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Malaria, mal de nunca acabar

En los últimos dos años esta enfermedad ha crecido y se está convirtiendo de nuevo en una amenaza para casi 14 millones de colombianos que viven en zonas de riesgo. ¿Qué hacer?

16 de septiembre de 2017

La malaria, que ha enfermado a los habitantes de Colombia durante siglos, sigue amenazando a todos los que viven en zonas ubicadas por debajo de los 1.600 metros sobre el nivel del mar. En los últimos dos años, se han disparado los casos de personas afectadas, en especial en el departamento del Chocó, en donde se concentra casi la mitad de los casos registrados. Pero la situación también es compleja en Nariño, Antioquia, Córdoba y el puerto de Buenaventura.

De acuerdo con varios expertos consultados por SEMANA, las razones de este fenómeno van desde el calentamiento global y la pobreza hasta el desgreño de los programas de diagnóstico y prevención de esta enfermedad en el país. Lo cierto es que mientras que en 2014 se registraron 40.768 casos, en 2015 subieron a 55.866 y el año pasado fueron 83.356.

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El doctor Iván Darío López, director del Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales (Pecet) de la Universidad de Antioquia y uno de los científicos más prestigiosos del país, asegura que esta explosión de la enfermedad responde a las flaquezas del gobierno nacional para mantener las políticas de prevención, sanidad y trabajo en comunidades. “En Colombia se hizo un programa con ayuda del Fondo Mundial que duró cinco años y dio resultados. Pero se acabó, lo que ha hecho que de nuevo la enfermedad se propague, especialmente en la costa del Pacífico”.

En cierta medida, el científico Manuel Elkin Patarroyo comparte esa posición. “El tema quedó en manos de las Gobernaciones y los municipios, que en su mayoría no invierten los recursos o no les interesa”. Lo preocupante, según el inmunólogo, es que el calentamiento global está haciendo que en algunas zonas en las que ni siquiera había mosquitos anofeles, ahora encuentran la temperatura necesaria para que las larvas puedan realizar su ciclo en los charcos. Esto se está viendo, por ejemplo, en zonas de 1.800 a 2.000 metros de altitud, como Fusagasugá, hoy plagada por la enfermedad.

A esto se suma que la malaria camina siempre alrededor de los migrantes y los trashumantes, como cultivadores de coca, erradicadores, mineros ilegales, que se están convirtiendo en los principales reservorios del parásito.

Sin embargo, Diego Alejandro García, subdirector de Enfermedades Transmisibles del Ministerio de Salud, dijo que frente al brote epidemiológico registrado el año pasado, la entidad fijó metas y acciones con Gobernaciones, Alcaldías y universidades, que ya están mostrando resultados. Cuenta que el último reporte epidemiológico indica que en este año van solo 37.000 casos y esperan que al final de año llegarán a 50.000.

Pese a este avance, López cree que uno de los problemas es la falta de continuidad de las políticas y que estas dependan finalmente de los alcaldes. “Hace un tiempo estuvimos en una capacitación de microscopistas en Nuquí, Chocó, y cuando volvimos a los dos meses, el alcalde lo había removido porque no le podía dar el contrato a una sola persona. Así se gestionan este tipo de políticas en los municipios: mal”.

Vladimir Corredor, profesor de salud pública de la Universidad Nacional, advirtió que también se están presentando en algunas regiones dificultades con el diagnóstico y tratamiento oportuno, lo que está incidiendo en el número de casos, ya que los afectados se convierten en focos de infección.

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Para enfrentar este fenómeno, Patarroyo dijo que se debería volver a la época en la que existía el Servicio Nacional de Erradicación de la Malaria, que con unos 1.100 empleados mantenía un control de los focos y epidemias, así como del diagnóstico y tratamiento en todo el país, incluidas otras enfermedades trasmitidas por vectores. “Hoy, un programa dirigido con fuerza y contundencia desde el gobierno central tiene más lógica si se piensa también en la presencia del zika y chikungunya. Y parece que eso no está ocurriendo”.

También, tal y como lo encontró un estudio realizado recientemente por la Universidad Nacional, se ha registrado una baja en la investigación científica en el país debido a la falta de recursos y de lineamientos claros. Es posible frenar la situación con medidas claras y contundentes. Pero si no se hace, es posible que “terminemos como Venezuela, donde están estallados en malaria y los científicos no pueden investigar y mucho menos denunciar, porque los acusan de traición a la patria”, dijo el doctor López, del Pecet.