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Adiós, Atenas

Una vez más Colombia pasó con poca gloria por el máximo evento deportivo del mundo, que cada cuatro años es el espejo implacable de la verdadera realidad del deporte colombiano.

29 de agosto de 2004

Colombia se va de los Juegos Olímpicos de Atenas con una sensación agridulce. Por un lado, la alegría moderada que provocaron las dos medallas de bronce que obtuvieron la pesista Mabel Mosquera y la ciclista María Lucía Calle, y el 'cuasibronce' en taekwondo de Gladys Mora, quien no alcanzó la medalla por una amonestación técnica. Por el otro, la frustrante sensación de inferioridad que provoca no sólo estar a años luz de las grandes potencias sino incluso en un lugar modesto entre los países de Latinoamérica y por debajo de pequeños países como por ejemplo Georgia, Eslovenia o Eslovaquia. Y ni hablar de pequeñas naciones del continente como República Dominicana, Jamaica y Bahamas, que ya están metidas en el medallero de oro.

Cada cuatro años, cuando terminan los juegos, se habla de un plan de preparación, de programas especiales para los deportistas de élite. Sin embargo, mientras Colombia no asuma una actitud planificada para promover el deporte en todos los niveles -desde el recreativo hasta el de alta competencia- y las federaciones no cuenten con presupuestos y programas adecuados, serán los esfuerzos aislados de un puñado de federaciones e individuos los que le permitan a Colombia el consuelo de un par de medallas cada cuatro años.



Vea tabla final de medallería