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La guerra del ‘streaming’

Las nuevas plataformas digitales están cambiando el negocio audiovisual. ¿Cómo puede competir la televisión abierta frente al desafío de las grandes compañías de tecnología?

7 de abril de 2018

El negocio de la televisión ya no es lo que era. Primero, llegó Netflix, que comenzó a operar en 2007: la compañía sembró el terror entre los canales de televisión tradicional al masificar el servicio de video en streaming, es decir, por medio de internet en lugar de las ondas electromagnéticas. Un servicio que el usuario puede ver cuando quiera, en cualquier dispositivo y con un menú a la carta.

Después se sumó la poderosa Amazon, la empresa de comercio electrónico y de computación en la nube, y acaban de llegar Google, Facebook y Apple. Las compañías tecnológicas más poderosas del mundo quieren adueñarse del negocio del entretenimiento audiovisual. Y para no perder participación, canales como HBO y Fox también entraron en estos formatos para que sus clientes vean sus producciones a toda hora y en todo lugar.

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Los servicios tipo Netflix se conocen en la industria como OTT (over–the–top) porque están al final de la cadena del negocio. No tienen antenas ni redes propias porque utilizan internet. No pagan por licencias de espectro electromagnético como los canales privados, y ni siquiera impuestos en la mayoría de países, porque no necesitan una sede en los lugares donde llegan sus servicios.

La televisión conocida hasta ahora tiene sus años contados, debido a la emergencia de nuevos modos de consumir contenidos audiovisuales, especialmente desde la generación millennial. Cada vez menos gente se sienta frente a un televisor a la hora de su programa favorito y más gente sigue series y películas en su teléfono móvil. Los nuevos televidentes prefieren ver sus series favoritas mientras se transportan o esperan en una fila.

Apple ha dado pasos especialmente resonantes recientemente, puesto que la empresa más valiosa del mundo dispone de 285.000 millones de dólares en caja para invertir sin problema en cualquier negocio. La companía de Cupertino construye un edificio de 12.000 metros cuadrados en inmediaciones de Hollywood; el año pasado reclutó a Zack van Amburg y Jamie Erlicht, dos cerebros de Sony Pictures Television, les dio 1.000 millones de dólares para trabajar en las primeras producciones de lo que será Apple Video, y contrataron a estrellas como Steven Spielberg, Reese Witherspoon, Jennifer Aniston y Gwyneth Paltrow, entre otras.

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Facebook, entre tanto, reclutó a Mina Lefevre, ejecutiva de MTV, para poner en marcha su servicio de video en streaming y anunció que invertirá entre 2 y 3 millones dólares en cada una de las producciones originales que ha planeado. Y YouTube, propiedad de la poderosa Google, ya estrenó sus primeras producciones profesionales, que compartirán plataforma con los millones de videos caseros que la gente sube diariamente.

Las tecnológicas se animaron a entrar en este negocio en vista de los resultados de Netflix, que terminó 2017 con 117,6 millones de abonados en 190 países y reportó ingresos por 11.693 millones de dólares. Aunque todavía las cuentas no cuadran, dados los enormes costos operativos, es claro que el streaming tiene gran futuro. Tanto es así que Netflix invirtió 8.000 millones dólares en las producciones originales que realizará durante 2018.

Los canales tradicionales, tanto de televisión abierta como de cable, ya reaccionaron y los más importantes se están transformando al mundo digital. HBO, FOX, ESPN y otros ya ofrecen servicios en streaming por medio de apps propias, y el año pasado Disney retiró su contenido de Netflix para ponerlo en exclusiva en su nuevo servicio OTT que ofrecerá a partir del año próximo.

En realidad, los canales de televisión no desaparecerán, pero tendrán que transformarse para llegar a múltiples pantallas. Para Katiuska Véliz, gerente de televisión y video de Movistar Colombia, en el futuro convivirán diferentes modelos de negocio; “el futuro es integrar en una sola plataforma lo mejor de los dos mundos”, dice. Las empresas de telecomunicaciones, como Movistar, lo hacen empaquetando servicios convergentes de internet, televisión por cable, streaming y telefonía.

La situación en Colombia

Netflix penetra en el país vertiginosamente: no hay cifras oficiales, pero estudios de mercado independientes estiman que en Colombia tiene al menos 1,1 millones de suscriptores. No obstante, todavía una gran parte de la población sigue los modos de consumo tradicionales, y la mayoría de los expertos consultados coinciden en que la televisión abierta y los cableoperadores prevalecerán por varios años. De hecho, en 2017 entró a operar un nuevo canal privado de televisión abierta, algo poco usual por estos días en el resto del mundo. Los propietarios del Canal 1 creen que al negocio de la televisión le quedan al menos 10 años de vida próspera y, por eso, invirtieron 35 millones de dólares en el proyecto.

Muchos colombianos están todavía lejos del alcance de Netflix y de los nuevos modos de consumo. Los territorios rurales y los municipios pequeños, donde la conectividad y la penetración de las nuevas tecnologías es incipiente, constituyen un mercado enorme para los cableoperadores.

Galé Mallol, presidenta de la Asociación de Operadores de Tecnologías de Información y Comunicaciones de Colombia (Asotic), estima que hay espacio al menos para 6 o 7 operadores más de televisión por suscripción, y eso que Colombia es el país con mayor número de cableoperadores de la zona, 63 y contando. Asotic agremia a los operadores enfocados en la base de la pirámide, es decir, los medianos y pequeños que llevan la televisión a las regiones. Aquí el potencial es significativo. “Todavía está por conquistar el 60 por ciento de la población de estratos 1 al 3, a los que no ha llegado la televisión por suscripción”, indica Mallol. La baja bancarización de los colombianos y la brecha digital hacen pensar que la fiebre del streaming tardará bastante en cubrir a la totalidad de la gente, ya que para acceder a Netflix se requiere tarjeta de crédito y banda ancha.

Pero es verdad también que los canales de televisión abierta en el país se percataron tarde de los cambios mundiales en las tendencias de consumo. Los OTT internacionales con mayor presencia en el país están muy avanzados; ClaroVideo y Movistar Play llevan tres años de operaciones y Netflix, cinco.

Mientras tanto, Caracol y RCN apenas hacen tímidos ensayos de retransmitir por internet lo mismo que pasan por la señal abierta, y en el caso de Caracol Play, con delicadas dificultades tecnológicas. Frente a los catálogos con miles de películas y series de Netflix, ClaroVideo y Movistar, la oferta de los privados en internet es poco competitiva. “Los privados han tenido un problema histórico: el duopolio les permitió operar casi sin competencia, entraron en una zona de confort por una década y se perdieron lo que estaba pasando en el mercado global”, dice Gabriel Levy, experto consultor en estos temas.

Sin embargo la televisión abierta tiene una fortaleza que, desde luego, aprovecha muy bien: los contenidos locales. Los televidentes tienen una clara preferencia por las telenovelas, los noticieros y los realities, ingredientes que no entran en Netflix y les confieren ventaja competitiva. Los OTT incluso buscan fortalecer su oferta de contenido local, porque no solo de House of Cards vive el televidente.

Movistar acaba de invertir 70 millones de euros para producir 12 series para el público hispanohablante; Clarovideo ha tenido enorme éxito con La hermandad, protagonizada por el colombiano Manolo Cardona; y Netflix, tras el sonado éxito de Narcos, puso en marcha numerosas producciones originales, incluyendo una a cargo del nominado al Óscar Ciro Guerra. Levy cree que los canales de televisión debían aliarse con los OTT en lugar de combatirlos. “Lo más práctico sería producirles contenidos y asociarse con ellos”, afirma.

Andrés Carlesimo, de Claro Colombia, piensa que “la televisión abierta seguirá vigente y los canales privados son los más relevantes para los televidentes colombianos”. El monitoreo que Claro hace de sus suscriptores indica que el televisor sigue siendo la pantalla principal de las audiencias en el país. Pero ¿hasta cuándo?