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EDUCACIÓN

Cinco claves del éxito asiático en Pisa

En casi 30 años, el sistema de educación chino se reinventó con una serie de reformas. En el proceso de transformación, Shanghái ha sido la ciudad con más éxito. Conozca cómo lo hizo.

17 de noviembre de 2016

Durante la Revolución Cultural (1966-1970), el sistema educativo chino quedó desarticulado. El Partido Comunista veía con sospecha todo lo que consideraba burgués, por lo que persiguió a la pintura, la música y la literatura. Y entre pianistas y poetas cayeron otros intelectuales. Muchos maestros de colegio y profesores universitarios fueron obligados a marchar a los campos y a las fábricas para reeducarse, según lo sostiene el historiador inglés Eric Hobsbawm en su libro sobre la historia del siglo XX.

Pero cuando murió Mao, el sistema educativo se transformó. Pasó de una centralización dirigida por el Partido Comunista, en la que el currículo estaba basado en la lucha de clases, a la descentralización, que incluso les permitió a los particulares financiar los proyectos educativos. Además, se permitió la diversidad en la elaboración de libros de texto, que se entregaban de manera gratuita. El cambio fue abismal. En 2006, el sistema educativo casi que se universalizó, la primaria alcanzó una tasa de cobertura del 99,4 % y la secundaria, de 99 %, según el gobierno chino.

¿Cómo se transformó el sistema educativo?

1. Los profesores fueron el pilar del cambio. Se creó un programa en 1980 para capacitarlos, y al mismo tiempo, se hizo un esfuerzo por atraer a los mejores estudiantes a las licenciaturas, con admisiones prioritarias en las universidades. En las grandes ciudades, como Beijing y Shanghái, los sueldos aumentaron, y además, los maestros empezaron a gozar de bonificaciones que pueden llegar al 30 % del salario, según lo sostiene BBC Mundo.
Incluso, después de algunos años, la docencia ha llegado a ser una de las ocupaciones más atractivas.
Pero más allá de los salarios, fue fundamental el riguroso marco de referencia de soporte pedagógico. Se conforman grupos de estudio entre docentes, en los que se discuten profundamente las planeaciones y las estrategias pedagógicas para que el aprendizaje sea más efectivo. Para suministrar insumos para las discusiones, el distrito de Shanghái creó una plataforma para compartir investigaciones y difundir las experiencias más exitosas. Los grupos son supervisados por una oficina del Ministerio de Educación y los profesores son observados por funcionarios y por pares. El objetivo es incentivar las discusiones pedagógicas para garantizar la calidad, y para que la constante capacitación contribuya al desarrollo profesional, según la OCDE.

2. Los exámenes son el centro del bachillerato para el gobierno, profesores y padres. Al igual que en Singapur, en Shanghái y gran parte de Asia, los padres están obsesionados por las pruebas. Los colegios están diseñados para cumplir exhaustivamente con los temas evaluados —Lenguaje, Matemáticas y Ciencias—. Después del colegio, casi todas las familias contratan a tutores y llevan a los niños a instituciones para recibir refuerzos. Además, los inscriben en cursos de artes y música, para complementar la formación académica.

3. Se trata de una cuestión cultural: el esfuerzo ha sido históricamente premiado. Desde el siglo VII a.C, comprender a los clásicos confucianos permitía acceder a la burocracia gubernamental, según lo sostiene en un artículo Ómar Martínez Legorreta, experto en historia asiática. “El sistema de preparación del Servicio Civil descansaba sobre la educación. El emperador vigente convocaba a presentarse los que se creyeran calificados, para sustentar los exámenes, locales y provinciales. La educación para prepararse consistía en el estudio y memorización de los libros clásicos y en la escritura de ensayos para la explicación y aplicación de aquellos principios en el gobierno”, afirmó. Estudiar y prepararse era incentivado y premiado por el gobierno: la sabiduría y no el linaje era el
vehículo para ascender. La educación era vista como un movilizador social. Por lo tanto, se creó una cultura en la que el trabajo duro era remunerado.
Sin embargo, el nivel de competencia y de obsesión por las pruebas han traído problemas. Los niños no aprenden a relacionarse con sus pares, tienen muy poca interacción con la naturaleza y pocos espacios para los juegos. Además, según Kathy Bickmore, profesora de estudios curriculares y desarrollo docente internacional y comparado de la Universidad de Toronto, aprender a resolver exámenes no garantiza estar bien educado. “Es necesario que aprendan a usar activamente los conocimientos, más que a contestar una prueba”, según sostiene Bickmore.

4. Entonces, para resolver los problemas empezaron una reforma curricular integrada a la evaluación. El objetivo era deslindar los conocimientos de la evaluación, porque los exámenes se habían convertido en una mecanización del aprendizaje. Entonces, en las pruebas se empezó a privilegiar la capacidad para resolver problemas y en el desarrollo de habilidades y competencias. Se trataba de que los jóvenes hicieran uso de los contenidos aprendidos. Además, algunas ciudades acabaron la rígida estructura de las asignaturas con el fin de incentivar la interdisciplinaridad, en la que las ciencias y las humanidades no estuvieran distantes. Shanghái incluso acabó los exámenes de selección múltiple y les permitió a las universidades elaborar sus propias pruebas de ingreso. Además, los jóvenes pueden seleccionar asignaturas de su preferencia, relacionadas con su futura carrera profesional.

5. La descentralización administrativa y financiera amplió la cobertura; sin embargo, creó enormes disparidades en la calidad educativa entre las regiones y las ciudades. Las grandes ciudades, como Shanghái, con una población de más de 20 millones de habitantes y una economía próspera, le empezaron a llevar una gran ventaja a las regiones más pobres y los pequeños pueblos. Además, en su interés por mejorar la calidad, crearon un sistema de colegios de la excelencia, con mayor presupuesto para infraestructura y para maestros, que terminaron fomentando un sistema jerárquico, que aumentó la competencia y la disparidad.
Entonces, para compensar y mejorar la calidad en todo el país expidieron una serie de reformas. Por ejemplo, el gobierno central otorgó subsidios, dependiendo de las condiciones financieras de cada región, para mejorar la calidad. También han incentivado los intercambios de maestros del campo a las grandes ciudades y viceversa. Otra estrategia ha sido otorgarles a los colegios con mejores resultados la administración de los colegios más débiles académicamente e incentivar el diálogo pedagógico y la cooperación entre las ciudades y el campo.

¿Qué enseñanzas le quedan al país?

Colombia, en su deseo por ser la más educada, no se puede obnubilar por los excelentes resultados que obtiene Shanghái en Pisa. La experiencia china le deja un mensaje al país. No hay recetas para la calidad. La implementación de libros de texto, medir los resultados o invertir más en algunos colegios de la excelencia, puede servir, pero es necesario hacer ajustes, reformar y volver a diseñar en el camino. No es posible seguir los pasos del éxito, sin atender a la complejidad cultural y la capacidad para autoreformarse. Por ejemplo, la nueva obsesión por mejorar en pruebas de selección múltiple ya fue superada hace casi diez años en la ciudad con mejores resultados en Pisa.

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