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DIGNO DE PERRY MASON

Estados Unidos convulsionado por el horripilante crimen de un hombre que mató a su mujer para cobrar el seguro.

26 de febrero de 1990

Pocas veces un drama de la vida real, con sus ingredientes de violencia, muerte y ambición había impactado de manera tan profunda a millones de norteamericanos especialmente a los habitantes de Boston y zonas vecinas. A tal punto han llegado las cosas, que ya han sido presentadas más de veinte solicitudes de derechos para escribir libros y realizar peliculas para cine y televisión. Es que sus personajes y circunstancias bien podrían estar encajados en el ambiente sórdido de algún capítulo de Falcon Crest o Dallas.
Todo comenzó en la noche del 21 de octubre cuando Charles Stuart y su esposa Carol, después de asistir a un curso para mujeres embarazadas, fueron supuestamente interceptados por un muchacho negro, quien armado con una pistola los asaltó, robó y atacó a tiros, después de obligarlos a dirigir el automóvil hacia una zona menos poblada de Boston. Carol, con siete meses de embarazo recibió un disparo en la parte posterior de la cabeza mientras el marido era herido de gravedad en el abdomen.
Los policías de Boston y los para médicos recuerdan esa noche de pesadilla cuando a una de las estaciones llegó la voz angustiada y moribunda de un hombre, hablando desde el teléfono de su automóvil, pidiendo ayuda. No sabía dónde estaba y contaba cómo su esposa agonizaba y él misma perdía el conocimiento. Entrenados para situaciones difíciles, los policías organizaron una operación de rescate que fue seguida de cerca por las estaciones de televisión y periódicos locales. Le preguntaron dónde estaba, dijo que no sabía y entonces las sirenas de las radiopatrullas de Boston fueron puestas a sonar con el fin de que la víctima identificara la proximidad de los ruidos. Poco a poco, como en las mejores películas policíacas, el cerco fue reduciéndose hasta cuando la pareja, cubierta de sangre, fue hallada por los policías y los reporteros. Las escenas en televisión eran dramáticas. Ahí estaban los jóvenes esposos, víctimas de lo que en principio se tomó muy en serio por parte de la prensa, como resultado de la inseguridad en que viven los habitantes de Boston.
Para los amigos y conocidos, los Stuart eran un matrimonio idílico y los cuatro años de casados que llevaban reflejaban, como dijo un periodista, un auténtico Camelot, el sueño de todos los enamorados. El marido, con un pie en la tumba, estuvo en un hospital mientras se recuperaba. En un momento de lucidez describió de nuevo al presunto asaltante: joven, negro y alto. La esposa murió y el bebé que llevaba nació con cesárea y 17 días más tarde también murió.
Cuando millones de televidentes y lectores no se habían repuesto aún del impacto de la tragedia, el 4 de enero último fueron sorprendidos por una noticia más dolorosa: Charles Stuart, con 30 años y un futuro brillante viudo y rodeado de la solidaridad de los suyos, llevó su jeep hasta la cercanía de uno de los puentes más altos de Boston, el Tobin Bridge, y se arrojó al vacío, suicidándose. En su asiento las autoridades encontraron su licencia de conductor y una nota en la que expresaba que los rumores reciente habían acabado por reducir sus fuerzas.
Eran más que rumores. La policía en ese momento estaba estrechando el cerco porque tenía claras evidencias: Stuart no sólo preparó el escenario para el crimen, no sólo disparó contra su esposa, no sólo se hizo una herida grave, sino que contó con la ayuda de otros, entre ellos su hermano menor Mathew.
Apenas comenzaba a desenredarse el ovillo porque no sólo se descubrió la complicidad de dos hermanos de Charles en los hechos.También se detuvo a tiempo lo que ya estaba a punto de convertirse en una de las mayores injusticias. Con base en la descripción dada por Stuart sobre la apariencia del presunto asaltante, joven y negro, la policía inició enseguida una redada en Boston y 19 días después del crimen fue capturado William Bennett, sospechoso de haber robado una tienda de videos. Alguien lo había visto con joyas y dinero la noche del asalto a la pareja y en principio las autoridades los señalaron como sospechoso principal en el caso.
Se organizó una rueda de presos y desde la seguridad de un vidrio oscuro Stuart contempló al detenido mezclado entre otras personas y lo señaló como "muy parecido" al que le disparó. Lo curioso es que horas antes de conocerse la noticia del suicidio de Stuart, el fiscal encargado del caso ya tenía aparentes pruebas para condenar al detenido. La reacción de la comunidad negra de Boston no se hizo esperar, especialmente por la posición asumida por algunos periódicos que mostraron claras señales de racismo al comentar el caso.
Sin embargo, pocos días después del hallazgo de la ensangrentada pareja y de los funerales de la madre y el bebé, los rumores sobre la responsabilidad del marido se hicieron notorios. La policía recibía a diario docenas de llamadas anónimas de personas que sabían algún detalle, como la del hombre que dijo cómo en una reunión de amigos Stuart le había confesado que estaba buscando asesoría para eliminar a su esposa. Cuando la policía lo confrontó, el hombre se retractó.
La bomba estalló realmente cuando en la noche del 3 de enero, un día antes del suicidio, el hermano, Mathew, se presentó a la Policía en Boston y durante seis extenuantes horas contó la verdad: la noche del asesinato había hablado con Stuart, quien en la oscuridad le había dejado algunas joyas de la esposa y un revólver con el cañón recortado. Mathew confesó que con un amigo se había encargado de hacer desaparecer esas evidencias en el río Pines. Sólo se quedó con el anillo de boda de la cuñada, que devolvió a los policías. La idea es que Stuart estaba desesperado por conseguir dinero, como fuera, para abrir un restaurante que era su mayor ambición. El hermano dijo que no sabía hasta dónde podía llegar Charles en sus propósitos y si hubiera sospechado que la muerte de la cuñada estaba de por medio, no hubiera colaborado.
Para la policía de Boston en este desenlace hay dos elementos claros: Mathew se sintió arrepentido de su silencio, al conocer la forma cómo el sospechoso William Bennett estaba siendo mostrado como el autor del asesinato y por eso fue a confesar. De otro lado, Carol había suscrito una poliza por 600 mil dólares a favor del esposo y este con el dinero podía, finalmente, abrir su restaurante. Y surgió un tercer elemento, una hermosa joven Deborah Allen, quien mientras el amigo estaba en el hospital recuperándose de la herida que él mismo se hizo, cometió la torpeza de llamarlo insistentemente a averiguar por su estado. Sin embargo, más tarde se comprobó que entre ambos sólo había lazos de amistad.
Varias semanas después de estas tragedias, familiares, amigos y relacionados sólo se hacen una pregunta: ¿por qué? Aparentemente la vida les sonreía, pero la ambición del uno acabó con lo que se consideraba algo idílico. En un nuevo elemento para añadir a este drama, la policía había ordenado analizar el cuerpo del bebé fallecido con el fin de comprobar si, realmente, era hijo del marido.