PANDEMIA
Los héroes de la lucha contra el coronavirus en Colombia
Durante la pandemia, el cuerpo médico ha puesto su vida para salvar las de otros, ha visto cómo la cantidad de sus pacientes disminuye y cómo la sociedad los discrimina.Es tiempo de honrar su trabajo.
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2020 ha sido el año más desafiante en materia de salud pública para el país. Aunque la pandemia ha afectado a toda la población, médicos, enfermeras, auxiliares, camilleros y otros profesionales que hacen parte de la atención en los hospitales lo han vivido con más dureza que los demás. Han arriesgado sus vidas, convivido con el virus, se han sobrecargado de trabajo y, además, han tenido que soportar el rechazo de la gente en las calles, buses y supermercados ante el temor infundado de que ellos son fuente de contagio del nuevo coronavirus.
Como si fuera poco, quienes no están en ese frente de batalla han visto desaparecer de su consulta a la mitad de sus pacientes. El mejor homenaje para ellos es demostrarles desde ya todo el agradecimiento que se merecen y manifestarles que en esta lucha Colombia está con cada uno de ellos. También hay que aceptar su invitación de volver a los servicios de salud, pues postergar el diagnóstico de muchas enfermedades no covid podría provocar una epidemia a mediano plazo mucho peor que esta.
Esta campaña de solidaridad y gratitud hacia el personal de la salud en Colombia está liderada por SEMANA y sus aliados AbbVie, Bayer, Biogen, Novartis, Novo Nordisk, Roche y Telefónica. Estos son los testimonios de primera mano de varios de estos profesionales batalladores.
“Atender a mi profe me partió el corazón”
Lida Hernández, médica residente de anestesiología

Yo pensaba que ya había aprendido a manejar las emociones y que podía enfrentar este tipo de emergencias, pero no. No estaba preparada emocionalmente. En realidad nadie está preparado para esto. Y cada día es más difícil, no solo por la patología, sino por lo que implica hablar con los familiares. Ningún médico está preparado para aceptar de manera tranquila que se le murió un paciente. Cada uno te deja huella en tu mente y en tu corazón porque cada uno es diferente y tiene una historia.
Tuve uno muy especial: mi profesor de anestesia, y me partió el corazón porque, a pesar de todo lo que le hicimos, no mejoraba. Me dio tristeza tener que informarles a los familiares. Él llegó despierto, consciente y nos hablaba y decía “ahí vamos con paciencia”, “démosle tiempo” o “vamos a mirar”. Pero, posteriormente, tuvimos que intubarlo. Y eso fue muy duro.
Desde que empezó la pandemia no me he visto con mis familiares. Vivo sola con mi esposo, que también es médico. Al menos lo tengo a él y cuando llega deprimido le doy ánimos, aunque muchas veces pasa al contrario. A veces, para no preocupar a los otros, decimos que vamos bien, pero uno sabe que no es así. El cansancio se siente, el agotamiento mental de revisar todos los pacientes es muy grande. Me hacen falta mis papás y mis hermanos. Y aunque no me da temor infectarme porque no tengo antecedentes y mi cuerpo lo podría pasar como una gripa, sí me preocupa contagiar a otros. Por eso tomo todas las precauciones del caso.
Además, aún no hay nada para ayudar a estos pacientes. Aplicamos solo las medidas que han resultado efectivas, pero estamos a la espera del resto de opciones, incluida la vacuna. Todavía mantenemos la calma y esperamos no llegar al desespero. Pero mi vida era muy diferente. Queríamos salir, viajar, compartir con familiares y todo cambió totalmente.
“Debemos apelar a nuestra fortaleza mental”
Luis Alberto Parra Quintero, médico internista de la Clínica Saludcoop, Cali

Mi trabajo cambió. Ahora estoy enfocado en la atención de pacientes con covid-19. Hay días en los que siento miedo, porque veo que esto crece y crece, y la respuesta es que ya hay limitantes para entrar a ciertas unidades de cuidados intensivos y no sabemos realmente todo lo que pueda pasar. Tampoco sabemos si nuestra respuesta será la adecuada. Eso genera temor y ansiedad.
Para lidiar con esta situación debemos apelar a nuestra fortaleza mental. Saber que tenemos un enemigo oculto y que en cualquier momento nos puede sorprender. Entender que esto es una especie de lotería, ya que no sabemos cuándo nos pueda ir bien o mal con la enfermedad. Necesitamos que toda la ciudadanía nos ayude con las medidas de bioseguridad, porque eso diezma mucho la propagación del virus.
Permanezco alrededor de 12 horas todos los días en la uci. Acá tenemos actualmente 24 pacientes internados en cuidados intensivos y 18 con cuidado intermedio. Con ellos intentamos optimizar el manejo médico, buscar sus principales problemas, trabajar en equipo con los fisioterapeutas, profesionales intensivistas y terapistas respiratorios. Todos los días son especiales, porque intentamos que los pacientes tengan muy buenos desenlaces.
Los días más gratificantes son cuando vemos que las cosas van bien y algún interno pasa la puerta de cuidados intensivos para ir a una habitación. Pero también hay días malos, porque algún paciente no se pudo salvar. Son días duros. Una vez termino mi turno, me quito el uniforme que utilizo en la uci y me pongo el traje con el que llegué a la clínica, y que dejo en un lugar seguro. Me baño para salir limpio. Luego, cuando llego a mi hogar, vuelvo y me baño antes de tener contacto con mi familia. Después de todo eso, y de un día largo de trabajo, vienen los abrazos.
“Me duelen las mentiras contra los médicos”
Jaime Andrés Echeverry, médico intensivista de la clínica Unida por la Vida, Cali

Ingresé a una clínica nueva, especializada solo en pacientes covid a principio de año. Acá los protocolos son mucho más estrictos que en otros centros de salud donde laboro. Eso sí: últimamente me la paso trabajando, siempre estoy ocupado. Mi tiempo libre en estos meses ha sido muy corto. Y el día a día en las unidades de cuidados intensivos es un poco pesado, debemos estar pendientes de los pacientes, sobre todo de los que están ventilados y los que tienen otras patologías.
Es realmente complejo estar midiendo con exámenes y signos vitales su evolución diaria. El miedo de todos nosotros cuando un paciente ingresa es que termine con un ventilador. Aunque debo aclarar que el ventilador no es la cura, sino un medio para prolongar el tiempo de una persona para que se recupere. Cuando un paciente termina en ventilador y logra superar esa fase es gratificante. Después de todo ese calvario, poder hablar con ellos es el mejor pago.
Estoy en la medicina porque me gusta. No se trata de misiones heroicas de “quiero salvar vidas porque soy Superman”, sino de tratar de hacer algo por la gente con lo que uno más pueda. Tratar de hacer lo mejor para que los pacientes salgan adelante con los síntomas que los aquejan. Uno sabe que estamos haciendo las cosas bien, pero hay informaciones erróneas como el supuesto ‘cartel de covid’, que crea malas vibras hacia el personal de salud.
Personalmente, me ha ido bien con la gente cuando voy al banco o centros comerciales, mi único conflicto son las redes sociales, porque cuando veo que están escribiendo cosas en contra de mi gremio, ahí sí me pongo el escudo para que las personas dejen de propagar ideas falsas. Esas cosas son las que más me duelen, porque nos exponen a otras como las amenazas y ataques a algunos colegas.
“Me estoy bañando cuatro veces”
Carlos Prado, médico intensivista de la Clínica Saludcoop, Cali

Llevo 14 años como médico intensivista y esta situación es de las más difíciles que me ha tocado vivir. Hay cierto temor, no se puede negar, porque nuestro riesgo es más elevado al tener contacto directo con pacientes covid. En mi caso, cada vez que regreso a mi casa o llego a la clínica me baño. Me estoy bañando aproximadamente cuatro veces al día.
Hay que tener conciencia de que la covid no solo se puede contraer en hospitales y clínicas. Lo puede adquirir en una panadería, un centro comercial, un domicilio o cualquier otro lado, entonces lo más importante para evitar contagios es protegerse. Y la mejor protección que tenemos por ahora, hasta que se invente una vacuna, es el tapabocas y el lavado de manos. Aunque la gente piensa que no funciona, la verdad es que es muy efectivo.
Todos tienen que saber que esto es serio. Los pacientes que llegan a la unidad tienen un estado de salud complicado, que terminan –algunos, no todos– con manejo invasivo (es decir, intubación). A esta pandemia alguien tiene que hacerle frente y nos tocó a nosotros, los médicos. Claro que no siempre podemos lograr la recuperación de un paciente y varias personas fallecen. Es que esto es muy real y en la medida en que las personas tengan un amigo o un familiar infectado se darán cuenta de que la amenaza es seria.
“Decidir a quién darle prioridad parte el corazón”
José Atilio Núñez, coordinador de urgencias del Hospital de la Universidad del Norte, Barranquilla

No me considero un héroe, ya que en esta situación cada ciudadano cumple un rol. Pero sí quisiera que la gente entendiera que los médicos no inventamos nada, ni hacemos parte de ningún negocio con la pandemia. Por mi parte, hace tres años llegué a la coordinación de urgencias del hospital y tengo la fortuna de liderar un grupo rotativo de más de 20 profesionales de la salud, atendiendo 64 camas. Juntos hemos vivido todas las etapas de esta emergencia.
Todo empezó en marzo. Con los primeros casos reportados en la ciudad llegó el pánico, pero no entendíamos porque estaba vacío. En mayo vino lo duro, explotó la capacidad, las personas llegaban con síntomas más severos, saturación de oxígeno en la sangre muy baja y el espacio para la atención se quedó corto. Llegaban de 10 a 12 pacientes al día y no terminábamos de atender a uno para tener que estabilizar a otro.
Fue difícil, pero uno no estudia esto para ser millonario, sino para ayudar y se siente un dolor muy grande cuando no se puede. Era fuerte ver a los médicos y enfermeras llorando al final del turno y también ver a los más jóvenes pidiendo no ser enviados a urgencias respiratorias. Los días dolorosos fueron cuando empezaron a llegar pacientes casi muertos, eso generó choques muy fuertes con los familiares porque muchos tenían una actitud de negación, no entendían la situación o estaban a la defensiva.
Algunas veces optamos por averiguar si tenían un familiar médico para hablar con él y que así este les pudiera explicar la realidad. Un día, lo recuerdo muy claro, teníamos siete pacientes que necesitaban ser intubados y solo dos ventiladores disponibles. Tenían entre 50 y 60 años, y nos tocaba decidir de acuerdo a su estado de salud a quién darle prioridad. Eso parte el corazón. Cuando llamé a mi esposa a contarle me quebré a llorar.
“Este virus no tiene edad”
Lorena Daza Amador, enfermera jefe del Hospital de la Universidad del Norte, Barranquilla

La pandemia me ha llevado a experimentar una serie de sentimientos encontrados. Por un lado, la tristeza por los pacientes fallecidos y, por el otro, la alegría por todos los que se han logrado recuperar. Es imposible, sin embargo, negar que he tenido días duros y casos muy fuertes que me han golpeado. Recuerdo mucho el de Sandra, una paciente de 45 años, a quien después de 10 días conectada a un ventilador y de tres días usando una máscara para respirar, finalmente la pudimos pasar a zona de habitación. Se había mejorado.
Estábamos muy contentos con su recuperación, esperanzados en que había pasado lo peor para ella, pero al tercer día de estar allí tuvo una recaída y sufrió un paro cardiorrespiratorio. Eso le duele a cualquiera. Ella estaba bajo un tratamiento de medicamentos psiquiátricos, sufría de hipertensión y a pesar de su juventud no aguantó. Así se nos han muerto varias personas jóvenes. Algunas llegaron al hospital sin saber que tenían otras comorbilidades y nadie se imaginaba que algo malo podía suceder, pero hemos descubierto que este virus no tiene edad.
Yo misma tuve covid-19, pero me enteré cuando ya me había pasado, porque mi mamá empezó a tener síntomas y salió positiva. La única que pude haberla infectado fui yo. Nos asustamos porque tiene 64 años, pero afortunadamente no le dio fuerte. Fue un alivio porque el respaldo de la familia ha sido muy importante para sobrellevar la pandemia. Recuerdo, cuando todo empezaba, que ella me preguntó si quería seguir trabajando o retirarme, y luego me dijo que en cualquiera de los dos casos me apoyaría. Sé que lo decía para cuidarme, pero esta es mi responsabilidad, para esto he estudiado y me siento muy orgullosa del trabajo que hacemos.