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EDUCACIÓN

¡La niñez no da espera!

Más de cien organizaciones nacionales e internacionales firmaron esta semana un gran acuerdo para defender los derechos de los niños. El pacto se declara imparcial de las campañas presidenciales, pero exige un compromiso de cada una de ellas. Julián De Zubiría analiza la importancia que éste tiene para la vida nacional.

Julián De Zubiría*
9 de febrero de 2018

Cualquier maestra de primaria sabe cuáles de sus estudiantes recibieron educación inicial y cuáles no. Los primeros son más sanos emocionalmente, ya que aprehenden a interactuar, a resolver las tensiones propias de la convivencia y a reconocer que hay niños con ideas, actitudes y características diferentes y que hay que respetarlos a todos por igual. Eso es visible en sus interacciones sociales. En cambio, quienes no asisten a la educación inicial tienden a ser más agresivos e intolerantes, más centrados y menos inteligentes en sus interacciones; y escuchan e interactúan menos con los demás. Las maestras saben también que la educación inicial desarrolla la inteligencia analítica, ya que fortalece los procesos para seriar, clasificar y establecer relaciones entre objetos e ideas. En este periodo, los niños consolidan sus procesos de pensamiento y adquieren las primeras nociones. La educación inicial suele enriquecer su inteligencia práctica, tanto por el efecto que produce en la motricidad fina como en la motricidad gruesa. Su sensibilidad aumenta por la convivencia mediada y el acercamiento a las actividades artísticas y al juego temático de roles, el cual, bien orientado, se convierte en el mejor aliado de la convivencia sana de los niños en el mediano plazo.

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Los docentes e investigadores sabemos que un niño que asiste a la educación inicial está menos expuesto a reprobar año o a desertar de la escuela, al tiempo que esa edad es uno de los momentos más importantes en la vida para desarrollar y consolidar la inteligencia afectiva, comunicativa, práctica, social y analítica. Según PISA, la sola asistencia a la educación inicial, en Colombia, eleva 34 puntos, en promedio, los resultados de las pruebas que presentan a los 15 años en el grado noveno en lectura y matemáticas.

Lo más triste en esta reflexión es que la mayoría de los niños de esta edad que no va a la escuela pertenece a los estratos más bajos de la población, pues la oferta oficial es poca y de baja calidad y, pese a la alta calidad de algunos centros infantiles particulares, sigue siendo frecuente el jardín de barrio que funciona en un garaje, ofreciendo una educación de muy regular calidad. El problema es más grave en las regiones más aisladas y deprimidas socioeconómicamente: La gran mayoría de los niños no tiene posibilidad de acceder a la educación inicial de calidad.

Hay que atacar el círculo vicioso de la pobreza desde su raíz. La pobreza genera bajo nivel educativo y éste, a su vez, deteriora los ingresos salariales, lo que termina por impedir un mayor nivel educativo para las siguientes generaciones. Es por ello que garantizar los tres años de

educación inicial que veinte años atrás estableció la Ley General de Educación, sin distingos de estrato, género ni región, es una condición para acrecentar la democracia, disminuir la inequidad y mejorar la calidad de la educación. Aunque parezca increíble, nuestro sistema apenas ha logrado incluir el primero de estos. ¡Nos demoramos veinte años para cumplir con el 33% de lo dispuesto en la Ley de 1994!

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Investigadores, científicos y educadores también sabemos que lo que no hagamos en los primeros años, en muchos casos, no lo podremos hacer después. Es por ello que se habla de que la edad inicial es un periodo “crítico” para el desarrollo. Es así como diversos estudios mundiales concluyen algo especialmente grave: Que los niños que no recibieron desde temprano la leche y el alimento adecuado y de calidad, deterioran sus conexiones neuronales y frenarán de por vida sus procesos cognitivos. Son investigaciones en las cuales organismos internacionales toman grupos de muchachos de mayor edad para brindar el alimento, el abrigo y el acompañamiento necesario del que carecieron inicialmente, pero el resultado es triste y trágico: La ausencia de comida adecuada durante el embarazo y los primeros años genera daños irreversibles en la estructura y el funcionamiento del cerebro.

Dados los considerandos anteriores, mucho tiempo atrás los países desarrollados concluyeron que era imposible alcanzar el desarrollo humano integral y sostenido si no se invertía en la niñez y si no se garantizaba alimentación, salud y educación de alta calidad. Por eso, aseguran, sin falta, el cumplimiento de cada uno de sus derechos.

Es por todo lo anterior que hay que aplaudir la iniciativa que tuvieron cien organizaciones de la sociedad civil, las cuales se unieron para incidir en el debate electoral actual en Colombia, formalizar un acuerdo y exigir a los diversos candidatos presidenciales que incluyan, en sus programas, acciones claras y definidas que garanticen el desarrollo de los niños desde su tierna infancia. Los convocantes tienen toda la razón: La niñez no da espera y, por ello, es necesaria una mirada profunda a su situación actual. 

No hay ninguna duda: Una sociedad civil activa, responsable y participativa es el mejor antídoto contra el populismo y la politiquería, enfermedades que están llevando a la política colombiana a uno de sus peores momentos en la historia nacional. Por ello, con tal de conseguir los votos que faltan, hoy priman la mentira, la falsificación, el engaño y la manipulación del electorado. Sin rubor, los políticos se inventan fantasmas, tal como hacían los padres cuando le decían a los niños que, si no se portaban bien, vendría el coco.

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Hay que aplaudir y respaldar estas iniciativas de la sociedad civil. Lo que piden es poco: Que, a partir del momento, ningún niño muera por desnutrición, diarrea o infecciones respiratorias; que todos los niños y jóvenes tengan asegurado su derecho a jugar, participar, estudiar y ser escuchados; que hay que fortalecer a las familias para que protejan y cuiden a la niñez; que hay que parar la violencia contra los niños; y que hay que asegurar, que, sin falta, se cumplan las normas que los protegen y los derechos que les asisten.

Celebro esta iniciativa, la firmo, me comprometo a divulgarla y a hacerle seguimiento para que ningún candidato deje de cumplirla. Al fin y al cabo, ¡la niñez no da espera!

*Director del Instituto Alberto Merani y consultor en educación de las Naciones Unidas (@juliandezubiria)