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el Índice de Seguimiento Económico reportó una caída de 20,4 por ciento en la actividad productiva. | Foto: Guillermo torres reina

DESEMPLEO

Un semestre para el olvido: ¿Qué esperar en la segunda parte del año?

La economía terminó el peor semestre de la historia y va rumbo a una recesión. Habrá que acelerar la reapertura segura de otros sectores para que haya recuperación y la pandemia no cause daños irreversibles.

5 de julio de 2020

El periodo que cerró el 30 de junio será recordado como el peor en la historia de la economía colombiana, y algunos números dan cuenta de esa dimensión. El desempleo llegó a una cifra récord de 21,4 por ciento en el ámbito nacional; 24,5 por ciento en las 13 ciudades principales. En mayo el país perdió cerca de 5 millones de puestos de trabajo, una cuarta parte de la fuerza laboral, según el Dane. Con esto, la población desocupada pasó de 2,6 a 4,6 millones de personas y los inactivos (17,8 millones) ya superaron a quienes tienen trabajo. Y en abril, el Índice de Seguimiento Económico reportó una caída de 20,4 por ciento en la actividad productiva.

Estas cifras muestran parte de la radiografía de las consecuencias del duro confinamiento, que provocó el choque macroeconómico más grande, rápido y generalizado en la historia de Colombia.

Pero no solo esos datos confirman la magnitud de la crisis. Hasta mayo, la Superintendencia de Sociedades recibió más de 300 solicitudes de insolvencia y gran parte de esas compañías buscan reorganizarse para salir adelante, aunque decenas optaron por cerrar definitivamente.

La crisis los ha tocado a todos. Quedaron atrapados por la pandemia desde los reconocidos restaurantes de los hermanos Rausch y Harry Sasson hasta Bioenergy, la filial de Ecopetrol, la cadena de café Tostao y los cines Procinal, así como miles de pequeños negocios. Detrás de estos nombres están millones de colombianos que han perdido sus trabajos.

De hecho, contener este sacrificio ha planteado un debate que tiene en vilo al país: cómo seguir abriendo la economía con seguridad. “Recuperar el empleo no es fácil, y por eso es importante que la duración de esta crisis no sea muy amplia”, dice Mauricio Santamaría, presidente de Anif. Recuerda que desde finales de los noventa la nación no enfrentaba niveles similares de desempleo. En esa época tardó casi 15 años en volver a un dígito en esa tasa.

El país solo conocerá los datos oficiales en agosto, pero las previsiones del primer semestre son devastadoras. El Gobierno, en el Marco Fiscal de Mediano Plazo (MFMP), estima que la caída del PIB en el segundo trimestre habría alcanzado 17,2 por ciento. No se pueden esperar mejores resultados si el comercio cae más de 40 por ciento, la industria pierde 35,8 por ciento, la confianza de los consumidores llega en su nivel más bajo y los hogares han perdido de manera desbordada sus ingresos.

Todo esto llevará a que Colombia registre su primera recesión en 21 años. El Gobierno espera una contracción económica del -5,5 por ciento en 2020 ante el desplome del consumo de los hogares y la caída del -17,7 en la inversión.

La naturaleza del choque afectará tanto la demanda agregada como la producción. Los sectores más afectados serán: comercio (-11,2 por ciento), construcción (-16,1 por ciento), y arte, entretenimiento y recreación (-28,2 por ciento). Tal vez solo crecerá el gasto del Gobierno en el agro. Sin duda, un cambio drástico frente a comienzos de año, cuando había perspectivas de crecimiento del 3,7 por ciento luego de crecer 3,3 por ciento en 2019.

¿Y el próximo semestre?

En un segundo trimestre nefasto, abril fue el mes más crítico. Pero desde mayo ha habido una modesta recuperación de la actividad económica. Así lo demuestran varios indicadores, incluidos los del mercado laboral. Entre abril y mayo, el número de ocupados aumentó en cerca de 800.000 personas. Este repunte coincidió con el levantamiento de las medidas de confinamiento y la reapertura de sectores claves como la manufactura y la construcción.

De seguir esta tendencia, la actividad económica recuperará los niveles anteriores a la crisis hacia el tercer trimestre o finales del año, de acuerdo con algunos indicadores.

Para el mismo Marco Fiscal, el tiempo requerido para volver al grado de producción de 2019 depende del sector, pero en los casos más dramáticos podrían tardar hasta 14 meses. Se recuperarían más pronto ramos como el comercio, algunas actividades industriales y el de almacenamiento, que podrían liderar la reactivación del segundo semestre de 2020. Pero en transporte aéreo, alojamientos y servicios de comida, el trimestre que acaba de terminar quedará como el peor de la historia, con niveles récords de desempleo.

Es claro que la recuperación irá de la mano de una mejora en la confianza de los colombianos y de que más empresas reinicien sus tareas al ciento por ciento. El Gobierno nacional confía en que la segunda parte del año podrá mitigar el choque doble del coronavirus y el desplome de los precios del petróleo.

La población desempleada pasó de 2,6 a 4,6 millones de personas y los inactivos ya superan a los ocupados. La tasa de desempleo urbana alcanzó el 24,5 por ciento.

Por eso, para el tercer trimestre prevé una recuperación gradual de la actividad económica. Aunque seguiría en terreno negativo, tendría un fuerte repunte frente a la caída del 17,2 esperada para el segundo trimestre. Y para el cierre de año, el PIB aumentaría 0,4 por ciento, aunque en el año completo caería 5,5.

Con esto, la economía retomaría el rumbo para crecer el 6,6 por ciento en 2021, según las cuentas del Gobierno. Esto significa que esperan una recuperación rápida y sustancial a partir del año entrante.

No obstante, estas cifras se concretarían siempre que continúen encendidos los motores de la economía. Por ejemplo, que en el segundo semestre reinicien los vuelos nacionales e internacionales y los restaurantes vuelvan a servir a manteles.

Sin embargo, es más fácil decirlo que aplicarlo, y hay quienes consideran demasiado optimistas estas proyecciones. Para empezar, en la segunda mitad del año que inició esta semana, Colombia debería llegar al pico de contagios de covid-19, con lo cual deberá tener un respaldo de camas y respiradores. La idea es convivir con el virus y retomar la normalidad hasta donde sea posible.

Por eso, las proyecciones aún están llenas de incertidumbre. Si hay un rebrote y se alarga el confinamiento, la caída sería más profunda y la recuperación, más lenta. De hecho, afectaría la confianza de los consumidores, empresarios e inversionistas y tendría efectos nefastos en la solvencia del sistema financiero y del empleo.

Por su parte, los analistas económicos prevén una caída entre el 4 y el 12 por ciento, con un punto medio de 7 por ciento este año. Y para 2021, una recuperación no tan fuerte como la que sugiere el Gobierno.

Además, persisten riesgos en el ámbito internacional. En este campo genera alarma una recuperación más lenta de lo previsto, asociada a nuevos periodos de aislamiento por rebrotes, o el escalamiento de las tensiones comerciales entre China y Estados Unidos de cara a las elecciones presidenciales. Todo ello podría impactar el precio del petróleo, que el Gobierno espera se ubique 50 dólares por barril en 2021, un repunte frente al esperado este año: 36,8 dólares por barril.

Sin duda, la pandemia y la caída de los precios de los commodities traerán una desaceleración importante de la economía. Y podría implicar un choque estructural en la capacidad de producción de mediano plazo, lo que se conoce como el PIB potencial.

El Gobierno cree que el crecimiento potencial de la economía llegaría a 1,1 por ciento en 2020 y se estabilizaría alrededor del 3,2 por ciento a partir de 2022, niveles inferiores al 4 o los estimados antes. Estos resultan insuficientes para retornar a un desempleo bajo a corto plazo. Por eso, el país debe tomar decisiones para evitar que persista este choque, así como pensar en las reformas necesarias para ajustar las finanzas y buscar nuevas fuentes de crecimiento.

En estas tareas será determinante no solo la articulación entre el Gobierno central y los territorios, sino también las medidas de autocuidado que tomen los ciudadanos. De todos depende que el totazo económico pegue menos fuerte.