Home

On Line

Artículo

Así reclutan las Farc

Vaupés, Cauca y Guainía son algunos de los departamentos donde las Farc reclutan combatientes para sus filas con relativa facilidad. ¿Cómo lo hacen?

Andrea Peña
17 de julio de 2006

En los próximos días, el Ministerio de Defensa, a través del Programa de Atención Humanitaria al Desmovilizado, lanzará una campaña publicitaria preventiva, dirigida a las milicias de las Farc, para que se abstengan de reclutar, se desmovilicen y entreguen información.

¿Cómo reclutan las Farc? La Comisión del Trabajo de Masas de las Farc llega hasta las veredas remotas. Son 3 ó 4 guerrilleros por grupo. En ocasiones visten el camuflado, llevan los rifles terciados y los brazaletes que los identifican como miembros de la guerrilla. A veces, llegan de civil. Saludan a los dueños de la casa, como si los conocieran de toda la vida. Conversan un rato, les ayudan a lavar la loza o a hacer el almuerzo. Mientras tanto, ellos hablan de la debilidad del Estado, de que ellos son la autoridad y que están allí para protegerlos. Los convencen. Su intención: conocer las familias y lograr sus simpatía. Su objetivo: identificar a sus potenciales combatientes. Su meta final: reclutar.

Esta escena se repite en los corregimientos más apartados del Vaupés, en el sur del Cauca, en algunas esquinas del Meta y en los rincones de Guainía, donde la batalla es con plomo y metralla. En las retaguardias de los diferentes frentes, donde están sus hospitales, a donde no llega el Ejército y donde no se combate, también hay un buen número de reclutas que se preparan para la guerra: el Catatumbo, el oriente de Arauca, el oriente antioqueño y algunos puntos del Chocó.

Terminan la visita y regresan a las dos semanas. Pasan, echan un vitazo, saludan y piden favores: que les traigan arroz del pueblo, o carne, granos y que de paso miren cuántos policías y militares hay en la zona. Se van y regresan al mes, cuando la confianza y la coquetería con las hijas es historia y cuando los adolescentes hombres ya han dado serias muestras de quererse enlistar. Miran qué muchachos son aptos físicamente para pelear. No sobra embarazar a una jovencita para convertirla en su compañía y volverla ranchera de algún campamento. Les hacen una invitación explícita para pelear y, finalmente, se los llevan.

Las FARC también trabaja en las universidades, en los barrios marginales y en las ciudades intermedias. Allí es donde encuentran a sus milicias, que le sirven para hacer inteligencia y mantener el control en las urbes. “En el caso de las Farc, el joven podría ingresar a las milicias populares o a las bolivarianas; la principal diferencia entre ambas reside en el grado de compromiso que asumen. Las milicias bolivarianas tienen una mayor formación política y militar, y por tiempos comparten la vida guerrillera, en tanto las milicias populares tienen un carácter más temporal”, aclara el Informe de Desarrollo Humano “Callejón con salida 2003”, que en uno de sus capítulos habla sobre el reclutamiento de los grupos ilegales en el sur del país.

“El reclutamiento forzoso no es tan común, porque si el muchacho va a las malas, seguro va a ser un mal guerrillero y al que castigan es al reclutador. La mayoría de los muchachos piden incorporarse por voluntad propia, porque quieren un fusil para sentir poder. Al comienzo, las Farc lo consienten a uno mucho, dejan que uno se levante tarde y se acueste tarde. Durante tres meses permanece en las escuelas de entrenamiento y después viene lo duro porque toca montar guardia. Y después, combatir”, dice una desmovilizada de las Farc que permaneció durante siete años en la insurgencia.

Aunque nadie sabe con precisión la cifra exacta de cuántos guerrilleros se reclutan en un mes o en un año, sí se sabe que estos son los lugares donde más guerreros se necesitan. Estas regiones, donde escasean los servicios públicos, la salud, la educación y el trabajo, son las más vulnerables. La debilidad de las instituciones del Estado o su presencia mínima (a pesar de ser eje de operaciones como el Plan Patriota que busca desmantelar las estructuras más importantes de las Farc) son el punto más débil para darle paso al reclutamiento de las Farc.

Las causas

Son varias las razones por las que un niño o adolescente se apropia de un fusil para estar con la guerrilla (porque es hijo de guerrilleros, por maltrato intrafamiliar, por necesidades económicas, etc.) Sin embargo, la particularidad de estas zonas donde muchas veces hay cultivos de coca, hacen que los campesinos sean más sensibles a la invitación subversiva.

“Aunque el estimativo es muy crudo, podría haber unos 200 mil jóvenes y niños vinculados a la siembra, procesamiento y mercadeo de narcóticos en regiones de cultivos ilícitos. El amparo que estos grupos le brindan a esta industria permite pasar fácilmente de raspachín a militante de la organización armada”, explica el Informe de Desarrollo Humano de 2003.

Edwin Valdés, alcalde de San Vicente del Caguán, en el Caquetá, población que hizo parte de la zona de distensión de las Farc en el gobierno de Andrés Pastrana, cuenta cómo en los alrededores del municipio, donde grupos guerrilleros como el bloque 14 tienen un significativo apoyo social, es fácil enlistar combatientes.

“Si a una familia pobre, sin opciones de trabajo y escondida en la montaña la guerrilla les ofrece pagarles para que les ‘presten’ a sus hijos y así llevarlos a la guerra, ellos no van a decir que no (...) También optan por seducir a las muchachas, que es el primer paso para tener de lado a toda la familia. Por lo general esto ocurre en veredas e inspecciones como San Juan de Lozada, El Rubí, La Tunia, Platanillo o El Pato”, dice Valdés.

Esta situación coincide con un informe de la Defensoría del Pueblo que en 2002 precisó las zonas de donde provenían los niños y niñas desvinculados de los grupos ilegales. A la cabeza estaban Meta, Putumayo, Tolima, Cauca, Norte de Santander y Nariño. “Los municipios cercados o aislados por el conflicto reportan mayores índices de reclutamiento, más específicamente se reporta en sesenta municipios y veredas ubicadas en su mayoría en la zona rural, pertenecientes a 20 departamentos del país”, dice el estudio.

Con la Defensoría del Pueblo coincide inteligencia militar: cerca del 90 por ciento de los reclutamientos tiene lugar en zonas rurales. Además, departamentos como Guainía, Cauca, Vaupés, Caquetá, Meta, Atlántico y algunas zonas del eje cafetero son las predilectas de los subversivos para incorporar a sus filas jóvenes y niños, ojalá entre 14 y 25 años.

En términos geográficos, hoy la tendencia al reclutamiento en estas zonas no ha cambiado mucho. María Cristina Hurtado, delegada para asuntos de Niñez en la Defensoría del Pueblo, reveló que en las próximas dos semanas Unicef y la Defensoría publicarán la actualización de este informe donde se habla de reclutamiento forzado en 2005. “Más del 55 por ciento fue reclutamiento de las Farc y el resto de las AUC”, asegura Hurtado.

Los riesgos

En todo el país hay una serie de circunstancias que aumentan la probabilidad para que un joven se vincule a un grupo armado ilegal. Según la Coalición contra la vinculación de niños, niñas y jóvenes al conflicto armado en Colombia, los adolescentes maltratados, abusados sexualmente, adictos al alcohol o a las drogas, son un sector apetecido por los reclutadores.

Dice la Coalición que los recién egresados del servicio militar también presentan un alto riesgo debido a que ya están listos para la guerra y no hay que perder tiempo en entrenarlos. “Suelen no tener empleo u oportunidades y a veces conservan odios hacia un bando”, señalan los estudios, aunque entre los que han prestado servicio militar la mayoría de reclutas son para las AUC.

Ni los grandes estudios del Gobierno, ni las investigaciones de las ONG, ni los testimonios de los ex guerrilleros, ni de los pobladores dan hoy una certeza sobre cuánto es la proporción de los reclutados frente a los desmovilizados, cifra que indicaría cómo están militarmente las Farc. El Gobierno, mientras tanto, seguirá con una agresiva campaña publicitaria que hoy se oye en la radio, se reparte en volantes y se ve en los afiches de los pueblos. Ese el otro pulso de la guerra.