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| Foto: ilustración: jorge restrepo

DIPLOMACIA

La papa caliente de Cuba

Al no reconocer los protocolos de la negociación con el ELN, el Gobierno dejó a Cuba encartada y en riesgo. ¿Qué salidas tiene la isla?

2 de febrero de 2019

Hasta abril de 2018, los diálogos entre el ELN y el Gobierno colombiano tuvieron lugar en Ecuador. No obstante, después de que disidencias de las Farc, en cabeza de Guacho, asesinaron a tres periodistas ecuatorianos en la zona de frontera, el país vecino anunció que no serviría más de anfitrión. Debido a eso y a que el equipo negociador del Gobierno, encabezado por el exvicepresidente Gustavo Bell, reiteró la voluntad de seguir dialogando, Cuba se ofreció de escenario para continuar las negociaciones. Los cubanos no esperaban que año y medio después el presidente Iván Duque, al decidir romper los protocolos de la mesa de negociación, tras el atentado del ELN a la Escuela General Santander, dejaría a su país en medio de una encrucijada diplomática sin precedentes.

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Esos protocolos establecían que, en caso de levantarse la mesa, el ELN tendría 15 días para volver a Colombia en condiciones de clandestinidad y en un proceso coordinado entre la guerrilla, el Gobierno y los países garantes. Al igual que lo hizo el de Noruega, Cuba aseguró que respetaría los protocolos establecidos entre las partes, por lo cual se niega a extraditar a Colombia a los elenos que están en su territorio. Sin embargo, tampoco es claro qué puede hacer.

El 25 de enero el Gobierno de Cuba envió una nota diplomática al de Colombia para pedirle las condiciones para aplicar los protocolos y entregar a los guerrilleros. Pero Duque de nuevo, y ante los medios, se negó. Ante esa realidad, La Habana tiene varios escenarios, ninguno de los cuales es suficientemente claro.

El primero de ellos sería dejar a los guerrilleros en su territorio. Sin embargo, en sus comunicaciones recientes los cubanos han sido firmes en condenar toda acción terrorista, y tener a los miembros de esa guerrilla en su territorio no es una posición deseable para ellos. De hacerlo, no solo se quedarían con el chicharrón, sino que correrían el riesgo de volver a figurar en la lista de países que patrocinan el terrorismo. Varios sectores de la derecha de Estados Unidos ya anunciaron que su país estudia esa posibilidad y que implicaría castigos para la isla, que van desde sanciones económicas hasta intensificar el bloqueo.

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Otro escenario sobre la mesa, que podría quitarle a Cuba la presión diplomática, consistiría en elevar una consulta al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Una comisión ad hoc de ese organismo se encargaría de emitir un concepto sobre cómo proceder. Eso ampliaría la discusión a un escenario donde Cuba podría tener el apoyo de potencias como Rusia y China, pero eventualmente tendría que enfrentarse a la diplomacia colombiana y a la estadounidense.

Los canales de comunicación diplomáticos entre Cuba y Colombia no se han cerrado por cuenta de este episodio y sería conveniente aprovecharlos. Muchos piensan que el tema debe mantenerse alejado de los micrófonos, y que buscar un acuerdo sería la mejor salida. Ese sería un tercer camino, que implicaría contar con el guiño del presidente Duque o de personas con capacidad de influir en él, como el expresidente Uribe. Aunque no es un camino fácil, tampoco se puede descartar. Durante sus dos presidencias, Uribe mantuvo relaciones diplomáticas cordiales con el Gobierno de Cuba.

Pero sí resulta poco probable que, más allá de los protocolos, los elenos terminen en otro país. A pesar de que Estados como Noruega insisten en la vía negociada, nadie querrá amparar a ese grupo después de que la comunidad internacional condenó el atentado terrorista.

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Cuba no tiene una salida fácil. Ese país prestó su territorio para que el proceso con las Farc haya llegado a buen término, y lo hizo también de buena voluntad en el caso del ELN. Los protocolos establecen el 7 de febrero como la fecha máxima para que los elenos vuelvan al país acogiéndose a ellos. Ahora, mientras Colombia desconozca ese documento, no es clara la validez de esa fecha. La única certeza, por el momento, es que a menos que las vías diplomáticas consigan que el Gobierno colombiano ceda un poco, Cuba seguirá con una papa caliente en las calles de La Habana.