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Iván Márquez y Timochenko tienen serias discrepancias. Algunos de los exguerrilleros cuyo paradero se desconoce enviaron mensajes para calmar las aguas.

POSCONFLICTO

La revolución epistolar de las Farc

La división en el nuevo partido quedó en evidencia con el cruce de cartas de sus líderes esta semana. Mientras Timochenko le apuesta a la paz, otros están temerosos, y de Iván Márquez y el Paisa no se sabe en qué andan.

15 de septiembre de 2018

El partido político Farc atraviesa el periodo más crítico de su corta vida civil. Los integrantes de su antigua cúpula comienzaron a ventilar sus diferencias internas hablando de traición, insatisfacción, desconfianza y rebeldía. La fotografía de un quorum incompleto en su segunda gran asamblea y la denuncia que hizo la ONU sobre los excombatientes que dejaron tiradas sus labores en los espacios de reincorporación terminaron de encender las alarmas sobre una posible desbandada de quienes dejaron las armas hace un año.

Todavía no hay motivos para creer que el Zarco Aldinéver, Enrique Marulanda, Iván Alí, Albeiro Córdoba, el Loco Iván, el Paisa e Iván Márquez se fueron a alimentar las disidencias, pero su ausencia no se puede minimizar. Quizás por eso, para tratar de cerrar el cerco y evitar que la situación termine por salirse de control, la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) le solicitó a 31 exjefes guerrilleros informes detallados sobre “las actividades que han desarrollado en el marco de su reintegración a la vida civil” y les pidió“relatar si han realizado labores humanitarias relativas a la ubicación de restos” de los secuestrados en un plazo de diez días.

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Todos los actores se preocupan por la misteriosa ubicación de los excombatientes. Porque así como ocurrió en la guerra, en tiempos de paz pocos golpes afectan tanto esa estructura que transita a la política como la deserción de los mandos medios. No garantizar su tránsito a la civilidad no solo abre las puertas a la reincidencia, sino que también priva al nuevo partido de los cuadros políticos que ayuden a mantener la unidad. La desaparición de estos ‘coroneles’ mina la moral de los excombatientes rasos que quedaron desamparados en las zonas, y resquebraja los planes de toda la organización en los territorios.

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Si bien es cierto que el propio gobierno calculaba que por lo menos el 10 por ciento de los excombatientes terminarían al margen del acuerdo de paz, pocos imaginaban que tantas figuras claves se desconectaran de un solo golpe. Por eso, muchos creen que llegó la hora de la verdad. Primero, porque el tiempo transcurrido desde la firma sirve para medir qué se va a cumplir del acuerdo y qué no. Segundo, porque los exguerrilleros no han podido experimentar eso de seguir la lucha bajo los parámetros de la democracia. Y tercero, porque ya entienden lo que significa asumir cambios radicales de vida y para algunos de ellos ese tránsito representó más pérdidas que ganancias.

Ese, podría decirse, es el caso del grupo de excombatientes que hace unos días dejó los espacios de reincorporación. Aunque a ciencia cierta no se sabe si lo calcularon, a muchos les preocupa que involucre excombatientes con varias décadas de militancia que formaban parte del Consejo Político, que contaban con la confianza de la dirección y que en tiempos de guerra controlaban Guaviare, Vichada, Guainía y parte del Meta, es decir, las rutas de la cocaína y el coltán hacia Venezuela y Brasil. En su mayoría, podría decirse que se trata de excombatientes del bloque Oriental.

Unas son de cal y otras…

Para tratar de calmar las aguas, desde la sombra Romaña y Fabián Ramírez les salieron al paso a las críticas que daban por sentado que se habían ido a delinquir. En el primer caso, la misiva de cinco páginas llegó a manos del fiscal Néstor Humberto Martínez, que se limitó a informar que el exjefe guerrillero “reafirma su compromiso con el cumplimiento del acuerdo de paz, pero reclama legítimamente la implementación de proyectos productivos”.

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En ese mismo sentido, Ramírez, el segundo hombre del antiguo bloque Sur, hizo pública la carta en la que reafirma su compromiso con el acuerdo. Esto, a pesar de haber perdido la confianza en el Estado –según dice– por la captura de Jesús Santrich. “Me encuentro recorriendo los municipios de Florencia, Paujil, Cartagena del Chairá, Puerto Rico y San Vicente del Caguán”, afirmó antes de explicar que renunció a dos de sus escoltas por razones “de enfermedad y reposo”, pero sigue con dos de ellos.

Del grupo que aparentemente se desconectó del partido y no del proceso de paz apenas se han conocido estas dos explicaciones. En ellas, resulta llamativa la buena comunicación de Romaña con la Fiscalía y la mala que tiene con el partido. Nadie en las toldas farianas conoce el contenido de lo que le contó el exguerrillero al fiscal en la misiva, que no se ha hecho pública. Mucha agua ha pasado bajo los puentes desde que las Farc comenzaron a hacer política. Una de las grandes dificultades es que los antiguos guerrilleros difícilmente sienten en los territorios las bondades de la reincorporación de sus jefes en Bogotá.

Eso quedó en evidencia con la carta que Joaquín Gómez le envió al partido la semana pasada. En ella soplan vientos de división, duros debates y también intrigas y argucias, propiciados, como creen algunos, por personajes a la sombra. En esas seis páginas cuestiona el liderazgo de Timochenko, lo critica por “haberse dedicado a defender el orden burgués” y arremete contra Pastor Alape, Carlos Antonio Lozada y Mauricio Jaramillo. Denuncia, entre otras cosas, sospechas de corrupción y tráfico de influencias.

Sin Iván Márquez como miembro activo del partido, el ala más ortodoxa quedó desamparada y sin su vocero oficial. El partido decidió por consenso no responder a los cuestionamientos y la dirección les pidió a los firmantes presentarse en Bogotá, pero lo peor que podría pasarle a la Farc sería replicar las mañas de los partidos tradicionales. Y es que mientras existió la línea de mando militar, las diferencias políticas no generaban mayores conflictos porque el comandante en jefe tenía la última palabra, pero ahora cambiaron las reglas del juego.

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Para expertos consultados por SEMANA esta inocultable fractura resulta de la fisura que las Farc vivieron en su momento por las muertes de Iván Ríos, Raúl Reyes y Tirofijo. Pero en la actualidad el primer gran desencuentro apareció por los plazos fijados en el acuerdo para la dejación de armas y por la manera de responder a los incumplimientos. Los exguerrilleros saben que el acuerdo de La Habana no se ha aplicado al pie de la letra, pero no se han puesto de acuerdo alrededor de una única respuesta. A pesar de que decidieron dar la batalla política en medio de la democracia, no todos están convencidos aún de las bondades de hacerlo ni tienen motivos para creerlo. Eso podría explicar las medias tintas entre las que nadan algunos miembros que no se saben de qué lado están.

Falta ver si las dos corrientes que sutilmente estuvieron desdibujadas durante la guerra encontrarán la forma de coexistir. Como medidas urgentes, el Consejo Nacional de los Comunes acordó que Joaquín Gómez asumirá el Departamento Nacional de Educación y Formación Política y que el Consejo de Ética de la Farc se encargará de esclarecer la situación de los excombatientes que no se han reportado. A ellos, más que nadie, les conviene esclarecer el estatus de sus militantes. Tanta incertidumbre no hace más que darles municiones a los detractores del acuerdo y minar la confianza que al cabo de un año han intentado construir los dirigentes, como ocurrió cuando hace dos semanas participaron en el gran pacto contra la corrupción en la Casa de Nariño.