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‘Interior’, película de Camila Rodríguez, hace parte de la programación de Fórum.

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El cine latino tiene su propio Netflix y es gratis

Miembros de la industria del cine en Colombia luchan para que sus películas no sean ignoradas y tengan público. A pesar del difícil reto, ya hay proyectos en marcha.

8 de septiembre de 2018

Hay una cama con un colchón viejo, un ventilador vertical a veces encendido y un transistor que cuelga de una reja. La habitación es tan pequeña que a duras penas caben dos personas entre sus paredes algo descascaradas, blancas y azules. Por este claustrofóbico espacio de luz tenue pasan y pasan personas que muestran algunos rasgos de sus vidas. Así transcurre Interior, una película rodada por solo tres personas: el sonidista, el director de fotografía y la realizadora, Camila Rodríguez.

Para hacerla no necesitó millones y su temática tampoco los traerá. Aquí también aplica aquello de que “no todo en la vida es dinero”, pero, eso sí, el que escribe quiere que lo lean y el que hace cine espera que lo vean. Y en Colombia no es fácil, pues solo algunas películas llegan a salas y las que lo logran generalmente salen muy pronto de cartelera.

Las que se mantienen, las más comerciales programadas y taquilleras, generalmente vienen de Hollywood y tienen una narración sencilla de entender. Pero el cine colombiano casi siempre es más de autor, en el que la historia, con otras características, puede tener de protagonista al escenario como ocurre con la habitación de Interior. Ese tipo de cine invita a la contemplación e implica un esfuerzo adicional del espectador, que debe desentrañar las profundidades de la narración.

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Para enfrentar el problema de su escasa difusión, Felipe Guerrero, el director de Oscuro animal (2016), decidió, en 2014 desarrollar el programa Forum, una curaduría que exhibe películas que rompen parámetros y que busca una distribución alternativa para el cine colombiano que no se ve. “Estas películas no le gustan al público mayoritario porque tal vez en el país aún falta alfabetización audiovisual”, dice el promotor de la iniciativa, realizada a través de Mutokino, su productora y distribuidora.

Por esta razón, en septiembre estrenan, además de Interior, películas como Nacimiento, Mariana, La Bouche, La torre y un par de contenidos adicionales: Chircales, un clásico documental del cine colombiano restaurado, y Besos fríos, un cortometraje. Y, así, Fórum programa en salas como la Cinemateca Distrital, Cine Tonalá y Cinema Paraíso, en Bogotá; el Museo la Tertulia, en Cali, y el Museo de Arte Moderno, en Medellín.

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Cabe recordar que la cadena de la industria del cine comienza con el productor, el dueño de los derechos patrimoniales, que financia y consigue presupuestos, el que cuida que en el rodaje todo vaya bien. Luego, cuando la película está lista, entra el distribuidor, que hace un contrato por los derechos y también se encarga de difundirlo en medios y conseguir los teatros. Finalmente, entra el exhibidor, el que la muestra y las programa en salas. Pero esta cadena no es benévola con el cine no comercial.

La iniciativa de Guerrero no es la única. En 2016 surgió otra llamada Retina Latina, una plataforma digital apoyada por institutos cinematográficos de México, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Uruguay. “Si todo lo acapara y concentra Hollywood, había que pensar en una política pública conjunta que hiciera circular nuestro cine”, dice Yenny Chaverra, la coordinadora de esta propuesta.

Retina Latina es una exitosa plataforma de difusión  del cine latinoamericano. 

Poco a poco fueron sumando a este servicio de streaming, gratuito para el público, películas que deben representar la producción de cada país, que tengan diversidad y sean patrimoniales o históricas. Allí caben ficciones y documentales.

Para que una producción esté en Retina Latina debe haber pasado ya por su circuito de explotación comercial, es decir, que agotó su exhibición, pasó por festivales (en los que gana dinero si recibe algún premio) y cerró su presentación en salas alternas, en video y en los circuitos de universidades y museos, como ocurre con Señorita María, que algunas universidades consideran materia de estudio.

Esta plataforma tiene actualmente 180 películas que entran y salen de su programación, dependiendo de la autorización del productor que las cede por un tiempo. O, como ocurre con el catálogo de Colombia, paga algunas licencias o hace alianzas para que los productores las entreguen gratuitamente. El pasado agosto tuvo su mes más exitoso, al obtener unas 10.000 reproducciones gracias a la alianza con DOC:CO, una agencia de promoción y distribución de cine colombiano y latinoamericano. El público vio filmes como Gente de bien, Todo comenzó por el fin, Pizarro, Eso que llaman amor, The Invisibles (un corto animado), Pariente, Paciente y Las bromelias (un corto de ficción).

         DOC CO lleva algunas películas a espacios abiertos con dinámicas originales. 

Y, justamente, DOC:CO nació también por la frustración de productores y directores, que percibían que sus películas eran bien ponderadas, pero no tenían público, como Pariente, seleccionada por Colombia al Óscar y que no sumó más de 6.000 espectadores.

Consuelo Castillo, su directora, recuerda que sintieron que había que apoyar la distribución, el eslabón más frágil. Y pensaron en hacer cosas como el efecto pedal, un evento al aire libre en el que cinco ciclistas pedalean sin parar para mover el proyector. O trabajar con salas para apoyar su programación independiente, traer películas latinoamericanas que nadie más importa y hacer alianzas como la que tienen con Retina Latina. No menos importantes son los estrenos boutique: exhibición de películas que por sus temáticas van a nichos específicos. “Nuestra idea –dice Castillo– es no dejar al productor solo, vamos a acompañarlo, a construir campaña. Hay que entender al público en Colombia y tener conciencia de que varias películas no serán masivas”.

 Felipe Aljure durante el rodaje de ‘Tres escapularios’, película que tardó tres años en estrenar. 

Brutal, una sociedad de Laboratorios Black Velvet y Cine Tonalá Bogotá, toma filmes nacionales e internacionales que tienen dificultad de distribución para programarlos tanto en salas alternativas como en algunas comerciales. Así Felipe Aljure pudo estrenar Tres escapularios, película que los distribuidores ignoraron durante tres años. Y se avecina el estreno, el 25 de octubre, de Cómo te llamas, dirigida por Ruth Caudeli y producida por Ana Piñeres, que por su contenido LGBTI tuvo el camino cerrado.

Si en la capital la situación es difícil, ni hablar de las regiones. En Cali, por ejemplo, surgió Distrito Pacífico, un colectivo que hace emprendimiento distribuyendo cine. En 2015, como productores, habían ganado un India Catalina con el documental Matachindé.

             El cine comunitario y del Pacífico es la apuesta de Distrito Pacífico.   

Tienen su foco, ni más ni menos, en lo comunitario, un circuito pequeño que debe autogestionarse y pensar en varios modelos de ejecución. Víctor Palacio, el líder de esta propuesta, celebra que la industria del cine en Colombia esté creciendo, pero que, paradójicamente, cree un cuello de botella. “Cada vez hay menos salas para el cine nacional, hasta para Dago García es difícil”, dice Palacio. Ellos distribuyen desde películas de humor como La caleta, que hace su debut el 18 de octubre, hasta Desobediencia o cómo entrenar gallos de pelea, sobre un grupo ‘punketo’ de Pasto que desarrolla el subgénero del ‘metraje encontrado’.

Todas estas iniciativas empiezan a tomar vuelo porque siempre hay que buscar otros caminos. Sin embargo, como dice Jaime E. Manrique, director de Laboratorios Black Velvet, hay que tener en cuenta que no es la mejor alternativa que, de la noche a la mañana, los productores se conviertan en distribuidores. Y él hace énfasis en otro punto: “Las salas alternativas no son una realidad, sino una esperanza. Y sus procesos de divulgación y conexión con el público aún son débiles”.

En medio de todo, este importante esfuerzo para que los colombianos vean las películas de los realizadores nacionales podría plantar los cimientos de una cultura cinematográfica nacional, que deje atrás el éxito más fácil de las producciones comerciales. Para que la memoria visual del país permanezca en el tiempo.

Trailer Fórum

Trailer DESOBEDIENCIA o cómo Entrenar Gallos de Pelea