coincidiendo en algunos de esos temas que ambos consideran de 'interés nacional'.

El caso del Polo Democrático es distinto. No sólo es visto por el mismo Uribe como su verdadero contradictor ideológico, sino que esta agrupación de partidos de izquierda tiene el firme propósito de llegar al poder en 2010, objetivo que debe sustentar con una pelea de argumentos con el gobierno.

Así lo demandarán los más de dos millones de votantes que el 28 de mayo convirtieron al Polo en la segunda fuerza política del país. No es fácil vaticinar si esta situación llevará a que en este período Colombia entre en una verdadera polarización entre izquierda y derecha, quizás a ninguno le convenga este escenario, pero agitarán banderas muy distintas en temas de fondo.

El Polo habla del Estado de Derecho y lo hace para marcar la diferencia con el proyecto de Estado Comunitario que promueve Uribe, y los temas más álgidos serán los derechos humanos, el acuerdo humanitario y la política internacional.

En el Congreso, la bancada del Polo se opondrá a lo más sensible de la reforma tributaria, el IVA en la canasta familiar y el porcentaje del impuesto al patrimonio. Promoverán una ley agraria y otra para la cobertura y la calidad de la salud y la educación. Y además, como es previsible, una campaña de no aprobación del TLC.

Así las cosas, una sociedad que siente una trasformación en la forma de hacer política debe tener elementos suficientes para el discernimiento. La altura del debate demostrará qué tanto ha madurado un país en donde, al menos en las últimas elecciones, el que piensa distinto, pierde.