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La esposa del médico (Julianne Moore), la única persona que no ha perdido la vista, guía al grupo de ciegos que ha sido puesto en cuarentena

CINE.

Ceguera

La alegoría de Saramago se convierte, en manos del autor de ‘Ciudad de Dios’, en una desigual película sobre los horrores de la sociedad. **1/2 (Aceptable)

Ricardo Silva Romero
25 de octubre de 2008

Título original: Blindness.
Año de estreno: 2008.
Dirección: Fernando Meirelles.
Actores: Julianne Moore, Mark Ruffalo, Alice Braga, Danny Glover, Gael Garcia Bernal, Yusuke Iseya, Don McKellar.

Si se piensa con calma, si se revisan, de nuevo, las páginas de Ensayo sobre la ceguera, se llega a la conclusión de que filmar la novela de José Saramago era un trabajo para un cineasta que se sintiera cómodo con lo fantástico. Y que el problema de fondo es que se requiere demasiado, construir ciudades enteras, inventar mundos paralelos, diseñar idiomas nuevos (despojarlo todo como en Dogville o abigarrarlo todo como en Blade Runner), para que un relato alegórico no se convierta en un ridículo largometraje cinematográfico. Ceguera, la película que el realizador brasileño Fernando Meirelles ha hecho justo después de El jardinero fiel, hace lo que puede para lograr lo que logra el libro: explorar todo lo que sucedería, desde el individualismo más miserable hasta la solidaridad más inteligente, en caso de que el hombre se viera obligado a comenzar de ceros su vida en sociedad. Pero su enfoque realista –digno, por supuesto, del hombre que dirigió Ciudad de Dios– obliga al espectador a exigirle una verosimilitud que nunca llega.

Ocurre en las calles de una ciudad de estos días. La luz roja del semáforo cambia a verde. Pero el primero de los automóviles se queda quieto, bajo los pitidos estridentes de los demás, porque el conductor se ha quedado ciego. Pronto, unas horas después, es claro que se trata de una enfermedad contagiosa: una epidemia de ceguera. Y enjambres de personas, infectadas por el contacto con el chofer de la primera secuencia, se trasladan a una especie de campo de concentración en el que permanecerán aisladas hasta que algún investigador dé con la cura. Un médico oftalmólogo, que también ha perdido la vista, encabeza el grupo más visible. Su combativa esposa, que no lo desampara ni de noche ni de día, guarda un secreto desde el principio hasta el final de la historia: es la única persona que puede ver.

Sus actores cumplen: Julianne Moore, tal vez la más interesante de las actrices norteamericanas, logra convertirse en esa mujer genérica, que encarna el valor de todas las mujeres, para cargar el drama de Ceguera como la abnegada esposa del médico carga con el grupo de ciegos; Danny Glover reemplaza sin ningún problema a Morgan Freeman en el papel del negro sabio que de paso narra la producción apocalíptica; Mark Ruffalo, Alicia Braga y Gael García Bernal interpretan los estereotipos que se les encomiendan: el hombre niño, la joven perdida, el pequeño mezquino. Saben que hacen parte de una historia maravillosa. Pero no sospechan que su puesta en escena, llena de primeros planos brillantes, de encuadres de documento sobre la miseria humana, de pequeños chistes que pretenden aligerar la tragedia, convierta ciertos pasajes incuestionables del libro en momentos difíciles de creer. Y da a la película un tono de película intelectual de desastres (de La guerra de los mundos, pero filosófica) que no le conviene del todo.