| Foto: Archivo particular

ESPECIAL SEMANA 35 AÑOS

El rey de los emoticones

Scott Fahlman, el creador de la carita feliz más usada de todo el mundo, le contó a SEMANA cómo su idea impactó el lenguaje moderno.

15 de noviembre de 2017

Aunque el científico estadounidense Scott Fahlman hubiera preferido pasar a la historia por sus investigaciones en materia de inteligencia artificial, su nombre le dio la vuelta al mundo por un invento que no le tomó ni diez minutos. Creó los emoticones: los rostros hechos con caracteres del teclado que se propagaron rápidamente a través de internet y se convirtieron en parte intrínseca de la comunicación digital. Son los precursores de los emojis, los muñequitos que abundan hoy en redes sociales y que sirven para darle un poco de color al texto en línea. Esta es su historia.

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SEMANA: ¿Cómo surgió la idea de crear un rostro con simples caracteres de teclado?

Scott Fahlman (S.F.): En 1982 existía Arpanet, una plataforma donde los académicos enviábamos mensajes, no a un solo destinatario, sino a todos los que hacían parte de ella. Teníamos una red social que entonces no era más que un tablón de anuncios que todos podían leer: éramos nerds y usábamos mucho el sarcasmo, el cual a veces nos puso en aprietos. Por los problemas que esto nos causó, decidí inventar un símbolo para identificar qué era un chiste y qué no. Pensé que sería divertido hacer una cara, así que miré el teclado y luego de diez minutos encontré algo: si la gente giraba su cabeza era posible crear un rostro usando los dos puntos como ojos, un menos como nariz y un paréntesis como boca. Luego escribí una nota a todos diciendo: podemos usar este símbolo para marcar los chistes :-) y este otro :-( para indicar lo que es en serio. Y a los diez minutos de eso, todos en Carnegie Mellon lo estaban usando.

SEMANA: ¿Cómo se propagó tan rápido?

S.F.: Era el momento perfecto: porque ese mismo año Arpanet se convirtió en el Internet civil y todas las universidades pudieron unirse, así que el emoticón se propagó como un virus. Luego la red se amplió a Japón y Reino Unido y en un mes ya había nuevas caras, como la del guiño. Sin embargo, solo los ‘geeks’ tenían computadores; el resto de la gente, no. Solo hasta mediados de los noventa los emoticones comenzaron a hacer parte de la vida de la gente. Y, bueno, el resto es historia.

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SEMANA: En 1982, ¿qué le hacía falta al lenguaje?

S.F.: No creo que algo le hiciera falta al lenguaje como tal; era más bien al lenguaje escrito. Yo simplemente quería encontrar una manera fácil de decir “esto es un chiste”. Claro que cuando la gente vio una cara sonriente también pensó que podía significar felicidad. Y ahora los emoticones no siempre están relacionados con humor, como queríamos inicialmente. Lo que sí es un hecho es que yo quería crear algo que se explicara por sí mismo y creo que lo logré.

SEMANA: ¿Cree que los emoticones pueden ser considerados como un lenguaje en sí?

S.F.: No, ni siquiera los emojis, que son los muñequitos del Whatsapp. Con ellos es muy fácil decir “perro” o “gato”, u otras acciones como comer, correr, etcétera. Pero componer frases complejas como “vamos a comer el martes o el jueves”, eso es otro cuento. No se pueden expresar cosas complicadas, para eso existe nuestro lenguaje de años.

SEMANA: ¿Qué se siente haber creado algo que ahora todo el mundo usa?

S.F.: Es chistoso. No me tomó más de 10 minutos hacerlo pero, cuando muera, es por lo que más me van a recordar. No van a recordar que llevo años investigando sobre inteligencia artificial. En vez, en mi obituario hablarán de la cara sonriente y luego dirán “ah, y también hizo algo relacionado con la ciencia”.

SEMANA: Ahora que habla de su profesión, ¿algo cambió en la ciencia con la aparición de los emoticones?

S.F.: Muchas personas ha investigado sobre cómo estos se utilizan y cómo se interpretan en diferentes culturas: si son apropiados para documentos formales o no, o si deben usarse en el lugar de trabajo, por ejemplo. De hecho, son todo un fenómeno para los antropólogos que quieren saber cómo esta tribu loca -la humanidad- elige comunicarse. Pero no creo que los emoticones le aporten mucho a nuestra comprensión del lenguaje, solo son una expresión del lenguaje muy limitada que la gente disfruta porque es divertida.

SEMANA: ¿Ha recibido críticas de los defensores del lenguaje?

S.F.: Sí, y me parece un poco exagerado. El lenguaje no se va a acabar por los emoticones ni por los emojis. Son una moda que eventualmente pasará.

SEMANA: ¿Recibe alguna compensación económica cuando alguien usa un emoticón?

S.F.: Justamente, una de las razones por las que esto funcionó es porque no tiene costo. Si la gente tuviera que pagar un centavo cada vez que usa un emoticón, nadie lo usaría. Antes, solía decir que no recibo ni un centavo por esto, hasta que un chico me dio una moneda y ya no pude decirlo más. Ahora digo que no he hecho ni un millón de dólares.

SEMANA: ¿Cuál es la diferencia entre un emoji y un emoticón?

S.F.: El emoticón está hecho con caracteres de texto, mientras que el emoji es algo mucho más gráfico.

SEMANA: ¿Le gustan los emojis?

S.F.: No soy muy fan de ellos por varias razones. En primer lugar, porque para llegar a una secuencia de caracteres que ilustra algo -como los emoticones- requieres de mucha creatividad; para dibujar un mono o un destornillador, no mucha. También creo que el asunto es generacional. No soy joven, no crecí con ellos y los veo más feos que bonitos. Y finalmente, porque el emoticón tiene algo muy bonito: es universal. No hay colores de piel ni rasgos específicos. Es solo una sonrisa y ya.

SEMANA: ¿Falta algún emoticón o emoji, desde su punto de vista?

S.F.: No, más bien me quedé con las ganas de haber sido el que inventó el emoticón del guiño: el que tiene los ojos con punto y coma. Siempre me pregunto por qué no se me ocurrió.