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El hambre emocional conlleva a que las personas consuman alimentos impulsivamente perdiendo la noción de alimentación saludable. | Foto: Getty Images/iStockphoto

Vida Moderna

Hambre emocional: ¿qué es y cómo puede controlarla?

Las emociones como el estrés o soledad influyen negativamente en el organismo, por lo que conllevan a que algunas personas se alimenten impulsivamente.

25 de febrero de 2022

Emociones como el estrés, la soledad, ansiedad, tristeza, enfado, depresión o baja autoestima muchas veces llevan a una persona a comer de forma impulsiva. Este fenómeno se conoce como hambre emocional y puede acarrear consecuencias de salud para quienes la padecen.

De acuerdo con África Urbano, psicóloga de la Unidad de Obesidad del Hospital Universitario HM Montepríncipe, y citada por el portal de salud Cuídate Plus, el hambre emocional es una conducta que se instaura poco a poco.

“La persona va convirtiendo en una costumbre comer sin sentido, comer por comer. Generalmente va engordando. Se siente mal, se autodesprecia, se siente culpable, pero vuelve a comer, encuentra alguna razón que lo justifica: con el día que llevo me merezco un homenaje, después lo compenso corriendo media hora, etc. Intenta evitar la acción de comer, pero para conseguirlo, lo más adecuado es pedir ayuda”, señala.

De acuerdo con la experta, el primer paso para controlarlo es identificar y analizar la situación que está causando el hambre emocional, además de acudir a un experto. La experta recomienda que antes de acudir a la comida se coja un papel y lápiz para escribir las razones por las que “pensamos que tenemos hambre en ese momento” indica Grecia de Jesús, psicóloga de Blua de Sanitas.

Con este ejercicio las expertas señalan que se puede volver más consciente de los actos propios y de esta forma evitar la impulsividad del momento. De esta manera, las personas se pueden responsabilizar de la situación y tratarla de una forma responsable, teniendo en cuenta que la salud es primordial.

Grecia De Jesús señala varios tips y preguntas que ayudan a diferenciar el hambre emocional del hambre fisiológica al plantear los siguientes interrogantes:

  • ¿Por qué voy a comer? ¿Es por hambre, ansiedad o aburrimiento?
  • ¿He tenido algún disgusto y no quiero pensar en ello ahora? Si es así, ¿tengo otras herramientas para enfrentarme a ello?
  • ¿Me siento solo y no sé qué hacer?
  • ¿Qué he estado pensado y he sentido antes de tener ganas de comer?
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Estilo de vida saludable con dieta cetogénica, comer alimentos cetogénicos limpios, dieta de buena salud en un plato para el corazón con ejercicio corporal aeróbico, clase de entrenamiento en el gimnasio, báscula y calzado deportivo en el gimnasio | Foto: Getty Images/iStockphoto

* Cómo cambiar el hábito

Es debido mencionar que el primer paso a hacer es ponerse en manos de un profesional e iniciar terapia. “Es necesaria para que la persona comprenda que una necesidad emocional no se calma con comida. El sujeto tiene que conseguir descubrir los motivos profundos que le llevan a realizar una conducta que le hace sentirse tan mal y que tiene inadecuadas consecuencias sobre su salud física”, subraya Urbano.

Además añade una serie de consejos para cambiar la situación:

  • Beber agua antes de comer para reducir la ansiedad.
  • Comer tranquilo y sentado.
  • Identificar cuándo tenemos hambre, e intentar comer solo cuando el cuerpo lo identifique.
  • Comer despacio.
  • Utilizar todos los sentidos.
  • Tener en cuenta que no hace falta sentir que el estómago está completamente lleno para parar.
  • Masticar bien.
  • Optar por alimentos más saludables entre horas.
  • Hacer deporte.

Qué alimentos se deberían eliminar:

El portal Salud 180 reveló los diez alimentos que se deberían evitar en la dieta para perder peso: pan blanco; cereales azucarados; aceite vegetal; leche entera; papas; aderezos de ensaladas; consumir mucha fibra; embutidos; jugos de fruta de caja; queso cottage.

Por su parte, Mayo Clinic, reveló otros consejos para empezar a perder peso:

  1. Comer al menos cuatro porciones de vegetales y tres porciones de frutas diariamente.
  2. Reemplazar los granos refinados por cereales integrales.
  3. Comer cantidades moderadas de grasas saludables, como el aceite de oliva, aceites vegetales, aguacates, nueces, mantequillas de nueces y aceites de frutos secos.
  4. Reducir el consumo de azúcar tanto como sea posible, excepto el azúcar natural de la fruta.
  5. Elegir productos lácteos bajos en grasa, carne magra y carne de ave de corral magra en cantidades limitadas.