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Retrato de un asesino en serie

La publicación de un libro sobre Luis Alfredo Garavito, "La bestia", pone sobre el tapete la incapacidad de la justicia para capturar a los asesinos en serie y la sicopatología que los impulsa a matar.

6 de mayo de 2002

La matanza más reciente tuvo lugar el 26 de abril en Erfurt, Alemania. Robert Steinheuse, de 19 años, llegó hasta la escuela secundaria Johan Gutenberg armado con una pistola Glock, una escopeta semiautomática y 540 proyectiles. En media hora este joven, quien había sido expulsado meses antes de esa institución, asesinó a sangre fría a 13 profesores, dos alumnos, un policía y se suicidó. Un mes antes Richard Durn, de 33 años, utilizó dos pistolas de la misma marca para matar a ocho concejales y herir a otros 14 en la localidad francesa de Nanterre. ?Para poder existir necesitaba matar a alguien, pero ahora quiero acabar de una vez conmigo?, les gritó Durn a los policías que lo capturaron. Al día siguiente el asesino cumplió su deseo y, en un receso de su interrogatorio por parte de las autoridades, se botó por una ventana. Luis Alfredo Garavito Cubillos fantaseaba con terminar su sangrienta carrera criminal con una masacre de este tipo, según cuenta el periodista Mauricio Aranguren en un libro sobre este personaje que está próximo a salir. La obra reconstruye la obsesión asesina de Garavito y critica la inercia de un sistema judicial que le permitió violar, torturar y matar impunemente durante dos décadas sin que las autoridades pudieran capturarlo. Garavito fue capturado gracias a la eficiencia de un policía que acudió a un llamado de ayuda. Con cada muerte se tomaba más confianza y estaba dispuesto a ir más allá de cualquier límite. A las autoridades les dijo que ?pensaba en conseguir una ametralladora y matar a toda mi familia y luego matarme a mí, pero al primero que iba a matar era a mi papá?. Quería cometer una acción similar a la que llevó a cabo Campo Elías Delgado el 6 de diciembre de 1986. Ese día el veterano de Vietnam cenó su plato favorito, sacó un revólver calibre 32 largo y asesinó sin piedad a 20 comensales en el restaurante Pozzetto, en el norte de Bogotá. Fue el epílogo de una jornada macabra durante la que mató a otras ocho personas, incluida su propia madre, en dos escenarios diferentes de la capital. Estrella negra En octubre de 1999 el perverso sueño de Garavito de tener su cuarto de hora mediático se cumplió. El mundo entero conoció su historia por un espantoso récord criminal: había violado, mutilado y asesinado a 192 niños. Sólo dos menores, John Iván Sabogal, de 12 años, y Brand Ferney Alvarez, de 16, escaparon de sus manos. ?La bestia?, como fue bautizado por los medios de comunicación, se convirtió gracias a su confesión de 500 folios en una estrella oscura del universo de los serial killers, o asesinos en serie. Este es un término que acuñó a mediados de los años 70 el agente especial del FBI Robert Ressler durante la investigación que permitió la captura de David Berkowitz, mejor conocido como ?El hijo de Sam?, un sujeto que asesinó a seis personas en Nueva York entre 1976 y 1977. Ressler, un reputado sicólogo y criminólogo, definió a los asesinos en serie como individuos que matan en forma metódica a víctimas con las que no tienen ninguna relación, por medio de una violencia devastadora y en un tiempo específico. Son seres de carne y hueso, como los estadounidenses Henry Lee Lucas y Ottis Toole, a los que les comprobaron por lo menos 200 muertes, o el profesor Andrei Chikatilo, quien mató a 52 personas en la antigua Unión Soviética. La mayoría de los asesinos en serie viven en Estados Unidos. Sin embargo el mayor depredador de este tipo es un colombiano: Pedro Alonso López, también llamado ?El monstruo de los Andes?. Este sujeto estranguló a por lo menos 300 niñas de entre 8 y 13 años de edad en Colombia, Ecuador y Perú. Pagó 13 años de cárcel, salió libre ?luego de un tratamiento siquiátrico en la cárcel La Modelo? y desde 1998 es uno de los criminales más buscados del mundo por nuevos delitos. López está suelto. Garavito, encerrado. Un juez de Tunja lo condenó en diciembre de 1999 a 52 años de cárcel por el crimen de Ronald Delgado Quintero, de 12 años, a quien antes de matarlo le inflingio 59 heridas con un arma cortopunzante. La sentencia fue de 60 años, pero como se acogió a sentencia anticipada se la redujeron ocho. No le pueden dar más tiempo porque en Colombia las penas no son acumulables como en Estados Unidos. En ese país, por ejemplo, un asesino en serie como Jeffrey Dahmer, bautizado por la prensa ?El carnicero de Milwaukee? porque acostumbraba a devorar a sus víctimas después de asesinarlas y realizar prácticas necrofílicas, fue condenado a 15 cadenas perpetuas y 957 años de prisión por sus crímenes. ¿Cómo un ser humano logra cometer estas atrocidades? Garavito dijo en su indagatoria que una fuerza superior a él lo impulsaba a asesinar a los menores. Con lágrimas les dijo a los fiscales: ?Pido perdón a Dios, a mucha gente, a la sociedad y a la justicia pido perdón porque yo, sin querer, algo me empujaba dentro de mi ser a cometer todos esos delitos??. Las autoridades no creyeron en su arrepentimiento porque saben que es un mentiroso patológico. ?La bestia? no es un enfermo mental, es un sicópata, es decir, en palabras del español José Sanmartín, director del Centro Reina Sofía para el estudio de la violencia, un criminal con carácter de depredador. ?Los sicópatas predominan entre los asesinos en serie llamados ?organizados?. Son los multicidas que planifican fríamente sus asesinatos, que tienen gran habilidad para camuflarse (engañar y manipular), para acechar y localizar los cotos de caza, que suelen ritualizar sus asesinatos y llevarse recuerdos de sus víctimas?, dijo Sanmartín en el IV encuentro sobre biología y sociología de la violencia en España en 1999. El accionar de Garavito cumplió con todos estos requisitos desde que empezó a matar en 1992. El depredador Luis Fernando Garavito es el mayor de siete hijos de una familia campesina del municipio de Génova, Quindío. Como la mayoría de los asesinos en serie, creció en una familia disfuncional e inestable en la que, como lo detectaron los investigadores del FBI que estudian a estos criminales, hay una disciplina injusta, hostil y abusiva, acompañada por una nebulosa figura paterna hacia la que se siente mucha ira. Tal cual fue la infancia de Garavito según contó en su indagatoria: ?Yo a mi papá le tenía mucho odio, mi papá con mis otros hermanos fue más tierno, en cambio a mí siempre me trató a las patadas?. A los 12 años el mundo de Garavito se volvió aún más sombrío porque un vecino, el mejor amigo de su papá, comenzó a golpearlo, torturarlo y violarlo. Este abuso marcó su vida porque a los 15 años, después de frustrantes y desesperados intentos por tener relaciones sexuales con mujeres, comenzó a sentir atracción por otros hombres. En Buga tocó por primera vez a un niño y conoció la cárcel. Para el FBI es claro que en su juventud, entre los 17 y los 24 años, los asesinos en serie fueron incapaces de tener relaciones sexuales normales. Así comienzan a aparecer las fantasías en las que mezclan sexo con agresividad y deseos de poder y dominación. Así fue como a comienzos de la década de los 80 Garavito, un hombre trastornado que sólo encontraba paz en las reuniones de Alcohólicos Anónimos o en sus estancias en un hospital de Armenia, comenzó su carrera de pederasta violento. En Sevilla, Valle, dijo en la indagatoria,?me llevo a un menor, y de pronto no sentía placer solamente con acariciarlos y violarlos, sino que llevaba cuchillas de afeitar, velas y encendedores?. Mientras más violencia ejercía mayor era su sensación de placer. El siquiatra español Luis Marcos Rojas escribió que los pederastas ?suelen ser hombres que no muestran ningún rasgo o comportamiento aparente que nos pueda ayudar a identificarlos. Se caracterizan por vivir secretamente obsesionados con el abuso sexual de menores. Son incorregibles y no sienten remordimiento por sus ultrajes deliberados ni compasión hacia sus víctimas?. Así era Garavito. Entre 1980 y 1992 violó a 200 niños a los que siempre atraía con falsas promesas: ?Tengo unos terneritos pequeños y necesito que me ayuden, yo les pago 1.000 ó 500 pesos?. En ocasiones tenía arrebatos de culpa que calmaba con lecturas de la Biblia o con ocasionales reclusiones en hospitales siquiátricos. Por esa época comenzó a anotar los nombres de los niños violados y a guardar fotos de ellos antes o después de la violación. Nadie sospechaba de él porque tenía una impecable fachada de hombre de familia, pues vivía siempre con mujeres con hijos, a los que nunca les tocó un pelo. En total tuvo cinco relaciones de este tipo. Además se presentaba como un hombre elegante con su maletín de cuero. En 1992 ?La bestia? comenzó su recorrido de muerte. El 6 de octubre asesinó a su primera víctima en Jamundí, Valle. Un hecho que habría podido impedirse si los dos policías que días antes lo encontraron violando a un menor lo hubieran detenido en vez de dejarlo ir a cambio de dinero. Al terminar el año ya había matado a otros cuatro menores. Su forma de operar fue siempre la misma. En la zona de la plaza de mercado buscaba niños blancos, bonitos y robustos. Los atraía con engaños a un lugar despoblado y boscoso, luego los torturaba, los violaba y los asesinaba. Uno de los dos niños que sobrevivieron a su ataque no ha podido olvidar la cara de demencia que tenía mientras le gritaba: ?¡Soy un sádico? yo soy un sádico? soy un sádico!?. Con cada año que pasaba los crímenes de Garavito se fueron haciendo más violentos y menos espaciados. Para llevarlos a cabo se transformó en limosnero y falso monje. En 28 meses mató a 107 niños en diferentes partes del país. Por estos asesinatos detuvieron y condenaron a 10 personas que no tenían nada que ver en el asunto. Una de éstas, Nelson Bonilla Garzón, ha pagado ocho años de cárcel en Popayán por un crimen que no cometió y, aunque Garavito ya confesó su responsabilidad, no lo han puesto en libertad. Otros dos hombres a los que se acusó de la muerte de un niño fueron linchados por una turba en La Tebaida. En 1999 Garavito cayó en Villavicencio mientras intentaba violar a un menor con una identidad falsa que había comprado por 10.000 pesos. La Fiscalía tardó varios días en enterarse de que el hombre que buscaban por todo Colombia estaba detenido en los Llanos. Luego una rifa entre funcionarios de la entidad permitió reunir el dinero para comprar los tiquetes de un testigo clave en la investigación. Una mujer que a la postre permitió encontrar un morral morado con negro en el que ?La bestia? guardó las pruebas de sus delitos. Había recibos de hotel, tiquetes de bus, periódicos con información de sus crímenes y, sobre todo, fotos de niños, muchas, demasiadas fotos de niños.