Home

Gente

Artículo

Michael Caine, todo un galán de los años setenta en Hollywood y un ícono de la industria del cine

ÍCONO

El actor que pasó de los suburbios de Londres a la élite de Hollywood

Michael Caine fue un niño flaco, desgarbado y orejón, pero aun así logró convertirse en un galán de la pantalla. En su nueva biografía cuenta cómo lo logró y mucho más.

9 de marzo de 2019

Cuando Michael Caine era niño y decía que quería ser actor, sus amigos se reían como si estuviera contando un chiste.

No solo porque en esa época era flaco, desgarbado y tenía orejas grandes. También porque vivía en Rotherhithe, una zona de clase obrera en Londres, en donde hablan con un acento cockney (considerado vulgar o de la calle) y donde los niños aspiraban a trabajos menos glamorosos.

En esa época, de hecho, se llamaba Maurice Joseph Micklewhite. Su papá transportaba el pescado en una plaza de mercado y su mamá hacía limpieza en algunas casas.

A sus 19 años el Ejército lo llamó para prestar servicio militar. Tuvo que pelear en la guerra de Corea y casi lo matan.

Pero él lo tuvo claro desde el principio: “Mi primera lección de interpretación me la dio mi madre a los 3 años –cuenta–. Cada vez que el casero venía a cobrar el alquiler, se escondía detrás de la puerta mientras yo abría y repetía, con gran precisión, mi primera frase: ‘Mi mamá no está’”.

Le puede interesar: Murió Luke Perry, el actor que interpretó a Dylan en la serie ‘Beverly Hills‘

En La gran vida, su segunda autobiografía, que hace poco publicó en español, él mismo relata la historia de cómo ese niño pobre se convirtió en un ícono de la pantalla grande y en uno de los grandes actores de todos los tiempos.

Allí repasa su prolífica carrera, que sigue activa a sus 86 años, y completa Mi vida y yo, que había publicado a finales de los años ochenta.

Foto: Los dos papeles que lo llevaron al éxito: el teniente Gonville Bromhead, en Zulú (1964), y Alfie, el seductor irresistible, que lo convirtió en un sex symbol de los años sesenta. 

En el libro queda claro que tuvo que superar muchos obstáculos. Por ejemplo, cuando tenía 19 años y ya trabajaba de mensajero en una empresa de cine, el Ejército lo llamó para prestar servicio militar y tuvo que irse a la guerra de Corea, donde casi lo matan.

Desde entonces, ese recuerdo lo acompaña y lo motiva cuando pierde el ánimo: “¡El resto de mi vida he vivido cada maldito momento, desde que me levanto hasta que me duermo!”, escribe.

Escogió llamarse Michael Caine porque vio que en una cartelera cercana promocionaban la película ‘El motín de Caine‘.

Luego de volver, y convencido de que tenía que hacer lo que amaba, consiguió un puesto como asistente en una compañía de teatro y allí comenzó a hacer papeles secundarios. Y aunque pasó por varias empresas y los papeles no faltaron, recuerda esa época como una de las más difíciles de su vida en materia económica.

Sugerimos también: Liam Neeson confiesa que quiso matar a "un negro" para vengar una violación

En esos años decidió llamarse Michael Caine. Escogió ese apellido porque cuando su agente le preguntó cómo quería darse a conocer dentro de la industria, estaba en una cabina telefónica y vio en una cartelera cercana la película El motín de Caine (1954).

Ya entonces era amigo de Peter O’Toole y de Terence Stamp, dos reconocidos actores británicos, con quienes salía de fiesta y quienes empezaron a recomendarlo para pequeños papeles en televisión y en el cine.

Dio el salto definitivo a la fama, sin embargo, en Zulú (1964), en la que interpretó a un oficial británico de clase alta. Aunque había algo de prevención, pues muchos temían que él, un londinense de las zonas populares, no pudiera hacer el acento de los ricos, logró todo un éxito.

Puede leer también: Hollywood sigue siendo machista y racista, según estudio

A partir de entonces obtuvo otro de sus grandes roles: el del agente Harry Palmer, un anti James Bond muy popular en la década de los sesenta, y Alfie, el seductor irresistible (1966), que lo convirtió en un sex symbol de su generación.

Foto: Junto a otras estrellas británicas durante la entrega de los premios Óscar de 1989: Roger Moore, Kevin Kline y Sean Connery. A la derecha, en Hannah y sus hermanas (1986), de Woody Allen, la película que le dio su primer Óscar como actor de reparto. 

De ahí llegó a Hollywood, donde encajó bien. Comenzó a tratar a varios de los actores que antes admiraba, y algunos de ellos se convirtieron en sus grandes amigos. Recuerda con mucho cariño a Brigitte Bardot, John Huston y John Wayne, quien le dio el mejor consejo de su vida: “Habla bajo, habla lento y no hables mucho”.

Por esa misma época vio en un comercial de televisión a Shakira Baksh, una modelo de origen guyanés, y quedó enamorado. Se prometió conquistarla y consiguió su número de teléfono con un amigo.

A sus 60 años sintió que ya no le ofrecían buenos papeles y estaba resignado a retirarse del cine, pero apareció Jack Nicholson.

La llamó durante diez días hasta que ella accedió a salir con él. Finalmente, se casaron en enero de 1973. Para ese entonces, Caine ya hacía papeles en películas taquilleras como El hombre que sería rey (1976).

Puede leer: Carlos Ghosn: el magnate que pasó de hacer fiestas en Versalles a dormir en una celda en Japón

En los años ochenta alternó algunos fracasos con grandes éxitos, e incluso consiguió su primer Óscar por su papel en Hannah y sus hermanas (1986), de Woody Allen. Pero a comienzos de los años noventa vivió una de las grandes crisis de su carrera.

Sintió que con 60 años ya no le ofrecían buenos personajes y que los protagónicos escaseaban. Decidió irse a vivir a Miami, resignado a hacer papeles para la televisión, que en esa época era vista con desprecio. 

Pero allá se encontró con Jack Nicholson, quien lo convenció de no tirar la toalla y de darles una oportunidad a los roles secundarios, así no fueran de galán.

Foto: Las nuevas generaciones lo asocian con Alfred, el mayordomo de Batman, por su recordada actuación en la trilogía de El caballero de la noche. En la imagen, con Christian Bale.

Le hizo caso y en ese momento vinieron algunas de sus actuaciones más aclamadas: Sangre y vino (1996), Vocecita (1998) y Las reglas de la vida (1999), que le dio su segundo Óscar.

Sugerimos también:Lorena Bobbitt castró a su esposo abusador y ahora es símbolo de la violencia intrafamiliar

A partir de ahí ha hecho algunos papeles icónicos, como el de Alfred, el mayordomo de Bruce Wayne, en las películas de Batman que dirigió Christopher Nolan.

Esa segunda etapa dorada ha durado hasta hoy. No hace mucho tuvo personajes destacados en películas como Interestelar (2014) o La juventud (2015) y el año pasado protagonizó Rey de ladrones. Como él dice, se retirará sin hacer mucho ruido y sin que nadie se entere. Pero aún no sabe cuándo.