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¿Qué tan difícil es hacer reír en tiempos de lo políticamente correcto?

El humor hiere cada vez más susceptibilidades y mucho más en tiempos de gran polarización, donde todo puede ser malinterpretado. ¿Cuál es el límite? Esa es una de las preguntas que Vladdo, Eduardo Arias y Karl Troller tratarán de responder durante su charla en el Festival Ideas al Barrio, el próximo domingo.

19 de septiembre de 2018

De un tiempo para acá pocos humoristas se atreven a decir en público palabras como ‘negro’, ‘marica’ o ‘indigente’, algo que años atrás era normal. El lenguaje de lo políticamente correcto dice, por ejemplo, que a los pobres ahora hay que llamarlos ‘población en condiciones de vulnerabilidad’. Un chiste de pastusos, enanos, cojos o ciegos constituye una ofensa mayor: podría atentar contra la dignidad de las minorías o de los discapacitados. Y de política ya casi no se puede hablar porque o se es castro-chavista o se es fascista. Es tal la presión que hasta en WhatsApp está de moda usar emoticones de piel trigueña o negra para sentirse incluyente.

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Estar abierto a la diferencia es, sin duda, un logro de la sociedad moderna, pero en ocasiones se llega a extremos que rayan en lo absurdo. Así lo creen varios humoristas del país, que ven en la corrección política una reflexión interesante y necesaria en ciertos ámbitos de la sociedad, como la política pública y el derecho, pero que no puede ser regla universal. La irreverencia es su naturaleza y el derecho a la incorrección política, su bandera.

De eso estarán hablando en revista SEMANA este domingo los periodistas Vladdo, Eduardo Arias y Karl Troller durante el Festival Ideas al Barrio, que se llevará a cabo entre el 22 y el 23 de septiembre en el barrio El Nogal, en Bogotá. A los tres les han ocurrido incidentes en los que sus caricaturas y chistes son sobredimensionados, incluso cuando lo políticamente correcto no estaba tan de moda.

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A mediados de los ochenta Arias y Troller publicaban una página en El Espectador y una vez hicieron una sátira de la publicidad ‘Dale amor a Medellín’ -que buscaba mostrar la cara amable de la ciudad en la época en que el narcoterrorismo estaba disparado- mostrando a un niño embelesado con un montón de armas. En otra ocasión, se burlaron de la intención de los costeños de independizarse cayendo en clichés que, hoy treinta años después, ambos ven como “estúpidos, flojos, e innecesarios”. Ambos chistes les salieron caros y les despublicaron las páginas del periódico.

Que actualmente la mayoría de humoristas ejerzan su profesión a través de las redes sociales no es casualidad. Ahora Twitter, Facebook y YouTube son el espacio donde mayoritariamente se mueve el humor, un terreno más libre pero peligroso a la vez.

Internet se convirtió en un espacio donde la gente quiere demostrar qué tan buena persona es al aprobar y desaprobar conductas mediante el ‘me gusta’, el retuit, los emoticones y el comentario. Pero así como promueve valores como la tolerancia y la libertad de expresión, ha agudizado los odios y banalizado cosas tan graves como amenazar a alguien de muerte.

Vladdo, por ejemplo, fue víctima de amenazas en 2014 cuando publicó esta caricatura sobre la situación de Venezuela. La imagen causó tal revuelo que el embajador venezolano de la época envió una carta a SEMANA reclamando por la publicación y el caricaturista se volvió tendencia en Twitter luego de que Nicolás Maduro dedicara varios minutos de dos alocuciones suyas al tema, lo que derivó en múltiples amenazas provenientes de partidarios del régimen venezolano.

Si bien el caricaturista no suele meterse con los temas que más hieren susceptibilidades -género, raza o religión- sí corre un riesgo muy grande cada vez que incluye a un político importante en sus dibujos. No obstante, considera él, allí no hay riesgo de ser políticamente incorrecto pues nunca especula o hace conjeturas. Todo lo que traza está basado en hechos reales. “Los caricaturistas tenemos derecho a exagerar, no a inventar”. De ahí que se dé el lujo de publicar caricaturas como esta, en la que hace fuertes acusaciones sobre los expresidentes Pastrana y Uribe:

¿Hay algo así como temas vedados en el humor? ¿Hay términos prohibidos? Las minorías, por ejemplo, tienen una posición clara sobre el tema. Marcela Sánchez, directora de Colombia Diversa, cree que el humor peca cuando difunde ideas falsas, en su caso, de la comunidad LGBTI. Cuando reproduce generalizaciones peligrosas como que esta población es bullosa, poco inteligente, débil y promiscua. O cuando utiliza hombres disfrazados de mujer para representar hombres gais. “Eso causa confusión entre el ser gay y el ser hombre o mujer”, señala.

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La escritora y feminista Carolina Sanín cree que en Colombia no hay humor: “Hay un ‘bromismo’ chabacano, que se confunde con la frivolidad y el sadismo. Es muy elemental, poco original y poco creativo y, por lo que he visto, se limita al remedo, a la ofensa por la ofensa”.

La tolerancia que hace años promovía el humor por simplemente ser humor está desapareciendo. El escritor Antonio Caballero, que ha dedicado caricaturas al tema, lo resume en dos frases: “El problema no es del que habla, sino del que oye. Así los humoristas se resistan a la corrección política, si las personas se someten a ella tendremos un mundo aburridísimo donde habrá chistes pero no gente que se ría”.

Charla: ‘Humor en tiempos difíciles’

Día: domingo 23 de septiembre

Hora: 5:00 p.m.

Lugar: Revista Semana (carrera 11 no. 77 a - 65)

Entrada libre hasta completar aforo

Puede ver la agenda completa del festival aquí

* El festival Ideas al barrio se llevará a cabo entre el 22 y el 23 de septiembre en el Colegio Gimnasio Moderno, la sede Chapinero de la Cámara de Comercio de Bogotá y el edificio de Publicaciones SEMANA. A través de charlas, debates, entrevistas y experiencias, diferentes miembros de la academia, la cultura y el entretenimiento estarán abordando temas de actualidad. La entrada es gratuita.