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Tiger Woods ha ganado más de 1.600 millones de dólares desde 1996. La mayoría de ese dinero ha venido de patrocinadores como Nike, Gillette, AT&T y Gatorade, quienes acertaron en subirse al bus del golfista que en su mejor etapa ganó 14 ‘majors’ y 79 torneos PGA.

PERSONAJE

Libro explica la doble vida de Tiger Woods

Una biografía pone el foco en la desordenada vida de Tiger Woods, el primer atleta multimillonario por patrocinios de la historia. En 2009, su doble vida quedó expuesta, y el libro se empeña en explicarla justo ahora cuando regresa a las canchas.

16 de junio de 2018

En el tope de sus carreras, cuando lo han ganado casi todo menos un Mundial de fútbol y cuentan con suficientes patrocinadores, en 2017 Lionel Messi y Cristiano Ronaldo ganaron 111 y 108 millones de dólares respectivamente, según el listado de la revista Forbes. Estas cifras sirven para demostrar lo alto que llegó Tiger Woods, el golfista que punteó la misma lista durante 11 años seguidos. En el pico económico de su carrera, en 2007, facturó 122 millones, casi 20 millones más de lo que hoy ganan los futbolistas mejor pagados del mundo. Y en 2008 y 2009 se embolsilló 117 y 121 millones de dólares, que procedían casi totalmente de sus patrocinadores. Las cifras a veces disfrazan o exageran el talento de un ser humano. En el caso de Woods, iban a la par, y si bien el cuerpo le comenzaba a dar señales de agotamiento, parecía imparable.

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Todo cambió en 2009. En la madrugada después de la noche de Acción de Gracias, Woods sufrió un accidente en su auto, cerca a su mansión en Florida, que no le dejó lesiones físicas graves, pero sí repercusiones dramáticas. Dejó al descubierto que su vida perfecta de éxito profesional y familia feliz junto a la hermosa Elin Nordegren era una ilusión. Woods, adicto al sexo, vivía una doble vida que destruyó su núcleo familiar y que descarriló su carrera. Le era infiel no solo a su esposa sino a sus amantes, y nada parecía satisfacerlo. Al momento del accidente, que vino luego de que Nordegren lo confrontó sobre una amante en Nueva York y lo persiguió con un palo de golf, tenía cuatro mujeres simultáneamente. Su caída en desgracia generó miles de titulares. El tabloide The New York Post le dedicó 21 primeras páginas seguidas, más que las 20 que le dedicó al ataque de Al Qaeda a las Torres Gemelas.

En ese punto de quiebre, Tiger Woods era una superestrella global, pero poco dejaba ver de su vida personal, y en sus intervenciones públicas se conocía lo que sus marcas patrocinadoras querían que se supiera. Hoy, casi 21 años después de su llegada al profesionalismo, la biografía Tiger Woods pretende llenar ese vacío. El libro opera como un perfil psicológico del afroestadounidense que llevó a las masas un deporte históricamente blanco y elitista. Que subió a lo más alto del olimpo, para caer en forma estrepitosa.

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Sus autores, Jeff Benedict y Armen Keteyian, no hablaron con Woods. Después del perfil que dio en 1997 a la revista GQ y lo amargó profundamente por la franqueza brutal del periodista Charles P. Pierce, el golfista no volvió a acceder a entrevistas que no pudiera aprobar. Por eso los investigadores charlaron con más de 250 personas, entre amigos, excolegas, coaches, familiares, médicos, exparejas, compañeros de clase y parte de su círculo íntimo. Todo para armar el rompecabezas de su vida y tratar de entender los giros gloriosos y tristes de su fenómeno.

Para algunos comentaristas, el libro peca en haber salido muy pronto porque después de una temporada larga en la que trató su adicción al sexo, reorganizó su vida, sanó sus rodillas y cuerpo e intentó recuperar su swing, ha vuelto a competir en el PGA Tour. Este fin de semana participó en el U.S. Open en Shinnecock Hills, el lugar en el que empezó su leyenda cuando compitió como amateur, y en el que hace diez años ganó el último de sus 14 títulos major. Para algunos fue el máximo triunfo de su carrera, pues lo consiguió en una pierna, solo tres semanas después de una operación que le dificultó caminar. En 2018, Woods ha aparecido con regularidad, pero sin lograr una victoria. Y a pesar de que el circuito cuenta con fenomenales golfistas nuevos, la sola mención de Woods ha elevado los ratings de televisión considerablemente. La expectativa por verlo ganar una vez más es enorme. La gente lo vio caer, pero quiere verlo resurgir como el ave fénix.

Máquina ‘rayada’

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Eldrick ‘Tiger’ Woods, el hijo de Earl Woods y de su segunda esposa, la tailandesa Kultida Punsawad (Tida para sus amigos), nació en 1975. Hijo único, su padre le presentó el golf y ante su evidente habilidad, su madre se encargó de llevarlo de un torneo a otro, sin falta y sin tregua. Earl Woods, mujeriego y desordenado, escribió dos libros sobre su historia, y en uno de ellos relata que al nacer Tiger (a quien le dio el apodo en honor a un camarada de la guerra de Vietnam), supo que algo terminaba: la relación sentimental con Tida.

Desde ese momento, Earl y Tida convirtieron lo suyo en una corporación al servicio del talento de su hijo. Ese hecho no escapó al niño, que presenció los abusos verbales de Earl a Tida y de sus muchas infidelidades. Pasaba horas en su cuarto solo y tartamudeaba. Cuando fue creciendo y ganando notoriedad, adoptó las actitudes sobradoras de su padre, y el espíritu despiadado de su madre. “Criaron a un campeón, pero también a un solitario narciso sin idea de la decencia”, dice Dwight Garner en The New York Times. Los autores del libro sustentan la afirmación cuando aseguran que “hasta la más básica de las muestras cívicas, un simple hola o gracias eran mucho pedir”.


El escándalo quebrantó sus relaciones familiares y sacó a la luz los problemas en los que estaba inmerso el deportista.

Según la narrativa oficial, Tiger hubiera podido conseguir cualquier cosa que se propusiera. Pero sus padres escogieron su destino. En el colegio, Earl dejó en claro que su hijo no iba a perder tiempo jugando fútbol con sus compañeros. Lo suyo iba a ser el golf, y por fortuna, el pequeño adoraba ese deporte. En esas sesiones de entrenamiento, Earl usó tácticas militares para endurecerlo. Lo insultaba, lo llamaba “negrito” y “pedacito de mierda”. Le pedía a Tiger que le dijera “suficiente” para detener el matoneo, pero jamás lo hizo. Por más que la onda militar venía de su padre, Woods veía en su madre a la verdadera autoridad. Jamás ha dejado de temerle a esa señora bajita y tenaz, con la cual, en palabras de su hijo “no había negociación alguna”. Cuando se separaron, la brecha entre los mundos de Tida y el de Earl se hizo más grande. Tiger estaba expuesto en la casa de su padre a pornografía y juguetes sexuales, algo diametralmente opuesto a lo que vivía con Tida. La doble vida parecía asegurada.

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A los 20 años, Tiger Woods era probablemente el atleta más famoso del planeta. Firmó contratos millonarios con Nike, y en 1997 ganó el Masters de Augusta, quizás el torneo más prestigioso del golf. Ese triunfo desencadenó una ‘Tigermanía’ sin precedentes que solo creció exponencialmente con una racha astronómica en la que ganó 7 de 11 majors entre 2000 y 2005. Cambió el deporte con su brutal talento, su swing perfecto, y su competitividad in extremis, y más importante aún, rompió paradigmas de raza. Pero esto no lo hizo mejor persona. Los autores aseguran que, ya en sus 40, Woods ha madurado. Tiene una relación saludable con su exmujer y es un padre presente para sus hijos. Eso no impidió que llegara a este U.S. Open en su yate de 20 millones de dólares. Su nombre, Privacidad, expresa su más codiciado e inalcanzable deseo.