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| Foto: A.F.P.

CINE

El joven Karl Marx, Raoul Peck

La génesis de un pensamiento de gran influencia en el mundo que merece ser visto, puesto que quien haya leído algo de él o no, necesita conocer este intento de reflejar fílmicamente algo de su ideario político en el momento de su gestación.

Gustavo Valencia
12 de abril de 2018

La primera secuencia se sitúa en un bosque de Renania, Alemania, hacia la mitad del siglo XIX, cuando por el desarrollo y construcción de las vías ferroviarias la madera alcanza un gran precio en el mercado. En dicho lugar gente pobre recoge las ramas caídas. Llegan tropas de vigilancia privada que los atacan de manera inmisericorde. Se ven diversas imágenes de brutalidad y violencia contra menesterosos e indefensos  individuos que son masacrados brutalmente, escenas fílmicamente muy bien realizadas, lo que hace que sean más impactantes porque en cine lo dramático es visual.

Mientras sucede todo esto, se oye una voz que lee un artículo publicado en algún diario. Cuestiona jurídicamente la legalidad de dicho atropello, haciendo uso de una brillante dialéctica y en defensa de los que nunca han tenido ni voz ni voto, ni mucho menos quién hable de sus intereses como clase social oprimida y explotada. Luego se cierra el periódico y detienen al joven articulista y protagonista del film, y de muchos cambios en el mundo entero.

Con esta primera brillante y cruda introducción, queda plasmado lo que se verá y expondrá fílmicamente tras el intento de mostrar en imágenes las condiciones laborales y socioculturales de las clases trabajadoras de la Europa de aquel entonces, como de quienes ya se atrevían a levantar su voz de protesta en contra de aquella explotación desmedida y sin control, en especial la niñez obligada a trabajar y sin ninguna protección estatal ni mucho menos privada.

La puesta en escena y el buen sentido fílmico del director, permiten que se entregue un gran trabajo cinematográfico que recrea aquellas épocas y las precarias condiciones de vida de una inmensa clase trabajadora, lo que explica fácilmente los conflictos que se originaron, los que lideraron aquellas luchas y el pensamiento político que se generó. En medio de todo ello crece un joven pensador que desarrolla una gran obra crítica que lo hace mundialmente acogido y a la vez perseguido.

Luego de esta particular e impactante introducción, comienza la recreación biográfica de un lustro en la vida y conformación ideopolítica del joven Marx. El director de origen haitiano y con cierta experiencia en el mundo de las imágenes en movimiento, rueda en esta ocasión en Alemania, es decir, tiene de fondo la poderosa industria de cine germana que le permite reconstrucción de grandes exteriores al igual que de espacios más cerrados, por ejemplo, la fábrica en Manchester del padre de su amigo Friedrich Engels; los muchos extras, vestuario y demás elementos para la puesta en escena de diversos acontecimientos; amén de toda una experiencia en trabajo de luz y contraluz, movimiento de cámara y variedad de planos, en lo que ya es proverbial la capacidad visual del cine alemán.

Todo lo anterior le permite a Raoul Peck tener las mejores condiciones cinematográficas para poder desarrollar a fondo el guion, escrito conjuntamente con el también director francés Pascal Bonitzer, quien con una amplia trayectoria como guionista, cerca de 50 películas, también es conocido por uno de sus libros Práctica del guion cinematográfico. Es el intento de describir el proceso de formación y las influencias recibidas en este joven, quien ya se destaca por ser un talentoso pensador y crítico profundo del medio social en el que vive.

Por ser el personaje histórico que es, su magnitud y trascendencia mundial, tan aprobado como reprobado, resulta muy buena la idea de exponer solo los comienzos y génesis de su ideario político y filosófico, pues como cualquier otro gran pensador tuvo un inicio. No nació ya viejo y con su libro El Capital debajo del brazo. Un guion que mezcla lo histórico, o sea, los personajes que existieron y con los que se conoció como Bakunin, Proudhon y el pintor Gustav Courbet, y por otra parte lo ficticio, la imaginación creativa que reconstruye la vida cotidiana, el círculo de amigos, sus conversaciones con Engels, etc.

Se logra con el guion y con lo filmado que la película no resulte un ladrillo, algo pesado y lleno de puntos de vista filosóficos y políticos del momento, y tampoco algo banal y superficial como sucede con muchos films de carácter biográfico, reducidos a los vestuarios de la época y a uno que otro suceso histórico. El intento podrá ser discutible, mas tiene el mérito de llevar a la pantalla grande lo que muchos no hacen, lo que poco se ha intentado con este hombre de ideas y crítico profundo de un sistema social que lo persigue y lo odia con la misma intensidad con que él lo estudió y criticó. Bueno recordarlo este año, preciso cuando se celebra el bicentenario de su nacimiento.

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