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La figura de su pareja no lo eclipsó. Bergé fue cofundador de la casa de moda, mecenas de las artes, copropietario de ‘Le Monde’, activista antirracista, liberal radical, burgués socialista y más.

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La historia de Pierre Bergé, el amante filántropo de Yves Saint Laurent

Durante medio siglo Pierre Bergé y el modisto se amaron, se odiaron, fueron socios, se volvieron millonarios y dominaron la alta sociedad francesa. Esta es su historia.

16 de septiembre de 2017

Sin ti, yo no sería quizás aquel que soy. Sin mí, no lo espero pero lo pienso, tú no serías lo que eres. Esa gran águila de dos cabezas que azota los mares, sobrepasa las fronteras e invade el mundo con su magnitud sin par, somos nosotros”. Pierre Bergé recibió en su cumpleaños 57 una carta de Yves Saint Laurent con estas palabras. Él sabía que el vigor del diseñador no se escondía en su voz tímida de eterno muchacho, sino en su mano, la misma que con tijeras cortaba las telas para crear las más bellas prendas o tomaba una pluma para declararle su amor.

Con la muerte de Pierre Bergé, la segunda alma de Yves Saint Laurent se desvanece. El empresario supo grabar su nombre en la historia, a pesar de haber sido eclipsado muchas veces por la figura emblemática de su compañero. Y esto, gracias a las muchas facetas que lo definían. Bergé fue cofundador de la casa de moda Yves Saint Laurent, amante durante 50 años del gran diseñador, mecenas sin igual de las artes, copropietario del diario Le Monde, dueño de una de las colecciones de arte más grandes del mundo, defensor de los derechos de los homosexuales, activista antirracista, liberal radical, burgués socialista, intelectual iracundo, filántropo impertérrito.

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Nacido en la Isla de Oléron, Bergé llegó a París en 1948, cuando apenas se había convertido en mayor de edad. Para sobrevivir en la capital, empezó a trabajar en la librería L’Original, cerca del río Sena. En una noche primaveral de 1950, en una galería de arte al lado de su trabajo, encontró a su primer gran amor, el pintor expresionista Bernard Buffet. Como Van Gogh, Matisse, Renoir, y muchos otros artistas, la pareja se instaló en la región de Provenza, en búsqueda de la luz cálida del mediodía francés. Desde el comienzo, Bergé asumió el rol de agente del creador. Negociaba con los comerciantes de arte, establecía los contactos con los críticos y realizaba las ventas de los cuadros. Poco a poco, la fama de Buffet se consolidó y, con ella, el dinero y todos los grandes apellidos del arte irrumpieron en torrentes en la casa de los amantes.

Buffet y Bergé se amaron quizás hasta el día de la muerte de Christian Dior. El rey de la moda dejó su feudo a un desconocido joven de 21 años de voz inaudible y mirada escurridiza llamado Yves Mathieu-Saint-Laurent, quien presentó su primera colección para Dior en 1958. Al final de esta presentación la pareja hizo la fila, como los demás invitados, para felicitar a la nueva estrella de la costura. Su timidez y su frágil figura intrigaron a Bergé. Poco después, una amiga de la pareja y de Dior organizó una cena en honor a Saint Laurent. Al final de la velada, Bergé pudo hablar a solas con el diseñador cuando lo acompañó a su casa de la plaza Pétrarque. Así nació el amor entre el tímido genio creador y el intrépido administrador con alma de mentor. Algunos meses más tarde, los dos hombres ya vivían juntos en París.

Con el nuevo amor llegó el fin de la paz. El Ejército llamó a Saint Laurent a participar en la guerra de Argelia, y el diseñador cayó en una depresión nerviosa de varios meses que provocó su despido de Dior. Bergé le anunció la mala noticia. “Lo único que tenemos que hacer es fundar una casa de moda y tú la dirigirás”, le respondió el creador.

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La revista Paris Match anunció el 7 de octubre de 1961 que la casa de moda Yves Saint Laurent había nacido. Bergé la administraba con mano de hierro, sentido pragmático, intransigencia y una irritabilidad legendaria. Y, además, se sirvió de una estrategia comercial subversiva. “Su fuerza es la de haber estructurado, organizado y dado una dimensión industrial a la revolución de Yves Saint Laurent. Desarrolló los contratos con la fábrica Mendès, apoyó el arte de la alta costura, de los fabricantes de accesorios, de los bordadores, y también desarrolló las licencias. Así convirtió un nombre en una marca y la posicionó estratégicamente en el mercado de perfumes”, explica a SEMANA Laurence Benaïm, escritora, biógrafa del diseñador y consejera científica del museo Yves Saint Laurent de Marrakech.

Bajo la batuta de Bergé, Yves Saint Laurent abrió su primera tienda prêt-à-porter y sus colecciones conocieron un éxito mundial. Los vestidos Mondrian de 1965, los diseños pop de 1966 o la estética africana de 1967 deslumbraron.

Pero la relación de los dos hombres nunca fue fácil, sobre todo en los años setenta. El alcohol y las drogas extraviaron a Saint Laurent. Las eternas noches orgiásticas en el Club Sept se volvieron un rito que lo dejaba desgastado y a veces hospitalizado. Algunas veces se perdió en los brazos de otros hombres, como en los del dandy decadente Jacques de Bascher, amante del diseñador Karl Lagerfeld. Bergé, a pesar de todo, seguía detrás de él, lo cuidaba, lo protegía como un niño que no sabía lo que hacía.

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En los años ochenta Pierre Bergé ya era un nombre ineludible en la elite francesa y mundial. Con los 14 años de la monarquía del socialista François Mitterrand, el empresario obtuvo lo único que le faltaba: el poder político. El multimillonario se volvió amigo del presidente y convirtió Globe, revista de la que era propietario, en herramienta de propaganda para la reelección de Mitterrand en 1988. Luego de la victoria del socialista, Bergé fue nombrado presidente de la Ópera de París, donde impuso el estilo autoritario que hacía temblar las pasarelas. Cinco años más tarde, dejó su puesto y se dedicó a invertir su fortuna en grandes proyectos culturales. Gracias a él, el Museo del Louvre logró obtener nuevas obras, y fueron restauradas dos salas de la National Gallery, los espacios del Centro Pompidou, y la casa del escritor Emile Zola.

Bergé también utilizó su dinero para luchar contra el sida, el racismo y la homofobia. El empresario apoyó con ímpetu Act Up, asociación contra el sida famosa por ponerle un condón gigantesco al obelisco de la plaza de la Concorde, y creó la asociación Sidaction. También respaldó SOS-Racismo, ayudó a la creación de la revista gay Têtu y fue una de las grandes figuras que impulsaron el matrimonio homosexual en Francia.

El primero de junio de 2008 fue el día más triste de su vida. Un cáncer de cerebro se llevó al gran Saint Laurent. “Es la última vez que te hablo, Yves. Me dirijo a ti, que no me respondes, que no me escuchas… Tendremos que separarnos”, dijo Bergé, conmovido, durante las exequias del amante de su vida.

Quizás porque odiaba la nostalgia, Bergé decidió subastar la colección de arte que acumuló durante décadas con Saint Laurent. Obras de Mondrian, Manet, Picasso, Matisse y Duchamp, entre otras, le dejaron 374 millones de euros. Esta venta del siglo le permitió continuar con sus acciones filantrópicas y sus veleidades de gran burgués. Su último gran capricho fue salvar de la crisis al diario más importante del país en 2010. “No obtuve mi diploma de secundaria, pero compré ‘Le Monde’”, solía decir.

Al final de su vida, debilitado por una miopatía, Pierre Bergé evocaba la eutanasia como último acto de libertad. La muerte se le adelantó. El águila de dos cabezas que azota los mares descansa en paz.